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no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob: Dame hijos, o si no, me muero” (Gn. 30:1).

      Dios está dando hijos a Jacob en la tierra de su peregrinaje. De Lea: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón; de Bilha, sierva de Raquel: Dan, Neftalí; de Zilpa, sierva de Lea: Gad, Aser; de Raquel: José, Benjamín. Dios usó la rivalidad entre las dos hermanas para que deseasen tener más hijos, aun por medio de sus siervas, algo que se hacía con frecuencia en aquellos días. Sara había utilizado este método y el resultado fue Ismael. Ahora Lea and Raquel están usando este método y el resultado son las doce tribus de Israel, los doce hijos de Jacob. ¿Por qué en el caso de Sara lo censuramos, pero en el caso de Lea y Raquel no? ¿Es porque el caso de Sara resultó en un rival para el hijo de la promesa, pero en el caso de estas dos hermanas el resultado fue para la bendición de Israel, para fundar la nación? ¿Acaso depende del resultado?

      Toda la historia de estos nacimientos está marcada por rivalidad, celos, envidia, desprecio, dolor, odio, frustración, enfado y egoísmo. ¡Pero el resultado fue el pueblo de Dios! “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveramos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera” (Romanos 6:1-2). Si no fuese por la gracia de Dios a pesar de nuestro pecado, no habría ningún Israel, y no existiríamos ninguno de nosotros. Dios nos habría fulminado a todos. La gracia de Dios en medio de nuestro pecado nos sobrecoge. Es el único trasfondo humano que hay, y es el que Dios usa para prepararnos para recibir el evangelio. Jesús vino al mundo para salvar a pecadores.

      11

      LEA

      “Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos;

      pero Raquel era estéril”

      Gn. 29:1

      En Kenia, la práctica de poligamia está muy extendida. Algunos hombres tienen veinticinco hijos de tres o cuatro mujeres. Si eres una de estas esposas y te conviertes al Señor, ¿qué perspectivas de felicidad matrimonial tienes? ¿Dónde vas a encontrar la felicidad? En criar a tus hijos, en formar parte de la iglesia de Dios, en servir a otros, en los consuelos del Espíritu Santo y en tu esperanza del futuro.

      Lea era una mujer que compartía a su marido con su hermana. Mejor que las dos criadas que tuvieron hijos con Jacob y ni siquiera eran esposas. No tenían derecho a nada. ¡Qué vidas! Sin embargo, ¡Dios lo permitió y lo usó para la edificación de Israel! En total Jacob tuvo doce hijos varones, de los que procedieron las doce tribus de Israel. ¡Qué comienzo para una nación! Nació en el pecado y engaño humanos. Jacob se casó con Lea porque su padre le engañó. ¿Cómo puede esto ser la voluntad de Dios? ¿Por qué no empezó su pueblo con Raquel? ¿Por qué no tuvo ella los doce hijos? ¡Y pobre Jacob!, la mujer de su vida le es negada durante años, finalmente se casa con ella, y no pueden tener hijos. Él ora y Dios le concede un hijo. Tienen unos años de felicidad matrimonial, con rivalidad y celos de parte de la hermana, cuando Raquel se queda en estado otra vez, ¡que ilusión y felicidad!, y resulta que muere en el parto. Joven, bella, enamorada, y la vida se le escapa de los dedos. Jacob la llora el resto de su vida. Pero el niño vive y es la decimosegunda tribu de Israel, Benjamín. ¿Qué plan de vida es este? ¿Cómo puede Dios permitir estas cosas?

      Evidentemente, la meta no es la felicidad conyugal, sino la edificación de su pueblo. Esta es la perspectiva de Dios. ¿Dios aprueba del engaño? No. ¿Por qué se llevó a Raquel? No lo sabemos. Pero lo que sabemos es esto: la vida no es ideal, la felicidad particular no es la meta, el pecado lo impregna todo y lo estropea y, a pesar de todo, Dios edifica a su pueblo en el mundo real, en medio de mucha frustración, pena y dolor humano. ¿Qué pasa con la historia del príncipe y la princesa que se casaron, vivieron felices y comieron perdices? Es un cuento. No es de este mundo. La vida fuera del Edén no es idílica. La felicidad total nos espera en el reino de nuestro Padre. Allí, el Príncipe se casará con su Amada Iglesia y habrá total felicidad, y lo esperamos y lo añoramos, y por eso nuestro corazón clama: “Ven pronto, Señor Jesús”. Y por eso se hacen los preparativos para las bodas del Cordero. Mientras tanto, José entierra a Raquel, y Lea sabe que nunca será amada por el hombre de su vida. Y Dios está allí.

