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en relación con situaciones concretas o hipotéticas, sino que promueve la necesidad de plasmar sus ideas de manera ordenada, citando correctamente los distintos estilos (Icontec, APA, MLA, etc.) y en los distintos géneros existentes (ensayo, artículo científico, reseña, etc.). El objetivo es que haya una estructura orgánica de aprendizaje donde se relacionen los temas de las asignaturas, con el cultivo de ciertas actitudes y competencias. Este ejercicio fortalece la capacidad conceptual y relacional del estudiante.

      En el caso de los talleres se privilegia el trabajo en grupo, colectivo, con miras a pensar una situación concreta y con el objetivo de afianzar la apropiación conceptual. Este tipo de ejercicio enseña a discutir en grupo, a escuchar al otro, a ponderar las propias opiniones, a alcanzar consensos. Asimismo, favorece el respeto en medio del disenso y la diferencia.

      Los textos escritos no agotan los temas expuestos. Son ensayos o artículos inéditos o publicados previamente que se han enmarcado dentro de una estrategia pedagógica y una teleología formativa específica. Estos remiten a muchos otros temas, los cuales, a su vez, pueden ampliarse y ser relacionados con otros tópicos tratados en el texto. Aquí el papel del profesor es fundamental, pues él no puede quedarse en el texto recomendado o sugerido, sino que debe profundizarlo, desmenuzarlo, realizar sus propios aportes y críticas. Todo buen estudiante espera, desde luego, que el profesor esté en la capacidad de «ir más allá» de las lecturas trabajadas en clase. Por ejemplo, el corto ensayo sobre Nietzsche y el nazismo puede ser ampliado y relacionado con el tema del totalitarismo; el tema del contractualismo en Kant puede ser comparado y cotejado con el del contractualismo en Rousseau o, si se investiga, con el de Thomas Hobbes, John Locke o Francisco Suárez. Es decir, se pueden establecer muchos diálogos entre los distintos temas y textos.

      Por último, hay que advertir que las actividades incluidas y que aparecen al final de cada texto son solo una guía, no una camisa de fuerza para el docente. Estas deben incitar al estudiante a reflexionar sobre la política en el marco del ejercicio profesional, en el contexto de su carrera. Por lo demás, la discusión de los textos, las investigaciones y reflexiones realizadas, al igual que los escritos, pueden ser socializados y sustentados, con el fin de mejorar las competencias orales y argumentativas de los estudiantes.

      Agradezco a Sebastián Pachón Parra por su colaboración en la edición de las referencias del presente trabajo.

      1 Si bien en el texto se usa indistintamente las expresiones sistema político y régimen político, algunos autores plantean diferencias mínimas entre ellos (cf. Vargas, 1998).

      Tema 1. Sobre el concepto de cultura política… en contexto

      Objetivos: a) determinar la importancia de la cultura política para la vida cotidiana y la comunidad, y b) realizar un acercamiento al tipo de cultura política existente en Colombia. De esta forma, la temática es tratada de manera situada, esto es, en su circunstancia sociohistórica concreta.

      Texto

      Cultura política súbdito-parroquial y violencia en Colombia

       «La única alternativa a todo lo que tiene que ver con la vida social es la participación» (Saramago, 2010, p. 417).

      Introducción

      Los procesos electorales ofrecen siempre la oportunidad de reflexionar en torno al concepto de cultura política, el cual está relacionado con la actitud del ciudadano frente al sistema político, su papel protagónico dentro de este, su valoración de la actividad política, así como con el conocimiento que tiene del funcionamiento y la importancia de las instituciones. En el caso colombiano, el desinterés y la abstención del ciudadano por la actividad política; la reelección reiterada de las mismas castas gobernantes sin ideas programáticas de sociedad; la persistencia de los vicios electorales y la fácil manipulación mediática del electorado se explican por la ausencia de una formación política y cívica del ciudadano que no comprende su rol ni el funcionamiento del régimen político del país.

