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estimó conveniente impulsar un estudio que analice, explique y evalúe los resultados del esfuerzo que puso en marcha hace medio siglo su hoy venerado ex alumno, el padre Alberto Hurtado, para preparar un Código del Trabajo fundado en la libertad sindical, que alcanzó a encargar hacia 1950 al autor de estas líneas, como abogado asesor de la Acción Sindical Chilena (ASICH) en ese entonces.

      3. La tarea era desproporcionada para mi entonces limitada experiencia, pero no había mucho dónde escarbar. Con ayuda de algunos amigos de la ASICH preparamos un primer borrador, que alcanzó a conocer su capellán Padre Hurtado, según consta del informe que entregó al Episcopado en 1951. Un texto más afinado se aprobó por la directiva de ASICH en 1954. Su texto se reproduce como anexo de la obra El padre Hurtado y su lucha por la libertad sindical.2

      4. Como sabemos, el fallecimiento del padre Hurtado ocurrió después de una larga enfermedad, que lo alejó de nosotros desde la primera mitad de 1952. Pero la larga batalla por la libertad sindical, hasta contar con un Código basado en ella, se continuó prácticamente hasta hoy.

      5. Nos parece que el Código del Trabajo hoy vigente cierra el gran capítulo del siglo XX y nos sitúa ante los desafíos propios del siglo XXI: el desarrollo de la educación, la asociación, las comunicaciones, la internacionalización, la ciencia y la tecnología, proceso que se suele llamar globalización. Este nuevo escenario histórico lo ilustran el hundimiento de las utopías totalitarias fascista y nazi vencidas en la Segunda Guerra Mundial; la extinción de laUnión Soviética (URSS) en 1991, que capitaneaba el totalitarismo comunista; la influencia mundial de la OIT y, desde la perspectiva del humanismo cristiano, el aggiornamento del Concilio Vaticano II, que aún no terminamos de asimilar, y la gigantesca labor magistral y apostólica de S.S. el papa Juan Pablo II.

      6. Ante esta nueva realidad hemos intentado un examen esclarecedor y objetivo del Código vigente, cuyo aliento de libertad asociativa se debe en Chile muy principalmente al impulso del padre Hurtado, que, en vida de él, pocos acogieron, pero terminó por imponerse aquí y en todo el mundo.

      7. Este libro pretende, ante todo, ser una explicación y evaluación técnica y objetiva del Código del Trabajo vigente en agosto de 2002, pero no se limita a eso. Intenta reflexionar sobre la grandeza, profundidad, dignidad y responsabilidad –humanas y cristianas– comprometidas en la selección, capacitación, aprovechamiento, retribución y regulación del trabajo de las personas y los grupos, con los ojos del padre Hurtado, que tan claramente comprendió que no podía alcanzarse la justicia sin amor, ni era legítimo el amor, sin respetar la justicia.

      8. Agradezco la generosa cooperación de los profesores Francisco Tapia, director del Departamento de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la PUC; Teresita Tagle, profesora de la PUC, que me prestó su permanente auxilio; de las distinguidas colegas Ximena Gutiérrez y Rosa María Mengod, profesoras del ramo, en la Universidad de Chile; María Eugenia Montt, profesora de la Universidad Central, y abogado integrante de la Iltma. Corte de Apelaciones Pedro Aguirre Cerda; al profesor de economía en la Escuela de Ingeniería Comercial de la PUC y presidente de la Comisión de Doctrina Social, don Fernando Coloma, y al R.P. Tony Mifsud, vicedecano de la Facultad de Teología y Moral, de la misma universidad. Vaya también mi gratitud a Editorial Jurídica de Chile y a quienes, dentro de ella, debieron soportar nuestras persistentes inquietudes de principal responsable de la obra, don Patricio Rojas, gerente general, y sus inmediatas colaboradoras y estimadas amigas Rosa da Venezia, Ana María García y Pilar de Iruarrizaga.

      9. Cierro estas líneas con un muy personal reconocimiento a la Pontificia Universidad Católica de Chile, particularmente al Rector don Pedro Pablo Rosso; a la decana titular, doña María Cristina Navajas; al decano en ejercicio, don Jaime Náquira; a la Universidad Finis Terrae, en especial a su rector, don Pablo Baraona; a su vicerrector académico, don Álvaro Vial, y a la directora del Centro de Investigación y Documentación para la Historia de Chile Contemporáneo (CIDOC), doña Patricia Arancibia, por sus especiales facilidades y apoyo para el cumplimiento de esta tarea.

