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el destino final.

      Prepárese el lector para un soplo de aire fresco que le hará reflexionar sobre la posibilidad de que en las organizaciones mercantiles la persona y su dignidad ocupen el centro. Porque tener dos piernas o ninguna, ver claramente o tener ceguera, razonar con agilidad o hacerlo con tremendas lagunas o alucinaciones, no son más que accidentes que nada dicen de la verdadera esencia de la dignidad humana… Y porque la eficacia y la justicia, aunque algunos se empeñen en oponerlas, son también caras de la misma moneda, mostrando que no están reñidos el pragmatismo y los valores e ideales… Porque hoy, más que nunca, es imprescindible que el gobierno de las iniciativas mercantiles y sociales se confíe a mujeres y hombres justos y, a la vez, eficaces… eficaces y, a la vez, justos.

      Historia de una locura empresarial social y rentable: La Fageda, a través del compendio de las historias humanas ligadas al proyecto común, es un excelente ejemplo, que no deja indiferente y que muestra el empeño en poner la economía al servicio del hombre y no al revés (como suele ocurrir en demasiadas ocasiones).

      Cristóbal completó con éxito su Programa de Perfeccionamiento Directivo (PPD) y, desde entonces, he disfrutado de su amistad y afecto y de muchas de sus memorables reflexiones realizadas a mis alumnos del IESE, algunas de las cuales se recogen en este libro. En mis visitas a La Fageda me sigue admirando el extraordinario ambiente de fraternidad y optimismo entre todos los empleados y el sincero agradecimiento de ellos y sus familias, verdaderas coprotagonistas de esta historia de esfuerzo, coraje y esperanza.

      Animo al lector a disfrutar de estas páginas, que también contribuyen a desterrar algunos de los miedos y prejuicios que provocan los enfermos mentales. De paso, no olvide darse el placer de consumir los yogures, helados y mermeladas de La Fageda (placer único; ¡se lo aseguro!). Finalmente, si tiene un día libre, visite la iniciativa in situ, en el paraíso de La Fageda d’en Jordà en el parque natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, al lado de Olot (Girona) donde Cristóbal, Carme y toda su gente se desvivirán por hacerle partícipe del proyecto. ¡Vale la pena!

      José Antonio Segarra

      Un proyecto de locos

      7 de abril de 1982. Despacho del alcalde de Olot (Girona), señor Joan Sala Villegas, economista y empresario de éxito, uno de los propietarios de la marca olotense de ropa y calzado Privata. El alcalde ha concedido audiencia a dos señores que asisten puntualmente a la cita. Uno de ellos, Josep Torrell, es un médico conocido en la comarca como coordinador de la atención psiquiátrica en la zona de la Garrotxa. Llega acompañado de un desconocido de poco más de treinta años.

      —Buenas tardes.

      —Buenas tardes. Ustedes dirán.

      —Señor alcalde —empieza Josep Torrell—, me gustaría que escuchara a mi amigo, el señor Cristóbal Colón. Desea llevar a cabo alguna actividad empresarial en la comarca, aún no sabe cuál, con catorce personas que padecen enfermedades mentales. Su iniciativa contaría con el apoyo de la dirección del psiquiátrico de Salt.

      El alcalde no responde. Está digiriendo la información. Inconscientemente, menea la cabeza y observa en silencio al acompañante.

      —Hola. Me llamo Cristóbal Colón y soy psicólogo. Me disculpará, pero apenas hablo catalán. Tengo previsto montar una empresa con las catorce personas de las que le hablaba hace un momento el doctor Torrell, y mi objetivo es ofrecer trabajo a todas las personas con enfermedad mental de la comarca porque pienso que trabajar les puede ayudar en su vida.

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      Los primeros trabajadores compartían el claustro del Carme con los bomberos de Olot.

      Se vuelve a producir un silencio extraño. El alcalde observa a ambos visitantes y a continuación revisa la agenda, con la esperanza de encontrar alguna pista que le ayude a entender qué le están contando. Una empresa de no se sabe qué, dirigida por un tal Cristóbal

      Colón, psicólogo por añadidura, y que quiere contratar como trabajadores a personas con enfermedades mentales... ¿Un psicólogo poniendo en marcha una empresa? ¿Con el respaldo de un psiquiátrico?

