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      HIJAS DEL VIEJO SUR

      LA MUJER EN LA LITERATURA FEMENINA

      DEL SUR DE LOS ESTADOS UNIDOS

      Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans

       http://www.uv.es/bibjcoy

      Directora

      Carme Manuel

      HIJAS DEL VIEJO SUR

      LA MUJER EN LA LITERATURA FEMENINA

      DEL SUR DE LOS ESTADOS UNIDOS

      Constante González Groba, ed.

      Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans

      Universitat de València

       Hijas del viejo sur: La mujer en la literatura femenina

       del Sur de los Estados Unidos

      ©Ed. Constante González Groba

      La preparación y publicación de este libro

      han sido posibles gracias a la financiación

      del MINECO (proyecto FFI2010-17061)

      1ª edición de 2012

      Reservados todos los derechos

      Prohibida su reproducción total o parcial

      ISBN: 978-84-9134-142-0

      Imagen de la portada: Sophia de Vera Höltz

      Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

      Publicacions de la Universitat de València

       http://puv.uv.es

       [email protected]

      Índice

       INTRODUCCIÓN

       La mujer en la historia y en la literatura del sur de los Estados Unidos

       Constante González Groba

       CAPÍTULO I

       Louisa S. McCord: la mujer sureña como ángel custodio de la civilización esclavista

       Carme Manuel

       CAPÍTULO II

       La mujer en la novela de Ellen Glasgow: el rechazo de la lady sureña y la defensa de la “nueva mujer”

       Constante González Groba

       CAPÍTULO III

       Damas y esclavas, madres y mamis en el Viejo sur: Gone with the Wind de Margaret Mitchell y “The Old Order” de Katherine Anne Porter

       Susana María Jiménez Placer

       CAPÍTULO IV

       El tomboy cuestiona las rígidas dicotomías de género y raza de la sociedad sureña

       Constante González Groba

       CAPÍTULO V

       Sureña y subalterna: narrando la rebelión de la mujer en Alice Walker

       Jesús Varela Zapata

      Introducción

      Quienquiera y comoquiera que sea la mujer del sur de los Estados Unidos (hay tantas variedades e interpretaciones que es imposible decirlo con certeza), sí es innegable que tiene una importancia crucial en la cultura y en la historia del sur, y que es fundamental para entender las realidades y los mitos de dicha cultura. La mujer sureña tiene, pues, una importancia crucial a la hora de estudiar y entender a la mujer estadounidense porque es tan distintiva en la historia de dicha mujer como lo es el sur en la historia de la nación americana.

      A pesar de la intensa relación de la cultura del sur de los EE. UU. con la mujer (Dixie es, al fin y al cabo, un nombre de mujer), apenas se hicieron estudios sobre la mujer sureña antes de la década de 1980. The Southern Lady, el estudio de Anne Firor Scott publicado en 1970, marcó un punto de no retorno. Al igual que la historia del sur, la de la mujer en dicha región tiene unas características específicas. A lo largo de la historia, el sur no dio muchas feministas, y a menudo las pocas que dio definían el feminismo de forma distinta al resto del país. Hasta bien entrado el siglo XX, prácticamente ninguna feminista blanca del sur era abolicionista. La industrialización llegó relativamente tarde al sur y, como las mujeres sureñas no trabajaron juntas en fábricas hasta después de la guerra civil, no se establecieron muchos lazos de unión para compartir intereses y luchar por objetivos comunes. Además, el sistema esclavista hizo imposible el establecimiento de lazos de unión entre mujeres de distintas razas y clases sociales.

      La atención prestada en las últimas décadas a la categoría que se ha dado en llamar género ha venido aportando nuevas y cambiantes perspectivas e interpretaciones sobre los momentos cruciales de la historia del sur estadounidense: los orígenes y la experiencia de la esclavitud, la guerra civil, la Reconstrucción, la segregación (Jim Crow), y el movimiento por los derechos civiles. Como bien apunta Sara Evans, todas las mujeres del sur de los EE. UU. han resultado de alguna manera afectadas por la conexión entre la cuestión racial y los roles e imágenes sexuales (1353). Los colonos blancos del sur trajeron consigo la imaginería occidental sobre la naturaleza femenina con su consiguiente polarización entre la virgen, pura e inaccesible, y la prostituta, peligrosa y degradada. Esta dicotomía iría englobando complejas asociaciones con imágenes de luz y oscuridad, del bien y el mal, hasta adquirir una realidad concreta y tangible con la formación de la casta de plantadores blancos dependientes del trabajo de esclavos de una raza considerada inferior.

      La realidad del Viejo sur era muy diferente de la leyenda de esplendor aristocrático y armonía social propagada por las innumerables novelas románticas del último cuarto del siglo XIX, cuando el sur blanco se aferró al mito de la Causa perdida. La vida de las mujeres de la época colonial y de los años anteriores a la guerra civil era mucho más complicada de la que se reflejaba en las novelas anteriores a las de escritoras realistas e iconoclastas como Ellen Glasgow, que en las primeras décadas del siglo XX desmitificó la versión tradicional de la mujer sureña. Existían diferencias claras entre la mujer blanca cuyo marido tenía cientos de esclavos y aquella cuyo marido solo tenía una docena, y entre la esposa del que tenía solo unos cuantos esclavos y la del que no tenía ninguno. Antes de la guerra civil, la inmensa mayoría de las mujeres blancas eran las esposas de pequeños agricultores, llamados yeomen farmers, cuyas familias poseían escasos esclavos, o ninguno. La vida de estas mujeres blancas, como la de las negras, estaba caracterizada por un trabajo arduo y continuo, que incluía el cuidado del huerto y los animales domésticos, hilar, tejer, coser, cocinar, limpiar la casa y criar los hijos. Aunque el trabajo en el campo se

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