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Sobre los planteamientos centrales y las consecuencias que surgen de las neurociencias, será necesario discutir y asumir la complejidad de la constitución de un sujeto no reductible a un solo campo del conocimiento.

      Por lo pronto, parece más atinado sostener que “el espacio adecuado” para la práctica, misma que supone un conocimiento distinto al científico, no es un medio, puesto que no se piensa con relación a un fin. Ahora sí, se abre otro campo que permitirá arribar a un puerto distinto, quizás el de las disciplinas no científicas que procuran un conocimiento acerca del sujeto en su constitución no meramente biológica, pero que no puede pensarse sin la corporeidad y todas las implicaciones de ella, solo la mirada hacia las neurociencias, obliga al replanteo de la vecindad de las teorías científicas y no científicas. Antes de continuar, sin embargo, habrá que tomar recaudos para diferenciar, de entre esos puertos distintos, aquellos que no correspondan a lo que supone una “práctica legítima” en términos éticos, tarea que es el centro de esta investigación y que, dadas las consideraciones anteriores, resulta compleja.

      Tercera cuestión, ¿cuáles son los fines de tal operación? Se ha adelantado una respuesta a esta cuestión. No hay un “fin” en la consideración; ¿qué hay entonces? Si, por ejemplo, se asume la teoría psicoanalítica como marco de fundamentación del proyecto, su propio discurso produce un corte en las concepciones de las teorías tradicionales sobre el sujeto y su constitución psíquica. Aun cuando se sostiene que Freud trabajó desde una perspectiva positivista, aspecto indiscutible, su teoría excede los presupuestos de la concepción del positivismo, por tanto de la ciencia. Entonces las cuestiones toman otra dirección: ¿desde dónde se plantea el psicoanálisis? ¿Qué busca? ¿Busca algo? Y, si lo hace, ¿cómo busca? Y, ¿hacia dónde va? Está claro que una discusión de esta naturaleza no puede dejar de estar presente en la investigación que a continuación se propone; sin embargo, las formulaciones sobre la ciencia y su estatuto y, la definición de la Psicología dentro o fuera de este estatuto, resulta compleja, tanto más la del Psicoanálisis por su propia naturaleza. E. Roudinesco (2005) aborda las problemáticas para definir lo que es una psicoterapia, los cánones que se utilizan y, sobre todo, las consideraciones políticas que exceden dichos cánones pero que, de manera clara, determinan la condición de las psicoterapias en función de proyectos de orden político establecidos desde los estados; pero, aún más, el problema se remite al origen de la definición y, por tanto institucionalización de las psicoterapias, “En cuanto a la creación de la psicoterapia institucional… es Georges Daumézon quien forjó ese término, en 1953, para designar una terapéutica de la locura que aspiraba a reformar la institución del asilo” (2005, pág. 42); es evidente que la formulación de la psicoterapia, en su origen, tocaba un punto nodal respecto de la concepción y tratamiento de la locura. Desde ese momento, hasta la actualidad, las definiciones de psicoterapia han encontrado contextos diversos ligados a la psiquiatría, el psicoanálisis, las corrientes de la Psicología y, por supuesto, a proyectos de administración y salud pública, intereses de las farmacéuticas, así como a prácticas tomadas de las tradiciones y cosmovisiones de las culturas antiguas. El recorrido por estas estrategias de definición, que realiza Roudinesco, permite ubicar los hitos de un debate que está asumido en esta investigación. Sin embargo, es necesario efectuar un corte en las discusiones y optar por una estructura de fundamentación de la investigación, que discuta, en primera instancia, los aspectos epistémicos de la práctica clínica de la Psicología y aquellos que la exceden en tanto remiten a concepciones no epistémicas; el conjunto de estos fundamentos, dan cuenta de los supuestos que se juegan en las distintas formas de psicoterapia y, en esa medida, abren la posibilidad de un debate entre las variadas posturas terapéuticas.