      12

      DIOS SIGUE TRATANDO EL CARÁCTER DE JACOB

      “El Señor al que ama, disciplina, y azota a todo

      el que recibe por hijo”

      He. 12:6

      Es sorprendente que los judíos tengan orgullo de sus raíces. Como hemos visto, sus orígenes son pecaminosos. Descienden de unos padres deshonestos, engañadores, mentirosos, inmorales, incrédulos y desleales. Cuando leemos su historia nos escandalizamos. Pero hay algo aún más sorprendente, y es que ¡Dios se identifica con ellos y les llama “su pueblo”! A causa de ellos, “su nombre ha sido blasfemado entre los gentiles” por su desobediencia a la ley y su incredulidad, por el mal testimonio que han dado desde sus orígenes. Dios los ha disciplinado severamente, pero no los ha abandonado. Ha sido fiel a sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob. Lo que nos maravilla aún más es que el Hijo de Dios quisiera descender de esta raza: “A los suyos vino” (Juan 1:12). ¡Ellos son sus antepasados! Se identificó totalmente con este pueblo corrupto. Se bautizó con los pecadores, lloró sobre sus pecados, llevó su condenación sobre sí, y murió por sus pecados.

      Volviendo a nuestra historia, vemos cómo el pecador Jacob sigue siendo disciplinado por Dios por medio de su tío, un hombre de su mismo talante. Labán ya le ha engañado en el asunto del matrimonio y ahora lo va a hacer en cuanto a la vida laboral. Jacob tiene ahora una familia numerosa y expresa su deseo de volver a casa, pero su tío ha visto que Dios le ha prosperado por medio del trabajo de Jacob y no quiere que se vaya. Tampoco quiere pagarle un salario digno; por lo tanto, le engaña. Esta es la escena laboral de hoy día. ¡Parece que esto fue escrito ayer! “Labán le respondió: Halle yo ahora gracia en tus ojos, y quédate; he experimentado que Jehová me ha bendecido por tu causa” (30:27). ¡Pero no tiene temor de Dios, solo intereses egoístas!

      Se ponen de acuerdo en cuanto a cierto salario y Labán no se lo da. Cada vez que “firman un contrato laboral”, Labán lo incumple. Jacob se lo cuenta a sus esposas: “Vosotras sabéis que con todas mis fuerzas he servido a vuestro padre; y vuestro padre me ha engañado y me ha cambiado el salario diez veces; pero Dios no le ha permitido que me hiciese mal” (31:6-7). “Miraba también Jacob el semblante de Labán, y veía que no era para con él como había sido antes” (31:2). Hay tensiones. El ambiente está cargado. Es muy desagradable trabajar en estas condiciones. Hay celos y rivalidad de parte de los “otros trabajadores”, aunque Jacob está cumpliendo bien sus responsabilidades, pues los hijos de Labán le odian. Dios está haciendo incómoda su estancia en Padan-aram para que vuelva a su tierra. En medio de estas tensiones, y por medio de ellas, el Señor le llama a volver a su tierra: “También Jehová dijo a Jacob: vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo” (v. 3).

      Dios usa la situación laboral para moldearnos, para corregirnos, para hacer de nosotros personas honradas en medio de gente que no lo es. Jacob ha engañado y ahora conoce lo que es ser engañado. Experimenta en su carne el daño de la mentira. Sabe lo que es padecer injustamente. Sufre pérdidas. Su trabajo no es valorado. Es odiado sin haber hecho nada para merecerlo. El trato que ha dado a su hermano, Dios se lo devuelve. Pero no le abandona. Lo está guardando en medio de esta disciplina dura y lo está usando para que tenga ganas de volver a su tierra. Dios tiene un propósito en todo el mal que nos acontece, nos moldea, pero también nos impulsa a cumplir con nuestro llamado. Jacob está preparado para volver a casa.

      13

      JACOB EN EL NUEVO TESTAMENTO

      “Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él:

      He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño”

      Juan 1:47

      Lo que tenemos aquí es una conversación con muchas alusiones a las Escrituras que evidencia que tanto Felipe como su amigo Natanael amaban la Palabra de Dios, habían meditado mucho

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