Скачать книгу

interrumpió: —Riley, lo siento.

      —Pero mañana me voy a Quantico, justo después de la reunión. Me llevaré mi maleta conmigo. Pensé que me llevarías a la estación de autobuses.

      —No puedo —dijo Ryan bruscamente—. Tendrás que buscar otra forma de llegar allí.

      Ambos comieron en silencio durante unos momentos.

      Riley se esforzó por comprender lo que sucedía. ¿Por qué Ryan no podía acompañarla mañana? Solo tomaría unas horas de su día. En ese momento entendió algo…

      —Aún no quieres que vaya a Quantico.

      Ryan soltó un gemido de disgusto y dijo: —Riley, no quiero volver a hablar del tema.

      Riley sintió su rostro enrojecerse de ira y luego dijo: —Bueno, es ahora o nunca, ¿no?

      Ryan dijo: —Ya tomaste tu decisión. Supuse que era definitiva.

      Los ojos de Riley se abrieron de par en par.

      —¿Mi decisión? —dijo—. Creía que era nuestra decisión.

      Ryan suspiró y dijo: —No voy a hablar de esto. Solo terminemos de comer, ¿de acuerdo?

      Riley se lo quedó mirando mientras comía.

      En ese momento, se preguntó: «¿Ryan tiene razón? ¿Lo obligué a aceptar mi partida?»

      Ella pensó en sus conversaciones, tratando de recordar. Recordó lo orgulloso que Ryan había estado de ella cuando detuvo al Asesino de Payasos:

      —Salvaste la vida de al menos una mujer. Como resolviste el caso, quizá salvaste la vida de otras mujeres. Es una locura. Creo que tal vez estás loca. Pero también eres una heroína.

      En ese momento, ella había creído que eso era lo que quería, que siguiera una carrera con el FBI, que siguiera siendo una heroína.

      Pero ahora que lo pensaba, Riley no recordaba a Ryan diciendo exactamente esas palabras. Ryan nunca le había dicho que quería que fuera a la Academia para seguir sus sueños.

      Riley respiró profundo varias veces y pensó: «Necesitamos discutir esto con calma.»

      Finalmente dijo: —Ryan, ¿qué quieres para nosotros?

      Ryan inclinó la cabeza y se le quedó mirando.

      —¿De verdad quieres saberlo? —preguntó.

      Aunque Riley sintió un nudo en la garganta, le respondió: —Quiero saberlo. Dime qué es lo que quieres.

      Ryan parecía herido. Riley se encontró temiendo lo que iba a decir.

      Ryan finalmente dijo: —Solo quiero una familia.

      Luego se encogió de hombros y comió otro bocado de bistec.

      Sintiéndose un poco aliviada, Riley dijo: —Yo también quiero eso.

      —¿Sí? —preguntó Ryan.

      —Claro que sí. Sabes que sí.

      Ryan negó con la cabeza y dijo: —No, creo que ni siquiera tú sabes lo que quieres.

      Esas palabras fueron como una cachetada para Riley. Por un momento, simplemente no supo qué decir.

      Luego dijo: —¿No crees que pueda tener una carrera y una familia al mismo tiempo?

      —Claro que sí —dijo Ryan—. Muchas mujeres lo hacen hoy en día. Se llama ‘tenerlo todo’. Es difícil y requiere de una planificación y muchos sacrificios, pero se puede hacer. Y me encantaría ayudarte a lograrlo. Pero…

      Su voz se quebró.

      —Pero ¿qué? —preguntó Riley.

      Ryan respiró profundo y luego dijo: —Tal vez sería diferente si quisieras ser abogada, como yo. O médico o psiquiatra. O agente de bienes raíces. O abrir tu propio negocio. O convertirte en profesora universitaria. Entendería eso. Podría lidiar con eso. Pero ¡estarás en Quantico durante 18 semanas! ¿Cuántas veces nos veremos durante todo ese tiempo? ¿Crees que una relación puede sobrevivir tanto tiempo de separación? Además… —Sostuvo la mirada de Riley por un momento y luego dijo—: Riley, has estado a punto de ser asesinada dos veces desde que te conozco.

      Riley tragó grueso.

      Él tenía razón, por supuesto. Su más reciente roce con la muerte había sido a manos del Asesino de Payasos. Antes de eso, durante su último semestre en la universidad, casi había sido asesinada por un profesor psicópata que todavía aguardaba juicio por el asesinato de dos alumnas, sus amigas.

      Riley había logrado ser admitida a las pasantías del FBI por haber ayudado a resolver el caso, y el asesinato de sus amigas era una de las razones principales por las que quería convertirse en agente del FBI.

      Con voz entrecortada, Riley dijo: —¿Quieres que renuncie? ¿Quieres que no vaya a Quantico mañana?

      Ryan dijo: —Lo que yo quiero no importa.

      Riley tenía muchas ganas de llorar.

      —Sí, sí importa, Ryan —dijo Riley—. Importa mucho.

      Ryan se la quedó mirando por mucho tiempo.

      Luego dijo: —Supongo que sí, que sí quiero que renuncies. Sé que todo te parece emocionante. Ha sido una gran aventura para ti. Pero es hora de que ambos sentemos cabeza. Es hora de seguir adelante con nuestra vida real.

      Riley de repente sintió que esto tenía que ser una pesadilla de la cual no podía despertar.

      «¡Nuestra vida real!», pensó.

      ¿Qué significaba eso?

      ¿Y qué decía sobre ella el hecho de que no sabía lo que significaba?

      Solo sabía una cosa con certeza, que él no quería que fuera a Quantico.

      Luego Ryan dijo: —Mira, puedes trabajar en cualquier cosa aquí en DC. Y tienes un montón de tiempo para pensar en lo que quieres hacer a largo plazo. Entretanto, no importa si ganas mucho dinero o no. No gano mucho en el bufete, pero estamos sobreviviendo, y eventualmente ganaré bastante dinero.

      Ryan se metió otro bocado en la boca, pareciendo extrañamente aliviado, como si ya hubieran arreglado todo.

      Pero sentía que no habían arreglado nada. Riley había pasado todo el verano soñando con la Academia del FBI. No podía renunciar a eso ahora.

      «No —pensó—. No puedo hacer eso.»

      Ahora se sentía muy enojada.

      Con voz tensa, dijo: —Lamento que te sientas así. No voy a cambiar de parecer. Me voy a Quantico mañana.

      Ryan la miró como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.

      Riley se levantó de la mesa y dijo: —Disfruta el resto de la comida. Hay pastel de queso en el refrigerador. Estoy cansada. Me ducharé y luego me iré a la cama.

      Antes de que Ryan pudiera responder, Riley corrió al baño. Lloró durante unos minutos y luego se duchó por un largo raro. Cuando se puso la bata de baño y volvió a salir del baño, vio a Ryan sentado en la cocina. Había recogido la mesa y estaba trabajando en su computadora. Ni siquiera levantó la mirada.

      Riley entró en el dormitorio, se metió en la cama y empezó a llorar de nuevo.

      Mientras se limpiaba los ojos y se sonaba la nariz, se preguntó: «¿Por qué estoy tan enojada? ¿Ryan está equivocado? ¿Nada de esto es su culpa?»

      No podía pensar con claridad. Y en ese momento comenzó a recordar algo terrible… cuando despertó en la cama con un dolor agudo y se dio cuenta de que estaba empapada de sangre… cuando tuvo el aborto espontáneo.

      Ella se preguntó si esa era una de las razones por las que Ryan no quería que se convirtiera en agente del FBI. El caso del Asesino de Payasos

Скачать книгу