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el deseo de amar, por el contrario, Lacan encuentra un elemento de actividad inherente al comportamiento del narcisista. Este último siempre ignora al otro. La relación anaclítica en su persistencia en el adulto es considerada una prolongación de una posición infantil, que en su artículo sobre los tipos libidinales Freud llama erótica. (75) Tomando en consideración ambos tipos, Lacan señala que la relación anaclítica es la posición más abierta, es decir, la misma da mayor posibilidad para intervenir sobre ella.

      En el Seminario 4 Lacan estudia el caso de Freud de la joven homosexual que, en este momento, abordaremos desde la perspectiva de la fascinación imaginaria. Aunque el mismo admite, también, ser trabajado a partir del orden simbólico, si consideramos la falta puesta en juego en el amor en su doble vertiente –el amor como don y el falo como lo que se desea en la persona amada–, y desde el registro real, si tomamos en cuenta el objeto a oculto bajo la imagen, vacío real que no se puede simbolizar. Durante este seminario, Lacan se interesa por la práctica del amor cortés, a la que ya aludió en el Seminario 3 y la cual trabajará, fuertemente, en el Seminario 7.

      Algo se decide en el caso cuando, en algún momento de su juventud, la joven sufre una decepción en relación con el objeto de su deseo. Fantaseaba con la posesión de un hijo imaginario del padre y, causada por dicha necesidad, se satisfacía en el plano simbólico cuidando un niño, hijo de unos amigos de sus padres. En este contexto, el padre da a la madre un hijo real. Freud explica que tras el desengaño la joven se identifica con el padre y desempeña su papel, lo que implica una regresión al narcisismo. Desde esta posición, convertida ella misma en el padre imaginario se aferra al pene, objeto que no tiene, y se vincula con una dama a quien ama. Le demuestra, de esta forma, al padre cómo se puede amar, es decir, cómo dar lo que no se tiene.

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