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las majors norteamericanas; la conversación social en Facebook y Tencent; el cibercomercio por Amazon y Alibaba; los viajes por Priceline, TripAdvisor y Booking; la industria del taxi y el transporte de personas y objetos por UBER y Lyft; el alquiler de alojamiento por Airbnb, etcétera. ¿Tenemos realmente la opción de dejar de lado la oferta de distribución internacional (estadounidense, en su mayor parte) para consumir nuestro alimento cultural cotidiano? Es justamente en ese sector de la cultura donde actualmente los efectos de la globalización han provocado más daños.

      Veamos a qué se parece nuestra civilización digital “al día de hoy”, como decía el presidente François Mitterrand. Pero no todo está perdido, como creen los pesimistas de este mundo. Los países se despiertan de su letargo regulatorio y los ciudadanos comienzan a salir de sus reconfortantes añoranzas. Abordaremos la crítica desde una triple perspectiva:

      • Un enfoque macro o político que cuestiona el capitalismo informacional y cognitivo, basado en la recolección y procesamiento de la data (mediante las técnicas de inteligencia artificial y el deep learning), la cual es obtenida gratuitamente entre los usuarios de los ecosistemas de las GAFAM o las BAT. Esos big data constituyen la nueva riqueza de la sociedad digital. La genialidad de Jeff Bezos de Amazon, de Bill Gates de Microsoft, de Mark Zuckerberg de Facebook, de Serguéi Brin y Larry Page de Google, es haber logrado captar el valor de la data en su beneficio y con total impunidad, sin pedir permiso a nadie, especialmente al consumidor que utiliza su sistema pretendidamente “gratuito”, ni a los Estados, que nada tienen que ver con el comercio… Además, esas multinacionales han logrado hasta ahora pagar únicamente algún porcentaje insignificante de sus impuestos, debido a que sus productos, de naturaleza virtual en general, viajan de una frontera a otra sin dejar huellas; no han contribuido mínimamente a pagar lo debido a la sociedad que les ha permitido enriquecerse impunemente. Felizmente, los Estados están reaccionando con la modernización de su aparato regulatorio. Asimismo, gracias al aporte de los datos personales, las GAFAM intentan invadir los sectores de la salud, la educación, el transporte y el comercio de cercanía, e independizarse de la autoridad pública. Es el llamado capitalismo de vigilancia. Finalmente, la digitalización va a transformar en profundidad el sector del trabajo automatizando casi todas las profesiones y suprimiendo un gran número de empleos de baja remuneración. ¿Qué hacen nuestras autoridades políticas y económicas para al menos atenuar el shock social que significa la robotización de las profesiones y oficios? Allí tenemos un campo de crítica política y de acción social que se abre a los ciudadanos.

      • El segundo enfoque es de orden micro: concierne a nuestra actitud personal y nuestra conducta frente a esa tienda de caramelos y de juguetes que nos ofrece la industria hipersofisticada del marketing, capaz de adivinar (e incluso modelar) nuestros deseos y necesidades procesando las informaciones que ponemos a su disposición sin darnos cuenta. Es necesario estar muy atentos a las señales de alarma de conductas y actitudes desubjetivantes, a los videojuegos y a todos esos dispositivos, objetos y juguetes que acaparan nuestra atención, como nuestras adicciones a los teléfonos celulares, a Facebook y a las redes sociales. Los jóvenes se volvieron adultos antes de tiempo, sometidos al estrés del desempeño escolar o al encierro en un mundo virtual y de ciencia ficción donde luchan contra robots sobrehumanos. Los adultos, por su parte, emprenden su existencia futura bajo la presión del consumismo en un mundo incierto y especulativo; no les queda más opción que apoyar la cadencia de la industria y de esta nueva sociedad hipermecanizada que debe hacer más con menos, entregar con calidad total, arrastrarnos a todos en un ritmo infernal de déficit y agotamiento de los recursos del planeta. El resultado final para los individuos es una forma u otra de depresión, de alejamiento de la vida pública o de conductas esquizofrénicas. La depresión y la dependencia son los nombres dados a lo que nos domina cuando se trata de conquistar la libertad, de ser uno mismo y de tomar la iniciativa de actuar. La fuerza cada vez mayor de los valores de la competencia económica y de la competencia deportiva ha propulsado un individuo-trayectoria a la conquista de su identidad personal y de su éxito social.

