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les permitió conocer cómo una misma dolencia puede mostrar un curso clínico distinto y exigir un pronóstico diferente en adultos y ancianos. La tradicional condición del anciano como enfermo adulto ‘de edad avanzada’, creencia griega no discutida, quedó invalidada por la realidad clínica de la experiencia hospitalaria.

      Se puede considerar el Hospital Salpetrière en Francia, con 2000 a 3000 ancianos recluidos, como el primer centro geriátrico conocido. Fue aquí donde Charcot dio las primeras Leçons cliniques sur les maladies de vieillards, con temas que incluían discusión sobre enfermedades especiales de los viejos, diferencias individuales y la distinción entre envejecimiento y enfermedad. Es tal vez la primera vez que se habló de la importancia del seguimiento del anciano a través del tiempo. A partir de la mitad del siglo XIX, la geriatría comenzaba a existir verdaderamente, sin llevar aún ese nombre. Preocupado por buscar las causas del envejecimiento y especificar sus manifestaciones, Charcot definió, de un lado, las enfermedades propias de la vejez como marasmo senil y atrofia cerebral, y de otro lado, las enfermedades de cualquier edad que durante el envejecimiento adquieren características específicas, y finalmente, las inmunidades patológicas creadas por la vejez que explican la rareza de algunas enfermedades en los ancianos, por ejemplo, la tisis y las fiebres eruptivas.

      Con sus estudios, Charcot buscaba ante todo proteger los ancianos y para ello creó una rama especial de la medicina, para la cual Ignatz Leo Nascher (1863-1944) propuso en 1909 (según algunos autores 1912) el término geriatría, en su obra presentada en la Academia de Ciencias de Nueva York titulada Geriatría, las enfermedades de los ancianos y su tratamiento. Este pediatra norteamericano y fundador del primer departamento de Geriatría en los EE. UU., en el Hospital Mont Sinaí de Nueva York, explica en esta publicación, que el término se derivada del griego gerón (viejo) y de iatrikos (tratamiento médico).

      Unos pocos años antes, en 1903, Metchnikoff, sociólogo y biólogo ruso, sucesor de Pasteur y Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1908, propuso a la gerontología como ciencia para el estudio del envejecimiento, ya que según él “traería grandes modificaciones para el curso de este último período de la vida”. En 1929 Rybnikov definió el objeto y la finalidad de esta nueva disciplina del siguiente modo: gerontología: la investigación del comportamiento en la edad provecta ha de convertirse en una rama de especialización dentro de las ciencias del comportamiento. La finalidad de esta ciencia es la investigación de las causas y condiciones del envejecimiento, así como el estudio y descripción cuidadosa de los cambios del comportamiento regularmente progresivos y que se hallan relacionados con la edad.

      Sin embargo, autores como Birren señalan la fecha de 1835, en la que Quetelet publicó su obra Sur l’homme et le développement de ses facultés, como la inauguración científica de la gerontología. En esta obra Quetelet manifiesta la importancia que tiene establecer los principios que rigen el proceso por el que el ser humano nace, crece y muere. Además, compara el rendimiento cuantitativo de determinados dramaturgos ingleses y franceses, en distintos años de su vida, convirtiéndose así en el precursor de futuros trabajos sobre el problema del desarrollo de la inteligencia y del rendimiento. La importancia de Quetelet para la investigación del envejecimiento se encuentra, por una parte, en que se opuso a la generalización de las comprobaciones aisladas y propugnó por la realización de investigaciones científicas rigurosas, y, por otra, en que destacó la relación entre las influencias biológicas y sociales, incluso en el proceso de envejecimiento. Este autor criticó las investigaciones realizadas hasta entonces sobre el tema reprochándoles no haber relacionado nunca las facultades especiales con las distintas edades, no haberse planteado la posibilidad de ciertas modificaciones y no haberse interesado en cómo se influyen mutuamente las diversas facultades. Birren (1961) afirma al respecto: “Con estas palabras y datos, Quetelet inicia claramente la psicología del desarrollo y del envejecimiento” (p. 70).

      De otro lado, a finales del siglo XIX las primeras tentativas de medir el metabolismo basal mostraron una correlación entre la disminución del metabolismo basal y el aumento de la edad. Así, la teoría de la “usura del organismo” entró en boga. Sin embargo, su origen se remonta a la antigüedad cuando Demócrito, Epicuro y Lucrecio, evocaron la usura de la máquina humana con el tiempo.