      El objetivo del presente artículo es considerar algunas ideas sobre el concepto de cultura política, enfatizando, en un primer momento, sobre las dos palabras que lo componen: cultura y política, respectivamente. En un segundo momento, se busca una definición abarcadora para el concepto, deslindándolo de la llamada cultura cívica, y, por último, se pone de presente que de los tipos de cultura política definidos por Gabriel Almond y Sydney Verba (1963), la cultura súbdita y la parroquial siguen jugando un rol importante en la población colombiana, la cual ha sido, en parte, responsable de la violencia que Colombia ha padecido como sociedad en las últimas décadas.

      Metodológicamente es preciso aclarar que las teorías de Aldmon y Verba en este artículo son usadas solo como «caja de herramientas» para leer la realidad nacional. Igualmente, sus contenidos pueden ser resignificados a la luz de otros autores y/o concepciones más ajustadas a nuestra realidad histórica y prácticas políticas.

      1. Los conceptos de cultura y política

      Si bien el concepto cultura política aparece como campo disciplinar en la ciencia política norteamericana con los dos politólogos nombrados, una aproximación a este implica, entonces, definir sumariamente qué entender por cultura y, luego, qué por política, para posteriormente desarrollar los otros objetivos propuestos.

      En primer lugar, el concepto de cultura ha sido trabajado por las ciencias sociales en general, pero para lo que concierne aquí resulta suficiente recordar que su origen se remonta a la expresión colere, que significa cultivar; es decir que inicialmente la palabra se relaciona con la agricultura y con el proceso que la hizo posible: el sedentarismo. La palabra también se relaciona con cultus, como culto y adoración. Así las cosas, el lugar —y es algo que suele ser olvidado— aparece ligado a la cultura desde sus inicios, no solo el lugar donde se cultiva, sino en los sitios de adoración. De ahí que estas relaciones permiten conectar la cultura con el espacio y la relación del espacio con la identidad. Posteriormente, con Cicerón la cultura pasó a ser «cultivo del espíritu», noción que hizo carrera, pero que con el tiempo llegó a adquirir un sesgo elitista, donde la cultura era relegada a ciertos grupos sociales privilegiados (Cruz Vélez, 1986).

      La cultura ha tomado otros dos sentidos importantes: el primero, el derivado de Hegel como «espíritu objetivo», tal como es retomada en la sociología de Karl Manheim, esto es, como lo producido por el hombre en su diálogo con el cosmos: ética, derecho, estado, ciencia, arte, etc. En alemán, la palabra para para designar esta acepción es Kultur, y hace énfasis en el «mundo objetivo». El segundo, la cultura entendida como formación, capacidad, crecimiento continuo de la persona, extensible a los pueblos o comunidades. La palabra alemana para esta acepción, equivalente a la Paidea de Werner Jaeger entendida como «formación del espíritu» (Jaeger, 2006, p.15), es Bildung. Aquí el énfasis está puesto en el aspecto subjetivo, en el aprendizaje.

      Ya en el siglo XX, con los aportes de la antropología, la sociología y los estudios culturales, el concepto se hizo mucho más complejo, pues cada disciplina hizo múltiples aportes para una mejor comprensión de este. Y también, en el mismo siglo XX, debido a la nueva realidad global y los problemas relacionados con el pluralismo y la influencia de los medios de comunicación sobre la vida cotidiana de millones de personas en el globo, la cultura pasó a ser un campo en disputa, un significante vacío, una guerra por el significado. La cultura debió ser comprendida como producción, circulación y consumo, como un campo configurador de las relaciones de poder y de comprensión de la realidad misma (Geertz, 1988).

      Para nuestro interés, podemos utilizar una definición que hermane los dos sentidos recién mencionados: como «espíritu objetivo», esto es, ciertas producciones objetivadas del hombre y como ciertos aspectos subjetivos, entre ellos, formación, valoraciones, actitudes, expectativas. Podríamos, entonces, definir la cultura como un conjunto de normas o pautas de comportamiento, reglas de acción, creencias, costumbres, valores, ideales, rituales, prácticas, símbolos y mitos, etc., transmitidos generacionalmente, que le dan identidad y estabilidad a una comunidad específica ubicada tiempo-espacialmente y que dotan de sentido el mundo del sujeto, para el que orientan sus acciones frente a distintos aspectos y objetos del sistema social.

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