Скачать книгу

argumental de la racionalidad práctica de la ética aristotélica en la Primera parte. Luego, en la Segunda parte, expondremos con muchos argumentos de tipo histórico y éticos, quiénes y por qué fueron los amigos del filósofo los personajes que presentamos (en esta parte el lector podrá disfrutar de nutridas notas históricas que enriquecerán sus conocimientos de la época). En esta segunda sección que cierra el libro explicaremos, caso por caso, la naturaleza de sus relaciones de amistad. Esperamos que el lector pueda verse reflejado en este o en aquel cuadro, o que valore empáticamente la humanidad de nuestro paladín del pensamiento, no sin llevarse conocimientos de la vida cotidiana de los antiguos filósofos griegos.

      Ante los acuciantes problemas del hombre en los tiempos actuales que han multiplicado sus problemas históricos y vivenciales en todo orden de cosas, la filosofía a su vez ha multiplicado sus esfuerzos para dar respuesta a los mismos, desde modelos éticos, políticos, e incluso metafísicos, renovados. Por esta razón, desde una óptica moral, se vuelve imperiosa la necesidad de rescatar algunas ideas de la tradición griega, tal como virtudes cultivadas en el pasado que, como prácticas sociales e individuales, en un cierto sentido se han ido relegando injustificadamente al paso de los siglos, en pro de un criterio pragmático. Una de esas virtudes es justamente la amistad.

      Una conciencia esclarecida (y aristotélica) nos fuerza a considerar lo que otros han dicho acertadamente respecto de este insoslayable fenómeno humano que es la amistad, pues el aprender del pasado y saberlo aplicar a nuestro presente es siempre algo presente en el acontecer de la vida, y un elemento central de nuestra configuración como entes racionales que gozamos historia y tradición, y “se debe recordar que es hombre […] aquel que se dedica a las demostraciones” (Vita Aristotelis Marciana, 433, pp. 10-15). Pensar con los sabios del pasado es una manera legítima y tradicional de hacer filosofía, inaugurada por los antiguos griegos; y pensar con Aristóteles y desde Aristóteles queda autorizado por una larga tradición conocida ampliamente como: aristotelismo. Deliberadamente me inserto en esta tradición de pensamiento como una forma de hacer filosofía y porque el tema de la amistad es de profundo interés para todo humano.

      Pese a que hoy por hoy reconocemos una múltiple influencia del pensamiento griego en nuestra cultura, se ha dicho que: “en conjunto la presente crisis en la ciencia moderna apunta a la necesidad de llevar a cabo una revisión de sus principios hasta los estratos más profundos. Esto constituye, pues, un nuevo incentivo para plantear una vez más el retorno a un estudio asiduo del pensamiento griego” (Schrödinger, 2006, p. 34); lo cual fortalece lo que otros helenistas, filólogos y filósofos han observado.

      Por otra parte, no podemos plantear, ciertamente, un regreso lineal e idílico al pensamiento antiguo, porque simplemente sería improcedente, y hay que reconocerlo: el tiempo no puede retrotraerse y debemos en cambio mirar hacia el futuro. Pero sí que podemos nutrir nuestro pensamiento contemporáneo con lo que sea actual y necesario para nuestras problemáticas cada vez más refinadas, emplazando un diálogo perpetuo con la tradición clásica.

      La Antigüedad constituye un preclaro antecedente de lo que hoy somos en gran medida, sus enfoques son aún vigentes en muchos casos y de cara a las nuevas teorías no dejan de aportar un impulso en la investigación científica y en su interlocución permanente. La cultura griega es realmente “una historia que todos nosotros nos hemos visto prendidos en ella, al tiempo que ella misma se ha ido haciendo parte de nosotros” (Guthrie, 1993, p. 8), como piedra angular de la cultura Occidental. Volver a considerarla con seriedad, como Hegel recomienda, sería un deber, por eso “lo que pretendo defender es la necesidad de resituar la razón en su historia griega” (Martínez de la Escalera, 1997, p. 176).