      WILLIAM THAYER ARTEAGA

      Santiago, octubre de 2002

       INTRODUCCIÓN

      El propósito de esta introducción es comparar la situación social por la que atravesaba la sociedad chilena en la década del cuarenta, década en que escribió y predicó con celo y devoción el padre Alberto Hurtado Cruchaga la Doctrina Social de la Iglesia, con la situación correspondiente a la última década del siglo XX, para comprender así más cabalmente el contexto de su pensamiento y de sus expresiones en comparación con el contexto en que nos situamos nosotros en el presente y que determina nuestra comprensión de la situación social del país. Es un principio fundamental de la hermenéutica de los discursos diferenciar el texto de su contexto para comprender la intencionalidad de los significados que propone, sea que el contexto esté explícitamente incorporado en el texto, sea, como en nuestro caso, que contemos con información empírica adicional e independiente.

      Evidentemente, el padre Hurtado no habla ni escribe en su época como un cientista social, sino como un hombre esencialmente apasionado por Cristo y por la encarnación de su vida en la vida de los hombres de su época. “¡Que Cristo sea chileno!”, dijo una vez, es decir, que asuma el rostro concreto y variado de los profesionales, de los jóvenes, de los religiosos, de los obreros, de los pobres, de los dirigentes y líderes nacionales. Quería llevar las ideas de la Doctrina Social a la acción, convertirla en obras, de modo tal de aliviar efectivamente las necesidades y el dolor de todos los más desfavorecidos y marginados. Por ello, su discurso buscaba despertar las conciencias, movilizar energías, infundir entusiasmo, “acelerar” la santificación de los jóvenes, siguiendo el consejo de León Bloy: “La única tristeza que puede tener un cristiano es la de no ser un santo”. Con todo, tenía los pies bien puestos en la tierra y una idea bastante realista de la evolución de los procesos sociales característicos de la década.

      Nuestra atención al pensamiento del padre Hurtado tiene como referencia la carta que entregó a S.S. Pío XII, donde, en mérito de la brevedad y la tan alta investidura de su destinatario, resume lo esencial de su preocupación social frente a la realidad que estaba viviendo la sociedad chilena de su época. Le preocupaba que una vez zanjada la cuestión religiosa mediante la separación de la Iglesia y del Estado consagrada en la Constitución de 1925 y la aceptación consiguiente de un cierto grado de secularización del espacio público, la conciencia de los católicos no percibía con claridad que el nuevo y más importante desafío al cristianismo venía del escenario social, puesto que a través de él se hacía manifiesta la gran influencia del marxismo y, simultáneamente, la ausencia de los cristianos entre los obreros y los nuevos grupos urbanos. La dirigencia católica se había quedado anclada, en su percepción, en el horizonte rural, manteniendo en el campo una dominación casi “feudal”, como la denomina. Pero tanto o más grave que esta forma de gobierno de los asuntos agrícolas era para él la insensibilidad e indiferencia de los cristianos frente a la movilización social en los nacientes núcleos urbanos que acogían a los trabajadores inmigrantes por la reducción del trabajo minero, particularmente, de las salitreras. A diferencia de los agrícolas, estos trabajadores habían sido sindicalizados, sabían organizarse, tenían mayor experiencia en la lucha social y su orientación era más bien anarquista o marxista y, en todo caso, no cristiana. “El peligro más grave, según me parece –escribe a Su Santidad–, es que no parece que nos demos cuenta del peligro”.

      El autor del presente libro, el profesor William Thayer, ha publicado ya una preciosa contribución a explicar la tan incomprendida labor del padre Hurtado por fomentar la libertad sindical en Chile, de la que fue un pionero, mediante la creación de la Acción Sindical Chilena (ASICH), y ahora concentra su atención en el análisis y comentario de las normas del Código del Trabajo, inspirado en las disposiciones de la Organización Internacional del Trabajo, que tanto deben a la Doctrina Social de la Iglesia y a la predicación y acción del padre Hurtado en nuestro país. El transcurso del tiempo permite tomar la distancia necesaria para considerar el proceso social en todo su despliegue y comprender que lo que entonces era un desafío emergente de integración de los nuevos grupos urbanos a condiciones de vida humanamente dignas

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