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amada y aceptada por todos ellos".

      Alistair analizó las estrellas, sujetando la mano de Erec firmemente, y se maravilló. No tenía ninguna duda del amor que él sentía por ella, pero se preguntaba qué diría su gente, gente que él apenas conocía. ¿La aceptarían como él pensaba que lo harían? No estaba tan segura.

      De repente, Alistair oyó pasos pesados. Miró y vio a un miembro de la tripulación del barco caminando sobre el borde de la barandilla, levantando un gran pez muerto sobre su cabeza y arrojándolo por la borda. Hubo un chapoteo suave por debajo y pronto un chapoteo más grande, mientras otro pez saltaba y se lo comía.

      Luego siguió un terrible sonido debajo de las aguas, como un gemido o llanto, seguido por otro chapoteo.

      Alistair miró al marinero, un personaje desagradable, sin afeitar, vestido con harapos, y al que le faltaban dientes, inclinándose sobre el borde, sonriendo como tonto. Se volvió y la miró, con una cara diabólica, grotesca, en la luz de las estrellas. Alistair tuvo un terrible presentimiento.

      "¿Qué tiraste por la borda?", preguntó Erec.

      "Las entrañas de un pez simka", contestó.

      "Pero ¿por qué?".

      "Es un veneno", respondió, sonriendo. "Cualquier pez que lo coma, morirá en ese instante".

      Alistair lo miró, horrorizada.

      "¿Y por qué quieres matar al pez?".

      El hombre sonrió más ampliamente.

      "Me gusta verlos morir. Quiero escucharlos gritar y me gusta verlos flotar, boca arriba. Es divertido".

      El hombre se volvió y caminó lentamente hacia el resto de su tripulación, y mientras que Alistair le miraba irse, sentía la piel de gallina.

      "¿Qué pasa?", preguntó Erec.

      Alistair alejó la mirada y sacudió la cabeza, tratando de hacer desaparecer lo que sentía. Pero no fue así; tenía una terrible premonición, no estaba segura de lo que era.

      "Nada, mi Lord", dijo ella.

      Se instaló nuevamente en sus brazos, tratando de decirse a ella misma que todo estaba bien. Pero ella sabía, dentro de sí misma, que estaba muy lejos de estar bien.

*

      Erec despertó en la noche, sintiendo que el barco se movía lentamente hacia arriba y hacia abajo, y supo inmediatamente que algo estaba mal. Era el guerrero dentro de él, la parte que siempre le había advertido un instante antes de que algo malo sucedería. Siempre había tenido ese sentido desde que era un niño.

      Se sentó rápidamente, alerta y miró alrededor. Se volvió y vio a Alistair profundamente dormida junto a él. Todavía estaba oscuro, el barco todavía se mecía sobre las olas, sin embargo, algo estaba mal. Miró alrededor, pero no vio ninguna señal de que algo estuviera mal.

      ¿Qué peligro podría existir, se preguntaba, aquí en medio de la nada? ¿Fue sólo un sueño?

      Erec, confiando en sus instintos, se agachó para agarrar su espada. Pero antes de que su mano pudiera agarrar la empuñadura, repentinamente sintió una pesada red cubriendo su cuerpo, cayendo alrededor de él. Estaba hecha de la cuerda más pesada que había sentido, casi lo suficientemente pesada para aplastar a un hombre y aterrizó encima de él, con firmeza a su alrededor.

      Antes de que pudiera reaccionar, sintió que era levantado por lo alto, la red lo tenía atrapado como animal, sus cuerdas estaban tan apretadas alrededor de él que no podía incluso moverse, sus hombros y brazos y las muñecas y pies estaban limitados, aplastados juntos. Fue izado más y más, hasta que  se encontró a unos seis metros por encima de la cubierta, colgando, como un animal atrapado en una trampa.

      El corazón de Erec se aceleró en su pecho, mientras trataba de comprender lo que estaba sucediendo. Miró hacia abajo y vio a Alistair, despertando.

      "¡Alistair!", gritó Erec.

      Ella lo buscó por todas partes, y cuando finalmente levantó la vista y lo vio, su cara se desencajó.

