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con el sello Imprenta de Blass, apareció la obra Elementos de Bioquímica, escrita por sus discípulos José Hernández Guerra y Severo Ochoa de Albornoz, con una colaboración de Negrín, cuya autoría no consta, sobre «Enzimas». Era el primer libro español sobre la disciplina y no tardó en agotarse. La segunda edición, con ajustes en diferentes capítulos, apareció a fines de 1929 ahora ya con el crédito Editorial España. La tercera –Negrín no debió errar demasiado en el cálculo de sus ganancias– se acabó de imprimir en diciembre de 1932.9 Para entonces todavía atendía la cátedra –la Facultad de Medicina imprimió su programa del curso 1932-1933–, pero no tardó en solicitar la excedencia en la cátedra absorbido por las tareas políticas. Lo hizo en 1934.10

      En 1927, al tiempo que se ocupaba de la docencia, los laboratorios y de la Secretaría de la Facultad de Medicina, se incorporó a la recién creada Junta Constructora de la Ciudad Universitaria, una iniciativa de la Monarquía que con la República cobró más aliento. Negrín trabajó como Secretario de la Junta con tanta eficacia como empeño.11 No sorprende que entre sus libros menudeen las monografías sobre arquitectura aparecidas en los años en que se levantaba el campus de la Moncloa. Atento al movimiento moderno, bien pudo escuchar a Walter Gropius que en 1930 habló de «Arquitectura funcional» invitado por la Residencia de Estudiantes y señaló como ejemplo el Pabellón de Laboratorios. En su biblioteca se reunían Internationale Architektur (1925), de Gropius; el influyente Glas im Bau und als Gebrauchsgegenstand (1929), de Arthur Korn, con un acopio de imágenes muy cercano a la Nueva Objetividad; Bauten der Volkserziehung und Volksgesundheit (1930), de Margold, y obras del editor Julius Hoffmann, promotor de los difundidos Baubücher.12 También una entrega de La Demeure Française sobre Charles Siclis, el arquitecto e interiorista que proyectó con Teodoro de Anasagasti la reforma del edificio Madrid-París en 1934; y Actar (París, 1931), libro-manifiesto del arquitecto, urbanista y paisajista Nicolau Maria Rubió i Tudurí que criticaba los excesos del movimiento funcionalista. De la singular figura de Rubió, quien durante la guerra civil fue delegado en Francia del Comissariat de Propaganda de Jaume Miratvilles y trabajó para la diplomacia paralela de Lluis Companys, también se encuentra Sahara-Niger (1932), el primero de sus libros de viajes por África, con fotografías de Vallés, Botey, Puig i Cufí.13

      A través de Juan Negrín, la Facultad de Medicina y el Laboratorio de Fisiología fueron generosos clientes de la Librería de León Sánchez Cuesta; al llamado «librero del 27» también le compraba para su biblioteca, en particular libros alemanes. El apunte de títulos evoca de nuevo un variado registro de lecturas entre los Elementos de Histología Normal y de Técnica Micrográfica de Santiago Ramón y Cajal y de su discípulo José Francisco Tello y Muñoz, el Handbuch der Weltpresse 1931, Le Malade Imaginaire, de Molière, o los cuatro volúmenes de System der Soziologie, de Franz Oppenheimer, sociólogo y economista, defensor de un socialismo liberal al que Negrín debió sentirse cercano desde sus días de Leipzig.14 Hubo otros proveedores. Entre ellos, la Librería Nacional y Extranjera de Barcelona, cuyo sello aparece en portadas como Das Neue Gesicht der Herrschenden Klase. 60 Neue Zeichmumgen, de Georg Grosz, publicado por Malik en 1930, y en el anuario fotográfico Das Deutsche Lichtbild: Jahressschau 1934 (Berlín, 1933). El interés de Negrín por la fotografía y el diseño gráfico lo recuerda algunas entregas de Arts et Métiers Graphiques como el espléndido Paris de Nuit, de Paul Morand y Brassaï; el primer libro de Marcel Natkin, La photographie sur le petit format. Le Leica (París, 1933), que fue también el primer manual sobre la pronto celebrada cámara; y la revistas D’Aci i d’Allà o Europa, publicación de corta vida que promovía en Barcelona el psicoanalista húngaro Oliver-Brachfeld.15