      Como decía Michel Foucault (1997), tenemos que “cuidar” de nosotros mismos, desprendernos y dejarnos llevar, lo que implica una verdadera conversión de nosotros mismos. La vida que sugerimos es un retorno a la filosofía antigua, la de Sócrates, de Epicuro, de Séneca y de otros sabios de la era grecorromana, tal como lo sugiere Pierre Hadot, helenista francés que mostró que los filósofos socráticos tenían como finalidad principal autodisciplinar al hombre. La filosofía no es una construcción de sistemas teóricos; es una experiencia vivida, una transformación de su ser. Hadot (2014) retoma la noción de ejercicios espirituales, que es menos un acto religioso (como lo practicaban los ascetas cristianos) que un ejercicio existencial de profunda búsqueda sobre el modo en que un ser humano se transforma en sujeto para no ser más el objeto de sus pasiones, de sus ganas, de sus deseos y de sus temores. Por el contrario, la digitalización empuja al hombre al consumo desenfrenado; es un acelerador de sensaciones fuertes; conduce a la dependencia y a la performance, que aumentan el ritmo de la vida bajo la presión de la máquina. Carpe diem (aprovecha el momento presente), según la célebre máxima de los epicúreos.

      • Terminamos con un enfoque a propósito del retorno a las ilusiones euforizantes del transhumanismo, muy a la moda en estos tiempos, y las tentaciones del hombre a aspirar, gracias a las tecnologías NBIC, a la inteligencia artificial y al deep learning, a convertirse en un Homo Deus, que es para algunos el estadio avanzado del Homo sapiens.

      En el siglo XXI, la humanidad se dará como proyecto la adquisición de los poderes divinos de creación y de destrucción, y de elevar al Homo sapiens al rango de Homo Deus […]. Deseamos ante todo ser capaces de reagenciar nuestros cuerpos y nuestros espíritus para escapar a la vejez, a la muerte y a la miseria. (Harari, 2017, p. 59)

      Es el ejemplo de Ícaro que se quemó las alas al acercarse demasiado al sol. Recordemos que en la mitología griega este hijo del arquitecto Dédalo y de la esclava cretense Náucrate murió cuando se escapaba del laberinto con las alas creadas por su padre con cera y plumas (Harari, 2017).

      ¿Hasta dónde quiere llegar el ser humano y a costa de qué riesgos?

      Les deseo buena lectura y coraje en la comprensión de ciertos conceptos un tanto difíciles.

      Primera parte

      ¿Hasta dónde quiere llegar el capitalismo informacional y cognitivo?

      Capítulo 1

      La transformación de la naturaleza del Estado en la era digital

      Data are the new oil.

      Una economía contributiva

      En el universo digital, todo deja huellas. Cuando el usuario entra en internet, no puede dejar de revelar su identidad, sus elecciones, sus gustos y preferencias, sus relaciones y sus redes, sus actividades pasadas y presentes, sus compras, sus actividades recreativas, etcétera, todo lo cual se convierte en el material de trabajo de extracción de la empresa digital.

      Lo que se puede obtener de los datos personales:

      Todo lo que un usuario escribe en su página de Facebook, por ejemplo, o en otra red social (en Instagram y WhatsApp, que pertenecen a FB; Snapchat, Twitter).

      Todas las fotos o videos que postea (por ejemplo, en YouTube o en Instagram).

      Todos los “me gusta” o los like sobre los que él cliquea, todo lo que comparte, todo lo que consulta, todos los cuestionarios que responde ocasionalmente.

      La identidad de los usuarios con los que interactúa (es decir, su red personal que ignora que está integrada en el sistema) y los datos de su localización.

      Si el usuario lo autoriza, Facebook también puede buscar informaciones sobre los sitios de internet que él consulta, y cuándo está conectado a la red social.

      Así, el usuario se vuelve, por la vía de los hechos, un colaborador activo, y a menudo también pasivo, que contribuye a confundir la frontera entre la

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