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movimientos ocurren en los carnavales americanos trasplantados en otros contextos caracterizados por diferentes condiciones naturales, sociales e institucionales.

      Para mayor comprensión de la apropiación republicana de la fiesta colonial fue preciso moverse en el tiempo, sin que esto se presente de manera cronológica, y superar el simple espacio territorial de Cartagena. El estudio parte desde esta ciudad, examina la circulación de las fiestas por la provincia, incluyendo la vieja villa de Barranquilla que se transformaría en ciudad en el siglo XIX, y regresa a Cartagena para explicar la incorporación de las fiestas novembrinas a la formación nacional.

      El escrito, resultante final de la investigación, ha sido dividido en tres partes para facilitar su lectura. La primera, describe hechos ocurridos en las afueras de la ciudad amurallada en las vísperas de las festividades de la Virgen de la Candelaria a comienzos de 1808. Es posible encontrar en este caso algunas prácticas y expresiones que se integraron al preludio de la fiesta religiosa, los vasos comunicantes entre la fiesta sacra y la pagana del carnaval, las tensiones entre las autoridades y la población, la resistencia social a prohibiciones y las negociaciones entre pobladores y distintos estamentos de la autoridad acerca de su permisividad y ordenamiento.

      La segunda parte indaga por las rutas culturales migratorias que hicieron posible la aparición y transformación de carnavales en Cartagena de Indias como resultado de la interacción de población de tres continentes. Se organiza bajo la forma de tres travesías que dan cuenta de sus movimientos y contactos interculturales: (a) durante la historia transatlántica del comercio triangular que movió millones de seres humanos esclavizados y sus antecedentes entre Europa, África y América; (b) durante el periodo de la colonización española en el Caribe neogranadino, en el que surgen cabildos de negros, fiestas religiosas, fandangos, bundes y carnavales, y (c) durante el periodo de las revoluciones, entre la colonia y la república, cuando Cartagena de Indias se independizó y apareció la fiesta del Once de Noviembre.

      La tercera parte describe la evolución de esas fiestas a la luz de los cambios de paradigmas de las élites, que inciden en aquellas y que dejan entrever la compleja inserción de la ciudad en la nación colombiana desde el siglo XIX hasta entrado el siglo XXI.

      * Una nota sobre fuentes literarias: a lo largo del presente ensayo el lector se encontrará con citas provenientes de autores del Siglo de Oro español, así como de escritores contemporáneos que han situado parte de su producción literaria en el área del Gran Caribe (Gabriel García Márquez, Roberto Burgos Cantor, Daniel Lemaitre y Alejo Carpentier). El uso que se hace de estas aquí no pretende otorgarles la fuerza demostrativa de una fuente de época, comprensible por el hecho de que muchos de los autores no estuvieron presentes, e incluso, ni siquiera vivían cuando tuvieron lugar los hechos mencionados aquí. Sin embargo, se reconoce que el escritor está inmerso en un medio social que, en efecto, responde a las transformaciones y pervivencias propias de cualquier grupo humano. Por esto, las prácticas festivas y culturales descritas con la elaboración suficiente pueden representar un importante insumo para cualquier investigación. Para profundizar en las virtudes y retos que implica el uso de fuentes literarias como fuente histórica véase Eduardo Posada, La novela como historia (Bogotá: Taurus, 2018), en especial los capítulos 2 y 3.

      1 Los orígenes de los carnavales son imprecisos. Aunque según la visión dominante se remontan a las fiestas griegas y romanas dedicadas a los dioses, hoy empieza a asegurarse la existencia de costumbres previas en la ribera del Nilo, siempre asociadas a la agricultura. Los saturnales, en la Europa antigua, dedicados al dios de la agricultura, derivaron en el concepto latino de carnaval, como periodo previo a la Cuaresma del mundo cristiano. Se ha considerado que en el Caribe y en Cartagena de Indias la celebración del carnaval durante las mismas fechas del europeo fue introducida por los peninsulares. Se trata de una fiesta pagana, aunque con influencia religiosa; un combate entre lo sacro y lo pagano. Durante varios días se celebran festejos, ritos, espectáculos, torneos y juntas, juegos y apuestas. Es el tiempo para el disfraz, la máscara, la música, la danza, la ironía, la risa y la parodia. Da la idea de un mundo por fuera de lo reglado, del Estado y la Iglesia; un mundo dual o un mundo al revés. La costumbre europea de los carnavales, al introducirse en el Caribe durante la colonia, encuentra otros contextos, otro entorno social y cultural que los transforma, gracias a los aportes de las culturas americanas y africanas. En el Gran Caribe se acostumbra celebrar carnavales en distintos puntos de su geografía, que tienen raíces europeas disímiles (españolas, portuguesas, francesas, inglesas, holandesas), pero que mantienen entre ellos ciertas similitudes gracias a esas “huellas de africanía” —a la manera de Nina S. de Friedemann— impresas sobre los territorios por los esclavizados africanos y sus descendientes, provenientes de lo que los europeos llamaron naciones africanas. En el Caribe colombiano, y en Cartagena en particular, al no haber sido totalmente exterminada la población indígena, a pesar de la violencia ejercida contra ella y las enfermedades, también es posible encontrar las huellas de las culturas americanas. De esta forma, en el Caribe colombiano podríamos referirnos a un carnaval —o carnavales— criollo y mestizo a partir de culturas de tres continentes: Europa, África y América. Así, podrían reconocerse como fiestas euro-afro-americanas, concepto que hemos tomado de una conversación con la historiadora Adriana Maya (Bogotá, 2019).

      2 El concepto de rizoma, empleado aquí para comprender los fenómenos culturales de Cartagena, abreva en la obra Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia de Gilles Deleuze y Félix Guattari (2002). Para estos autores, el rizoma constituye una antigenealogía, no responde a un modelo estructural específico, enreda múltiples matrices, no obedece a una raíz única, pone en juego una diversidad de signos, es abierto y siempre cambiante, nunca cerrado o único, implica direcciones que cambian, lo caracterizan “entradas” y también “salidas” múltiples, impensadas, y sabe cambiar su propia naturaleza en el tiempo (13-18).

      3 Alberto Abello y Francisco Flórez (editores), Los desterrados del paraíso: Raza, pobreza y cultura en Cartagena de Indias (Bogotá: Maremágnum, 2015).

      En octubre de 1784 el procurador general de Cartagena de Indias propuso al cabildo gravar los juegos que se realizaban durante las festividades de Nuestra Señora de la Candelaria para aumentar los propios (las rentas) de la ciudad. No se conoce la reacción de los regidores a la solicitud, pero sí se sabe que Joaquín Mosquera y Figueroa, asesor del gobernador Roque de Quiroga, manifestó su oposición a esa iniciativa argumentado que

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