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de polución es resistente a la influencia de cualquier fenómeno, incluso a las tormentas más fuertes.

      9.La mayoría de los países de la Tierra han padecido la plaga de la sequía, la más severa de los últimos diez años. Existe la creencia de que este desafortunado fenómeno se hará aún más grande y afectará a más territorios. En la primavera del 2008 Cataluña sufrió la sequía más grave de su historia reciente y tuvo graves problemas con el agua. Fuimos conscientes por primera vez de la necesidad de una gestión pública del agua.

      10.El agujero de ozono en la Antártida preocupa seriamente a los científicos por sus consecuencias imprevisibles. Por otro lado, los rayos ultravioletas son muy peligrosos para el organismo humano, porque causan diversas alteraciones de la piel. El deshielo está provocando el aumento de gas metano que va subiendo hacia la superficie terrestre y en 2017 se ha desprendido un iceberg del tamaño de la isla de Mallorca.

      11.La lluvia o la nieve ácidas están cayendo en la mayor parte de las zonas de la tierra. En los últimos años, las estadísticas han descrito un valor de acidez anual que sobrepasa el pH4, con valores entre 2,1 y 5 pH durante tormentas aisladas. Estas cifras representan un incremento cien veces superior al valor existente tan sólo unas décadas atrás.

      12.Los partos quirúrgicos y las cesáreas, lejos de ser una excepción se han convertido en protocolo rutinario de los hospitales, auténticas factorías de producir nacimientos con cesárea en serie y con mortalidades perinatales «inexplicables». El parto natural es una excepción. De cuatro partos hospitalarios, uno es con cesárea. Todo tiende a ser artificial, incluyendo nuestra bienvenida a este mundo.

      13.Según investigaciones de la Universidad de Tokai (Japón), existe una corrección estadística significativa entre las pruebas nucleares subterráneas (China, India, EUA, Francia, Corea del Norte en 2017, etc.) y los terremotos en áreas muy pobladas del planeta (Haití, Chile, Italia, Chiapas en 2017, etc.). Entre 1960 y 1996, Francia realizó 210 pruebas nucleares subterráneas en el Pacífico. La posible relación entre la prueba nuclear de Corea del Norte y el terremoto en Chiapas en México al cabo de cuatro días (septiembre de ٢٠١٧) podría corroborar esta hipótesis.

      Enfrentándonos con todos estos datos, nos encontramos delante de dos caminos a seguir. O bien pensar que estos fenómenos poseen cualidades diversas y que no tienen nada en común. O bien, sintetizar estos hechos a través deun enfoque funcional, buscando un principio común unificador (PCF) tal como sugiere Wilhelm Reich. Los discípulos y los continuadores de su trabajo a través de la American College of Orgonomy venimos publicando desde 1969 nuestras investigaciones en The Journal of Orgonomy.

      Los médicos orgonomistas y otros investigadores buscamos un principio común funcional (PCF) para todos estos hechos observados, así como en otras informaciones similares disponibles. Hemos llegado a relacionar el desierto emocional de nuestra civilización actual con la aparición de una nueva energía desconocida hasta la fecha, que llamamos ORANUR (Orgonomic Antinuclear Radiation/Radiación Orgonómica Antinuclear), y con las causas que la están produciendo.

      La Enfermedad Oranur. El origen de la covid-19

      Cuando la energía cósmica que impregna todo el planeta está expuesta a ciertas influencias perturbadoras, se producen en ella una serie de cambios en su estado original que dan como resultado una fuerte transformación de la misma. Esta energía cósmica que Wilhelm Reich llamó energía orgónica, cambia hacia un estado de excitación muy elevado y alterado llamado ORANUR (Orgonomic Antinuclear Radiation).

      Entre los elementos que irritan esta energía cósmica, el más perturbador encontrado hasta hoy día es la radioactividad. También son causa de su alteración agentes como los rayos X, las microondas, las luces fluorescentes, las pantallas de ordenador, los rayos laser, el radar, o las líneas de muy alta tensión (MAT). Aunque la forma más perturbadora es la radioactividad. En este sentido, el Efecto ORANUR es claramente demostrable en el hecho de exponer concentraciones altas de energía orgónica con pequeñas cantidades de radioactividad, tal como lo comprobó Wilhelm Reich en su Experimento Oranur, llevado a término entre los años 1950 y 1953, en su laboratorio de Orgonon en Maine (EUA).