      Hasta el momento, todos los empresarios que han llamado a la puerta del alcalde para hablarle de un nuevo negocio en la comarca tenían un proyecto por desarrollar, y la mayoría disponía también de dinero para invertir. A los emprendedores que le visitan lo único que suele faltarles es encontrar a los mejores profesionales para llevar adelante su proyecto de negocio. En cambio, estos dos hombres que ahora están sentados en el despacho del alcalde pretenden seguir el proceso inverso: quieren contratar a las personas que ningún empresario acepta, no cuentan ni con un céntimo para pagarles y ni siquiera tienen un proyecto empresarial claro. Es la presencia del doctor Torrell lo que hace dudar al alcalde. De no ser por él, creería que es víctima de una broma pesada de las de cámara oculta.

      Ambos visitantes esperan con impaciencia la reacción del alcalde. Pero Joan Sala necesita pensarlo. Se trata de la primera noticia que el Ayuntamiento de Olot tiene de la futura cooperativa La Fageda, y el proyecto no parece demasiado prometedor. Aun así, les hace algunas preguntas. El hombre que en lo físico es una mezcla de filósofo clásico y genio despistado y se hace llamar Cristóbal Colón responde con seriedad. Las respuestas que oye el alcalde, aunque no sean música celestial, le despiertan un interés inconcreto, pero al fin y al cabo interés. Se convence de que debe ayudar a esos dos hombres, aunque sea de manera simbólica, y decide cederles una sala grande del antiguo Convento del Carme de Olot, anteponiéndolos a una decena de asociaciones olotenses que solicitan ese espacio. No es mucho: cuatro paredes con teléfono y luz en el centro de la ciudad, pero para Cristóbal, que ha llegado a la Garrotxa con el bagaje de un propósito, unos ahorros más bien exiguos y un Doscaballos, estas cuatro paredes son una maravilla.

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      Llegada de la primera furgoneta con trabajo para la cooperativa a los talleres del claustro del Carme.

      Años más tarde, recordando este episodio, el ex alcalde Joan Sala le diría a Cristóbal Colón: “Pudiste llevar adelante el proyecto porque no habías estudiado económicas. Si en ese momento hubieras conocido aunque sólo fuera un poco el mundo de la empresa y los negocios, ni lo habrías intentado, porque, objetivamente, el proyecto era de locos. Sí, estoy seguro: lo pudisteis hacer porque no sabíais que era imposible”.

      No, no lo sabían. Ni él, ni su mujer, Carme Jordà, pedagoga y cofundora de la cooperativa. No sabían tampoco todo lo que les quedaba por sufrir y disfrutar al frente de una empresa con alma, como ellos definen la cooperativa La Fageda. Ni se imaginaban que les costaría tanto convencer a algunos familiares de las personas con enfermedades mentales de que sus hijos, hermanos o padres podían y sabían trabajar. Ni sospechaban que la necesidad les llevaría a especializarse en el negocio de los viveros forestales y que Cristóbal y dos personas más de la cooperativa terminarían por pronunciar una conferencia en el Colegio de Ingenieros Forestales de Madrid para presentar un nuevo envase de plantón diseñado por ellos. Ni creían que en la década de los ochenta salir a la calle a tomar el fresco con un grupo de personas diferentes pudiera causar tanto desconcierto entre los ciudadanos de Olot. Ni podían prever que el nombre elegido para la empresa, La Fageda, sería premonitorio —como tantas cosas en esta historia— y años más tarde conseguirían instalar la sede de la cooperativa en el centro de la Fageda d’en Jordà, el hayedo que cantara el poeta Joan Maragall. Ni se veían estudiando en una escuela de negocios. Ni habrían creído jamás de los jamases que acabarían montando una fábrica de yogures y que pasarían en ella largas noches colocándolos en palés a fin de que el único camión que tenían pudiera salir con puntualidad. Ni podían adivinar que, haciendo de la necesidad virtud, crearían el primer Centro Especial de Empleo de España que acogería con éxito en un mismo espacio a personas con enfermedad mental y con discapacidad psíquica. Ni se habrían creído que un día tendrían un “pequeño” problema protocolario por utilizar sin autorización la imagen de Jordi Pujol, president

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