      En 1929, con sus amigos Luis Araquistáin y Julio Álvarez del Vayo, que ese año propiciaron su ingresó en el Partido Socialista, fundó la Editorial España, rótulo en el que resuena el semanario dirigida por Araquistáin entre 1916 y 1922. El primer libro fue Sin novedad en el frente, la exitosa novela antibelicista de Erich Maria Remarque, publicada en Alemania en enero de 1929. Al parecer, la elección fue sugerencia de Gertrudis Graa, periodista y esposa de Araquistáin, y de la traducción se ocuparon el periodista alemán Eduardo Foerstsch y el escritor Benjamín Jarnés. Impreso en junio de 1929, alcanzó nueve ediciones en un año y se llegaron a imprimir 110.000 ejemplares. La novela de Remarque –escribió mordaz Álvarez del Vayo– «estuvo a punto de hacernos ricos […] Nos hubiese hecho ricos a Araquistáin y a mí, puesto que Negrín ya lo era de familia».16 En línea con las llamadas editoriales de avanzada como Cenit, Oriente, Ulises o Zeus –cuyos títulos también menudean en la biblioteca de Negrín–, España publicó diferentes colecciones: novela, viajes y aventuras, biografías, ideas y hechos sociales, teatro y biología y medicina. Muy activa entre 1929 y 1935, en el catálogo encontramos: Mis peripecias en España (1929), de Trotski, traducido por Andreu Nin; Grandeza y servidumbre de la prensa (1930), de Alfonso Ungría, introductor en España de los análisis sobre prensa y opinión pública; Ocaso de un régimen (1930), reedición revisada del libro que Araquistáin –autor frecuente en el catálogo– había publicado como España en el crisol (Barcelona, Minerva, 1920); Cuestiones de dietética (1933), de Jaume Pi-Sunyer, iniciador de los estudios de nutrición, con prólogo de Negrín; El cáncer de útero (1931), trabajo pionero de Sebastián Recasens; Stalin (1932), del misterioso y antisoviético Essad Bey (Lev Nussimbaum); Rusia al día (1932), de Julián Zugazagoitia; Nosotros, los marxistas. Lenin contra Marx (1932), de Antonio Ramos Oliveira; ¡Écue-Yamba-O! novela afrocubana (1933), la primera obra de Alejo Carpentier, feliz en Madrid con las mil pesetas que le habían pagado por los derechos, o La educación y el orden social, de Bertrand Rusell (1934).17 España dio cobertura a Leviatán, mensual de orientación marxista dirigido por Araquistáin que apareció entre mayo de 1934 y julio de 1936. Vinculada a la revista, Ediciones Leviatán publicó en 1935 Las fábulas del errabundo, de Tomás Meabe –sobria figura que Juan Ramón Jiménez evocó en una de sus caricaturas–, con prólogo de Julián Zugazagoitia y cubierta de Mauricio Amster.

      Esa primera biblioteca aunque sedentaria y madrileña debió estar repartida por diferentes lugares de la ciudad como su domicilio en la calle Serrano (número 85), el laboratorio particular –también en Serrano (número 73) y, más tarde, en la calle Ferraz–, el Laboratorio de la Residencia, la Facultad de Medicina o en la Casa de las Flores, el edificio de Secundino Zuazo, donde vivía Feli López, que debió ser para Negrín una frecuentada segunda residencia. Los libros, revistas y separatas que habían estado en la Residencia pasarían a la nueva Facultad de Medicina entre noviembre de 1934 y febrero de 1935. En la Biblioteca de la Facultad puede consultarse la obra del fisiólogo y pionero de la fotografía Jules-Étienne Marey, Physiologie du mouvement. Le vol des oiseaux (París 1890), un ejemplar con autógrafo de Juan Negrín. Otro de sus libros olvidados.

      ENTRE MADRID, NÁQUERA Y BARCELONA (1936-1939)

      Transcribo una carta recibida en Cultura Popular –escribió Arturo Serrano Plaja en diciembre de 1936– en la tarde de un día que por la mañana hubimos de visitar unos de nuestros frentes y en él hablar de la cultura con nuestros milicianos, dentro de las trincheras. «Estimados camaradas: […] en la mayoría de estos hoteles (hay que aclarar para la mejor comprensión de esta carta que se trata de hoteles deshabitados y situados en plena línea de fuego) existen bibliotecas con valiosas colecciones expuestas a ser destruidas por los obuses (y la incultura de algunos milicianos, los menos). ¿Por qué no nombráis una comisión que venga a rescatarlos? Espero que así lo haréis. Con saludos revolucionarios. Emeterio Orgaz, 4a Compañía de Asturias. 1a Brigada Internacional». No parece que la petición de éste oficial fuera atendida, pero algo pudo salvarse en esos devastados escenarios cercanos a Madrid. Debemos al esfuerzo de José María Corral, discípulo y amigo de Negrín, quien tras la guerra civil dirigió el Instituto Cajal, el rescate de una parte de los libros y revistas que se habían depositado un año antes en la recién creada Ciudad Universitaria. Una arriesgada intervención que le fue agradecida por la Junta para Ampliación de Estudios a fines de 1938. Convertida en frente de guerra, los libros de mayor tamaño sirvieron –como recordó

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