      El Efecto Oranur también puede tener lugar cuando coexisten concentraciones naturales de energía orgónica atmosférica junto con grandes cantidades de materiales radioactivos libres. Este fue el caso de las pruebas nucleares en la atmósfera (China, India, EUA, Francia, etc. durante la década de 1960-1970), o también en el efecto resultante de la catástrofe de Chernóbil y Fukushima, que desplegó su influencia negativa sobre gran parte de Europa y de Asia. En ambos casos, los efectos del ORANUR en la atmósfera, en las plantas y en el resto de los seres vivos, son cualitativamente hablando, muy parecidos.

      Actualmente, muchas personas padecen una sensación de enfermedad o malestar crónico de difícil diagnóstico y que algunos médicos la engloban dentro de lo que llaman vulgarmente «estrés». Lo que ocurre en realidad es que desde los accidentes nucleares de Chernóbil y Fukushima (con niveles altos de ORANUR en todo el planeta), los organismos más debilitados, desde el punto de vista energético, empiezan a desarrollar diversos síntomas como: cansancio, fatiga crónica, dolores y problemas musculares, vértigo, náuseas, irritación de la conjuntiva, sensación de presión en la cabeza o en el pecho, manchas e intensos picores en la piel, palidez y frío alternados con estados de acaloramiento, irritabilidad, temblores, necesidad de tomar medidas rápidas para airearse o moverse, cianosis, deposiciones blandas o líquidas, reacciones de tipo leucémico en los análisis de sangre, edemas en las piernas, amnesia, depresiones sin motivo, postración, etc. Todos estos síntomas, cada vez más frecuentes y alarmantes, que padece la población, están causados por el Efecto Oranur.

      El Efecto Oranur tiene tres fases bien diferenciadas. Inicialmente, se detecta en el organismo humano una fase preliminar de sobreexcitación y nerviosismo, que da paso a una segunda fase de paralización y depresión y a una tercera fase de deshidratación y muerte de los sistemas corporales afectados.

      La segunda y tercera fase son debidas a la transformación de la energía orgónica del planeta (también en el ser humano) en una forma muerta de energía llamada DOR (Deadly Orgone Energy) que roba la vitalidad, el agua y el oxígeno a los seres vivos; es decir, les deshidrata y les roba la vida.

      Tal como podemos apreciar hoy en día, tanto en el planeta Tierra como en el ser humano, comienzan a manifestarse los síntomas de su actuación. Debido a la presencia intensa y continua de ORANUR y de DOR, empiezan a tener lugar cambios funcionales a muchos niveles. Por ejemplo, en el hombre, ciertos estados latentes de enfermedades que estaban dormidas en el cuerpo humano a nivel subclínico; es decir, sin síntomas aparentes al principio (asintomáticas), empiezan a manifestarse en forma de nuevas enfermedades desconocidas hasta la fecha. La pérdida de oxígeno, de agua y de energía orgónica en el organismo humano y en los animales produce una desintegración de las células. Esta desintegración celular está dando lugar a nuevas enfermedades de tipo precanceroso, a infecciones bacterianas no habituales y a nuevas enfermedades víricas o viroideas de origen desconocido hasta hoy día. El sida, el ébola y el virus del dengue (DENV) fueron las tres primeras. El SARS y el MERS fueron las siguientes. La pandemia de la covid-19 con sus diversas variedades y mutaciones es la parte actual, visible y reciente de la Enfermedad Oranur-Dor que sufre la población del planeta.

      Las emociones de la posmodernidad

      En una secuencia de la serie de televisión de la BBC sobre la India británica de los años 1940, La joya de la Corona, un psiquiatra, que había sacado con éxito de un estado depresivo a una joven paciente, fue preguntado en el marco de una reunión social con el dilema de si él era freudiano o jungiano. Este trató de evitar cortésmente la respuesta. Pero cuando le insistieron de nuevo, este psiquiatra replicó que no era ni freudiano ni jungiano, que él seguía al psicoanalista Wilhelm Reich. No contentos con la aclaración, le pidieron que se explicara un poco más. Dijo que él creía en el psicoanálisis que proponía Wilhelm Reich y que pensaba que la relajación de las tensiones del cuerpo, el poder expresarse emocionalmente sin bloqueos y una vida sexual satisfactoria eran los tres pilares que apoyaban

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