      “¡EREC!”, gritó ella, confundida.

      Erec observó cómo como varias docenas de miembros de la tripulación, llevando antorchas, se acercaban a ella. Todos tenían sonrisas grotescas, había maldad en sus ojos mientras se acercaban a ella.

      "Ya era hora de que él la compartiera", dijo uno de ellos.

      "¡Le voy a enseñar a esta princesa lo que significa vivir con un marinero!", dijo otro.

      El grupo estalló en carcajadas.

      "Después de mí", dijo otro.

      "No antes de que yo la haya hecho mía primero", dijo otro.

      Erec luchó para liberarse con todas sus fuerzas, mientras ellos continuaban aproximándose a ella. Pero fue en vano. Sus hombros y brazos estaban sujetados con tal firmeza, que ni siquiera podía moverlos.

      "¡ALISTAIR!", gritó desesperado.

      Estaba indefenso para hacer algo, mas que observar, mientras estaba colgado.

      Tres marineros se abalanzaron repentinamente por detrás sobre Alistair; ella gritó mientras la hacían caer, rasgaron su blusa, pusieron sus brazos por detrás de su espalda. La sostuvieron firmemente mientras varios marineros más se acercaban.

      Erec analizó el barco buscando cualquier señal del capitán; lo vio en la cubierta superior, mirando hacia abajo, observando todo.

      "¡Capitán!", gritó Erec. Este es tu barco. ¡Haz algo!".

      El capitán lo miró, luego poco a poco volvió la espalda a toda la escena, como no queriendo verla.

      Erec miró desesperado, cómo un marinero sacaba un cuchillo y lo sostenía sobre la garganta de Alistair, y Alistair gritó.

      "¡NO!", gritó Erec.

      Era como estar viendo una pesadilla desvelándose ante él – y lo peor de todo, es que no había nada que pudiera hacer.

      CAPÍTULO CINCO

      Thorgrin estaba frente a Andrónico, los dos solos en el campo de batalla, con todos los soldados muertos a su alrededor. Él levantó su espada por lo alto y la bajó hacia el pecho de Andrónico; al hacerlo, Andrónico dejó caer sus armas, sonrió de par en par y se acercó a abrazarlo.

      Hijo mío.

      Thor intentó detener la cuchillada de su espada, pero era demasiado tarde. La espada atravesó a su padre, y mientras Andrónico se partía en dos, Thor se sintió corroído por el dolor.

      Thor parpadeó y se encontró caminando por un altar interminablemente largo, sujetando la mano de Gwen. Se dio cuenta de que era la procesión de su boda. Caminaron hacia un sol rojo intenso y cuando Thor miró a ambos lados, vio que todos los asientos estaban vacíos. Se volvió para mirar a Gwen y cuando ella lo miró, estaba aterrorizado mientras la piel de ella se secaba y se convertía en un esqueleto, que se convertía en polvo en su mano. Ella se convertía en un montón de cenizas a sus pies.

      Thor se encontró parado ante el castillo de su madre. De alguna manera había cruzado el paseo aéreo, y estaba parado ante inmensas puertas dobles, de oro, brillantes, tres veces más altas que él. No había ninguna manija, y tocó en ellas con las palmas de sus manos hasta que éstas comenzaron a sangrar. El sonido hizo eco en todo el mundo. Pero nadie respondió.

      Thor echó hacia atrás su cabeza.

      "¡Madre!", gritó él.

      Thor se hundió hasta las rodillas y al hacerlo, la tierra se convirtió en barro, y Thor resbaló por un acantilado, cayendo y cayendo, agitándose por el aire, hacia abajo, cientos de metros, hacia un mar embravecido. Extendió sus manos al cielo, vio desaparecer de la vista al castillo de su madre y gritó.

      Thor abrió los ojos, sin aliento, el viento cepillando su rostro, y miró a su alrededor, intentando averiguar dónde estaba. Miró y vio un océano, pasando por debajo de él, a velocidad de vértigo. Miró hacia arriba y vio que agarró algo áspero, y al escuchar el gran aleteo,

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