      El comienzo del siglo XX marca un cambio en las teorías del envejecimiento humano. En 1906 Minot en su libro La naturaleza y la causa del envejecimiento propuso una teoría del envejecimiento como la consecuencia de la pérdida de poder de crecimiento y de multiplicación de las células. Describió la reducción del tamaño del núcleo celular y el aumento del volumen del citoplasma con el envejecimiento. Los trabajos de Minot iban en el mismo sentido de los de Francis Bacon que pensaba que el envejecimiento se debía a una pérdida de la capacidad de regeneración del cuerpo humano. Por primera vez se consideró el envejecimiento, no como un fenómeno independiente, sino como la continuación normal del crecimiento. Las experiencias de Carrel en 1931 y de Lecomte en 1936 confirmaron la hipótesis celular del envejecimiento.

      En 1935, en el Reino Unido, Marjorie Warren demostró que mucha gente crónicamente enferma podría ser exitosamente rehabilitada. Trasladó estos conceptos a la geriatría para el tratamiento de enfermos crónicos y así liberar camas hospitalarias. Se considera la precursora de la Evaluación Geriátrica Multidimensional, que está fundamentalmente dirigida a los ancianos frágiles con grandes síndromes geriátricos (inmovilidad, caídas, confusión e incontinencia).

      Entre 1914 y 1930 se duplicó la población anciana, además el proceso de industrialización de la sociedad produjo la concentración de muchos de esos ancianos en la ciudad, lo cual llamó la atención sobre este grupo poblacional, producto de ello en 1938 se celebró en Kiev la primera conferencia mundial sobre la senescencia, apareció en Alemania la primera publicación periódica especializada y en EE. UU. en 1942 fue constituida la Sociedad Americana de Geriatría. La Sociedad Británica de Geriatría fue fundada en 1947.

      A partir de este momento se inició también un trabajo de equipo en los países anglosajones y en toda Europa y no es de extrañar que hasta 1960 el eje central de la investigación se encontrara en lo biofisiológico, el rendimiento y en las funciones. Producto de la investigación y el avance científico y tecnológico, se proponen nuevas explicaciones al proceso de envejecimiento, aunque la investigación científica en este campo se consideró durante mucho tiempo como algo exclusivo de la medicina, se comprende que la mayoría de las tentativas para explicar el proceso de envejecimiento partieran desde los fundamentos biológicos y tuvieran una orientación biológico-fisiológica, acorde al paradigma positivista predominante. Posteriormente, el interés se ha ido ampliando hacia otros aspectos: psicológicos, sociales, culturales, políticos y económicos, entre otros, aunque sin desconocer los anteriores.

      La gran revolución de la gerontología se dio en los años cincuenta con el auge de los sistemas de pensión y de retiro y la creciente intervención del Estado en este dominio. El sistema tradicional de asistencia se consideró degradante, se adoptó una nueva terminología “tercera edad” o “adulto mayor” para reemplazar la “vejez” la cual se convirtió en sinónimo de desgaste y de incapacidad. La geriatría y los geriatras, estimulados por el Estado y por las compañías y sistemas de jubilación y pensión, lograron, poco a poco, promover una nueva visión de los problemas de la vejez. Basados, en un principio, en la diferencia básica entre envejecimiento normal y patológico, esta nueva disciplina, preconizó una visión global del envejecimiento, que tiene en cuenta los aspectos fisiológicos, psicológicos, sociales y culturales del anciano, todos en interacción.

      En Colombia los trabajos relacionados con la gerontología se iniciaron en 1954, año en el cual Guillermo Marroquín, Santiago Perdomo y Miguel Villamarín asistieron al primer curso de posgrado en gerontología en la ciudad de Madrid, en el año siguiente el doctor Marroquín fue nombrado jefe del Departamento del Anciano de la Secretaria Nacional de Asistencia Social de la Presidencia de la República. En el país se hizo el primer censo de las instituciones de asistencia a la vejez y se proclamaron los “derechos de la ancianidad”. Así mismo, en el marco del primer Congreso Panamericano de Gerontología se aprobó el 28 de agosto como el día del anciano, posteriormente este mismo día se reconoció como el día Colombiano de la ancianidad.

      Entre

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