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estrecharon relaciones como nunca hasta entonces había sucedido.

      En el apoyo a los procesos de cambio político en Centroamérica convergieron desde personeros del partido oficial, diplomáticos y funcionarios del “último gobierno de la Revolución Mexicana” –como se conoció al gobierno de José López Portillo–, hasta grupos clandestinos de la izquierda radical, pasando por todo el abanico de la izquierda partidaria y de la izquierda sin partido. La solidaridad con los procesos revolucionarios centroamericanos colocó en una misma trinchera a personas y agrupaciones francamente disímbolas.

      La participación de mexicanos durante el proceso insurreccional de Nicaragua fue ciertamente reducida, pero muchos connacionales colaboraron de manera entusiasta con el gobierno sandinista durante los años ochenta. En los casos de El Salvador y Guatemala, la prolongación de la guerra y la presencia de miles de refugiados permitió al FMLN y la URNG establecer estructuras permanentes en México, a las cuales se incorporaron varios cientos de connacionales. Muchos de ellos colaboraron de formas muy comprometidas con los rebeldes de Centroamérica. Incluso un número significativo de compatriotas se hizo presente en los frentes de guerra, participando como médicos, radiotécnicos, maestros y combatientes. Se tiene registro de una veintena de mexicanos que perdieron la vida peleando en El Salvador.

      En los años ochenta, ante la necesidad apremiante de comprender el carácter del conflicto regional y prever sus posibles implicaciones para nuestro país, proliferaron en el medio académico mexicano los estudios acerca de Centroamérica. La Universidad Nacional Autónoma de México, el Centro de Investigación y Docencia Económica, El Colegio de México y la Secretaría de Relaciones Exteriores, entre otras instituciones, auspiciaron investigaciones sobre los procesos políticos y sociales que habían dado lugar a la guerra, y acerca la dinámica del conflicto regional, la crisis humanitaria y el impulso de México al proceso de paz.

      En marcado contraste, durante la década de los noventa, tras la derrota electoral del Frente Sandinista y una vez que el conflicto centroamericano entró en una etapa de distensión, el interés de periodistas, analistas políticos y cientistas sociales se movió hacia otros temas urgentes del acontecer nacional, como por ejemplo los sucesos de Chiapas. En este contexto los estudios sobre la cuestión centroamericana se vieron truncados. Ya no se continuó con un análisis más a fondo de los procesos revolucionarios, de la crisis que por poco desemboca en una guerra generalizada y del involucramiento mexicano en el conflicto. Solo hasta hace poco, tras un prolongado periodo de “abandono académico”, dichos temas comenzaron a posicionarse nuevamente dentro de la agenda de investigación de las instituciones mexicanas, esta vez como materia de indagación y reflexión históricas.

      Este proyecto surgió como respuesta a dicha necesidad. En primer lugar, nos propusimos examinar la evolución de la postura oficial mexicana ante los acontecimientos del Istmo para lo cual nos fue muy útil retomar los trabajos elaborados en la década de los ochenta, pues sin duda hicieron valiosos aportes al respecto. Sin embargo, no dejamos de observar que se trataba de estudios hechos al calor de los acontecimientos y que buena parte de ellos habían sido publicados bajo el auspicio del gobierno. El análisis crítico de esa bibliografía fue un insumo básico de nuestra propia interpretación.

      Ahora bien, nuestro interés no se limitó a dilucidar los aspectos concernientes a la esfera diplomática. Por el contrario, consideramos necesario incorporar al análisis otras variables que hasta ahora escasamente se habían tomado en cuenta. Por ejemplo, nos propusimos examinar distintas formas de involucramiento de la sociedad mexicana en los procesos sociopolíticos de Centroamérica, desde la cobertura de prensa y el análisis académico hasta las diversas expresiones de solidaridad y colaboración entusiasta de muchos compatriotas con los proyectos revolucionarios centroamericanas, incluyendo la incorporación directa de numerosos mexicanos a las fuerzas rebeldes.

      Del mismo modo le dimos importancia a investigar la actividad conspirativa que desarrollaron en territorio nacional, a lo largo de tres décadas, los grupos insurgentes centroamericanos, la cual representó un asunto muy sensible de seguridad interna para nuestro gobierno. Al incluir esta temática en nuestro programa de investigación también quisimos hacer un aporte significativo a la historia de los procesos sociopolíticos centroamericanos, sacando a luz elementos novedosos acerca de la presencia y actividades en México de militantes, refugiados y exiliados políticos, y recopilando en nuestro país documentos y testimonios relevantes para la historia de los movimientos revolucionarios de Nicaragua, El Salvador y Guatemala.

      Nuestro interés en privilegiar el trabajo con fuentes primarias se hizo patente en los resultados del proyecto. Además de hacer acopio de abundante documentación en colecciones particulares y repositorios de México, Centroamérica y Estados Unidos, recabamos testimonios personales de gran interés y valor histórico. En cuanto a lo primero, fue fundamental la consulta de la documentación resguardada en el Archivo General de la Nación y el Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores. También, aunque de forma contingente, llevamos a cabo una labor de rescate, ordenamiento y digitalización del archivo de la Comisión Político-Diplomática del Frente Farabundo Martí de El Salvador, que tuvo su sede en México a partir de 1981.

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