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moral: los hombres se veían cada vez más inmersos en una cadena de procedimientos y, por ende, menos responsables de las acciones propias, es decir, tenían escasos estímulos para detenerse a pensar, a hacer juicios morales acerca de sus acciones. Se podrá refutar: ¿en qué momento hay lugar para ello? Y sería correcto replicar: en los momentos previos, de pausas, de letargia,13 en los cuales el militar reflexivo14 debe plantearse preguntas: ¿si estuviera en determinada situación, qué haría?, y la institución debería promover y facilitar esta actividad,15 particularmente en la ejecución de operaciones postmodernas que, además de verse afectadas por el impacto de la variable tecnológica, presentan ambigüedades y mayores desafíos.

      El trabajo de Sarkesian fue replanteado por Don M. Snider, John A. Nagl y Tony Pfaff en 1999, en un trabajo titulado Army Professionalism. The Military Ethic, and Officership in the 21st Century, en el seno del entonces recién creado Centro para la Ética Militar Profesional del Ejército de Estados Unidos. Estos autores tomaron el planteamiento de Sarkesian como marco de referencia para analizar la profesión militar de forma sistemática y ordenada. En ese sentido, propusieron una matriz de 3 × 3 de interacciones sociales, políticas y funcionales inherentes a la relación entre una sociedad democrática y su ejército. Así, cada uno de los componentes puede ser analizado en tres niveles o perspectivas: la sociedad estadounidense, la institución militar y el soldado dentro de la institución. Estas relaciones y asuntos presentes en la agenda pública del momento, señalan los autores, crean tensiones saludables y disfuncionales entre las diferentes perspectivas; estas interacciones son las que nos interesa resaltar, es decir, cómo en un momento coyuntural de la pos Guerra Fría los autores antes mencionados analizaron las mismas relaciones que Sarkesian había examinado casi dos décadas antes, sin perder de vista que, más que el contenido de los argumentos, nos proponemos llamar la atención sobre la estructura metodológica.

       Tabla 1. Componentes

Componentes
Nivel de análisis Técnico-militar Ético Político
Sociedad Prohibición de minas terrestres, operaciones militares diferentes a la guerra Ética egoísta o postmoderna Aversión a las casualidades, intervencionistas
Institución militar Autorización de devolución de mercancía, recursos, reclutamiento, profesionalismo en declive La ética profesional militar y la fuerza de protección Doctrina Powell y fuerza de protección
Soldado individual Habilidades individuales, retención Valores individuales Políticas individuales, brecha cívico militar

      Fuente: American Military Professionalism.16

      No incluiremos referencias del componente funcional (técnico-militar) ni del político, pues nos parece pertinente centrar la atención en el ético. Los autores explican que este componente busca en cada nivel de análisis dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿qué deben hacer el oficial y el soldado?, ¿qué clase de líderes debe tener el ejército? Las respuestas a estas preguntas establecen normas de comportamiento individual y colectivo, en función de los cursos de acción y resultados que el oficial está obligado a buscar; es decir, constituyen una ética militar profesional, definida por los autores como “el cuerpo de principios morales o valores que gobiernan una cultura particular o grupo”.17

      En el nivel de la sociedad, a pesar de reconocer que la sociedad estadounidense es ecléctica y abraza una variedad de creencias éticas, esas tendencias han sido etiquetadas incorrectamente como postmodernas. Los autores sostienen que el término alude más bien a una compleja colección de creencias y teorías que en esencia rechazan la idea de que haya una verdad objetiva, ética o de otra índole. Sin un estándar objetivo de verdad, los individuos y grupos eligen qué es la verdad, es decir, que esta es relativa a sus deseos y creencias. Otra manifestación de esta suerte de relativismo es el egoísmo irreflexivo, el cual promulga que lo moralmente bueno es “lo que es mejor para mí”. Los autores separan la tendencia ética postmoderna de la ética fundada en el egoísmo, y sostienen que esta última, a diferencia de la primera que apela al absoluto relativismo, se constituye en un estándar objetivo contra el cual medir la conducta. Sin embargo, observan que las personas, en general, tienden a combinar la ética egoísta con la postmoderna; confían y aceptan este contradictorio sistema ético como válido. Los autores manifiestan cierta preocupación, producto de su experiencia, al enseñar a jóvenes militares, pues advirtieron que muchos de ellos aceptaban aquellas creencias contradictorias en una institución basada en valores que privilegia el pensamiento racional, de modo que el potencial de conflicto era enorme. Asimismo, reconocían que los oficiales no veían nada de malo en abrazar una ética personal de interés o relativismo irreflexivo junto con las exigencias éticas objetivas de la profesión.18

      En aquel momento, ya entrada la postmodernidad, los autores identificaron un problema estructural que se ha agudizado en la actualidad y que nos interesa enfatizar: la contradicción y divergencia entre sistemas de valores; en un contexto más amplio, como lo hemos definido, entre sistemas de referencia. Esta es una característica de la postmodernidad, de su racionalidad: la ambigüedad y la contradicción están presentes en todas las dimensiones de la vida, y la ética no es una excepción.

      En el nivel de la institución militar, como anticiparon los autores, la contradicción era más evidente cuando los oficiales intentaban reconciliar su ética personal con la de la institución: “Las creencias de egoísmo y relativismo postmoderno pueden ser mantenidas consistentemente por muchas personas en [Estados Unidos], pero no pueden ser mantenidas por los oficiales del ejército, quienes simultáneamente tienen una ética profesional objetiva”.19 Rechazan la idea de que un individuo pueda compartimentar su vida en diferentes roles, mantener diferentes éticas para cada rol y aun así llevar una vida moralmente consistente. Las razones que exponen son que la ética militar precisa de que al menos una verdad sea mantenida como objetiva; en cambio, la ética social, no. La ética militar profesional requiere que los oficiales pongan su propio interés como secundario, mientras que la ética social no encuentra motivos para renunciar al egoísmo. Los autores encuentran problemas irresolubles entre la perspectiva social y la institucional, básicamente porque parten de la concepción tradicional de ética militar profesional, entendida como normativa y prescriptiva por razones funcionales y de legitimidad política. Las obligaciones éticas del militar están predeterminadas por mandatos y han de primar sobre cualquier otro sistema de valores; la contradicción o la oposición a tales disposiciones objetivas hace inviable o poco efectiva la acción militar y debe ser proscrita.20

      En el nivel individual, siguiendo la misma lógica, los autores sostienen: “El problema no radica en las contradicciones discutidas anteriormente, que los soldados escojan erróneamente una ética sobre otra, que den mayor peso a la ética social cuando deberían haber dado peso a la ética profesional, aunque en ocasiones esto también pueda ser un problema”.21 El problema fundamental que subrayan los autores es el relativismo promovido por la contradicción, pues si no existe verdad ética, cualquier creencia puede pasar por guía moral y cualquier decisión puede ser tan justa como otra. La preocupación de los autores que se sigue de sus conclusiones es que el ethos postmoderno y el egoísmo irreflexivo, incompatible con la ética militar profesional, deriven en que el oficial falle a la hora de identificar sus obligaciones morales como subsidiarias de la perspectiva institucional que debe ser prioritaria, y que esto lleve a una conducción operacional deficiente,

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