      El mismo Aristóteles se expresa retrospectivamente en las Refutaciones Sofísticas 34, acerca de la magna importancia de reconsiderar la piedra de toque o cimiento vernáculo sobre el que se levanta la edificación toda, que representa el conocimiento humano en su conjunto construido al paso de los siglos. Para sus contemporáneos, cual si pareciere hablar a los hombres venideros —que somos nosotros—, dice lo siguiente:

      Los descubrimientos […] han avanzado parcial y penosamente gracias a los que los han recogido después; en cambio, las cosas descubiertas desde el principio acostumbran a recibir un desarrollo inicial pequeño, pero mucho más útil que el posterior desenvolvimiento a partir de aquello: pues sin duda el principio […], es lo más importante de todo […] Y, una vez descubierto esto, es más fácil aumentarlo y añadir lo que falta: que es precisamente lo que ha ocurrido en torno a los argumentos […] y, prácticamente, en torno a todas las otras técnicas. En efecto: unos, descubrieron los principios, […] otros, a lo largo de una especie de sucesión, hicieron avanzar la cosa paulatinamente, la han desarrollado ampliamente hasta este punto (Ref. Sof., 183b17-31).

      Por otra parte, las teorías ético-políticas son, enhorabuena, las encargadas de cultivar y coadyuvar a la realización del ser humano; porque se guarda la esperanza para el porvenir de una humanidad más justa, que a su vez es el ideal que ha perseguido en buena medida la filosofía en toda su historia. La filosofía práctica existe para alcanzar un nivel de vida más digno y más justo para todos, mediante la expansión de su radio de inclusión.

      Y esta razón apunta al abordaje contemporáneo de nuestro autor en un tema muy actual como es la amistad. Como estudiar en toda su vastedad la ética aristotélica constituye una empresa titánica —tarea que han enfrentado los comentadores de Aristóteles a lo largo de los siglos—, que está por encima del objetivo de esta obra, nos limitamos a un tema que puede dar respuesta a la violencia en todas sus formas, que atestiguamos hoy más que nunca en nuestro presente: el tema de la amistad (De Romilly, 2010).

      El objetivo de este libro es pues presentar el pensamiento y la amistad en Aristóteles, su pensamiento teórico y su práctica de la amistad. De esta manera, quiero ceñir como en un haz de conjunto, las variables que intervienen en la estructura dialéctica del discurso aristotélico. A la vez, deseo proyectar una óptica del autor que hasta ahora no hemos visto en la literatura, su faceta como amigo con cada uno de los que entabló ese tipo de relación (philía). A este tema dada su importancia Aristóteles dedica dos libros enteros de diez que posee la Ética Nicomaquea (cuantitativamente la quinta parte de la obra), lo cual indica que se trata de un tema altamente significativo dentro del conjunto de la ética, y por ende, dentro del Corpus Aristotelicum. Y es que “en relación con el tema específico de la amistad, el texto (en viii-ix), si se medita a fondo, quizás pueda valer por sí mismo como un pequeño tratado de ética y aun como una filosofía política en miniatura” (Adomeit, 1992, p. 11); sobre todo si consideramos cómo Aristóteles fue amigo de varios personajes de su tiempo.

      Y es que no podemos dejar de lado un estudio de la amistad en un pensador que hizo del cuadro de la realidad la multiplicidad de lo particular, y siendo ese su primer lema de batalla dialéctica contra su maestro Platón. Por ello es que tenemos que ver cómo fueron sus relaciones particulares. En esta segunda parte del presente libro: Práctica de la amistad, se exponen sus amistades reales, con base en la documentación que tenemos, a la luz de las narraciones históricas de la vida del filósofo y de sus contemporáneos: su testamento, cartas de la época, y tratados de la mentalidad ético-popular de la gente de la época, contrastando las relaciones que tuvo con sus doce amigos de los que tenemos noticia (p. 67). Ello es una muestra de cómo Aristóteles ejercía las relaciones políticas.

Скачать книгу