      b. Fundamentos epistémicos y no epistémicos

      Quizás vale reconocer que este proyecto de investigación no pone en juego una u otra comprensión epistemológica, más bien procura abordar la fundamentación desde la distancia entre el conocimiento de la ciencia (al que le cabe el término “epistemológico”) y el conocimiento “distinto” al que se ha aludido en el apartado anterior. Se puede adelantar que ese conocimiento “distinto” tendrá que sostenerse en una teoría, no necesariamente ni únicamente científica; teoría que, dentro de la historia de lo psi, procura la ruptura necesaria para constituir un sujeto también distinto, es decir, el psicoanálisis. Esta consideración implica una postura filosófica que abre el espacio para el trabajo teórico tanto en el campo de la ética cuanto en el de las psicoterapias; es importante señalar que, la hipótesis central de la investigación, sostiene la concurrencia de la ética en cada una de las formas de práctica clínica o de psicoterapia; no hay práctica divorciada de una ética y, tampoco existe teoría y práctica que no supongan una ética. A partir de ello, el trabajo de investigación, en su unidad teórico/práctica, tratará de mostrar las concepciones éticas que atraviesan el trabajo terapéutico de la psicología y de los psicólogos. Con ello, el trabajo de investigación partirá de la pregunta, ¿cuál es el fundamento ético de las psicoterapias?

      1) Fundamentos epistémicos

      El punto de partida para elaborar cualquier trabajo sobre los fundamentos epistémicos de un área del conocimiento, sobre todo si tiene relación con la ciencia o algún campo de ella, implica la determinación de una ruptura que se genera en la modernidad. Antes de señalar este aspecto que deviene crítico para las formulaciones de esta investigación, nos remitiremos a la definición de ciencia aristotélica. En Los segundos analíticos (Aristóteles, El Organon, 1993), la ciencia se define en función de los productos de la actividad; esta actividad es organizada y ordenada, responde a la lógica y a toda una teoría que hace posible su aplicación; esta definición entiende que la ciencia está compuesta por un conjunto de enunciados delimitados, verdaderos, evidentes y sistematizados deductivamente; sin embargo, la comprensión aristotélica remite a algo más que conocimientos sistematizados, en los capítulos 24 a 26 (1993, págs. 184-188), se plantea por primera vez una teoría de la ciencia que, supone, tanto el nous teoréticos νὄυς θεορετικος, cuanto el nous pollitikos νὄυς πολιτικος. A pesar de que la definición ha sido criticada dentro del mismo campo de la ciencia por la universalidad que recae sobre la verdad de los enunciados y el hecho de pensar que hay un solo sistema posible, la presencia del nous potitikos, resulta fundamental; sobre ello se trabajará en el apartado siguiente.

      Ahora bien, dado que nos encontramos en medio de una disputa que excede los límites de esta investigación, -disputa sobre la cientificidad de la Psicología y el estatuto del Psicoanálisis, incluidas las tesis de las neurociencias contemporáneas- es preciso delimitar el campo de trabajo teórico con cuatro hitos, las psicoterapias que surgen de la práctica de la Psicología, las psicoterapias que se ligan al psicoanálisis, bien directamente o a través de las clínicas que nacen de su corpus teórico, las que asumen un diálogo con las neurociencias no hostiles a las prácticas clínicas tanto de la Psicología como del Psicoanálisis y, finalmente, la psiquiatría dentro del modelo médico. En este punto es necesario referirse a los diversos momentos del desarrollo de las ciencias y disciplinas que se han encargado del trabajo sobre la mente, cada uno de ellos remite a una concepción ética que se define en función de los principios valorativos tanto de sujeto como de sus relaciones con la cultura.

      El primer momento se ubica dentro de la constitución de la ciencia y, a partir de ello, la constitución de la psicología científica; la cientificidad califica el lenguaje, objeto y método que han de determinar la práctica; el modelo que entrega la ciencia natural, define la validez de toda teoría que quiera llamarse científica; en términos del trabajo con la mente, la validación de la práctica estará sustentada en la experimentación. Cada una de las posturas que surgen de esta concepción, atenderán a las relaciones entre la conciencia y la naturaleza, de modo que la fisiología de los procesos cerebrales, será el ámbito de investigación; la teoría del reflejo y de las estructuras perceptivas, que da origen a la Gestalt, la reflexología de Pavlov y el análisis de las estructuras de los comportamientos originados en la fisiología, y los desarrollos teóricos posteriores que terminan en el conductismo, suponen un sujeto reducido a la lo biológico; sus comportamientos sociales responden a condiciones perfectamente predecibles y modificables, de manera que la conciencia, en este campo, es el resultado de estos procesos naturales que nada tienen que ver con los ámbitos éticos

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