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El jardín de los delirios. Ramón del Castillo
Читать онлайн.Название El jardín de los delirios
Год выпуска 0
isbn 9788418895852
Автор произведения Ramón del Castillo
Жанр Философия
Издательство Bookwire
Tendríamos que leer con más detalle el trabajo de Kuo y Sullivan en barrios deprimidos y con distintos grados de vegetación en que se basa Ellard,43 pero confieso que no me cabe en la cabeza que la contemplación de vegetación sea la variable independiente, el factor determinante que explique por sí mismo (sin relación con muchos otros factores de tipo social) la disminución de una tasa de criminalidad y el aumento de la cohesión social.
¿Qué elemento de la naturaleza provoca exactamente estos efectos? ¿Simplemente las formas y los colores del paisaje que excitan más neurotransmisores en el córtex visual? ¿O será también la calidad del aire? ¿O es que la gente que está más cerca de zonas verdes hace más ejercicio físico y eso les beneficia? Algunos estudios demuestran que para disfrutar de más vida y salud a veces ni siquiera es necesario usar los espacios verdes, sino solo vivir cerca de ellos. Lo más llamativo de estos estudios es que algunos de sus autores (por ejemplo, Richard Mitchell, de la universidad de Glasgow) sugieren que la población urbana más desfavorecida que vive más cerca de la naturaleza saldría ganando en salud más que las clases pudientes, lo cual también suena muy dudoso.44
La salud mental y la social van siempre unidas, aunque hay quienes se empeñan en separarlas. Los niños y las niñas que sufren trastorno por déficit de atención e hiperactividad (tdah) pueden mejorar su nivel de atención cuando tienen más cerca plantas. El laboratorio que dirige Stefano Mancuso, el linv, publicó un estudio (2017) que demostraba que niños de siete a nueve años daban mejores resultados en pruebas de atención cuando se realizaban en el jardín arbolado del colegio que cuando se realizaban en espacios sin plantas (las aulas cuyas ventanas no daban a ninguna zona verde). “A pesar de que el aula era el ambiente más adecuado para concentrarse (no hay distracciones, no hay ruidos…), los resultados obtenidos en el jardín, en presencia de plantas, fueron mejores con mucha diferencia” (p. 202). Pero ¿es solo por la presencia de plantas? Probablemente no. Lo mismo los pequeños sujetos de los experimentos de Mancuso no salen mucho al aire libre. Uno de los problemas de los niños de hoy no es que no estén en contacto con plantas, sino que no están en contacto con nada. No juegan en las calles, por ejemplo. Los datos sobre Estados Unidos son impresionantes: según otro estudio reciente, el 70% de las madres jugaron fuera de su casa todos los días cuando eran niñas, mientras que solo el 31% de sus hijos lo hacen hoy. Lo mismo los jardines, no solo son beneficiosos porque hay plantas, sino porque cuando los críos están en ellos están jugando, están en el recreo, y las presiones son menores. Conozco a gente que dentro de un aula silenciosa no es capaz de concentrarse, pero menos aún en un jardín, porque en él hay un montón de distracciones y de ruidos. Y también hay gente que en un jardín puede alcanzar una capacidad de concentración asombrosa, pero no aplicarla al objeto de atención que el monitor o el profesor consideran adecuado y educativo.
Hoy, como recuerda Mancuso, hay centros de hortoterapia por todo el mundo. Plantar o cuidar un jardín puede ayudar a mejorar muchos trastornos psíquicos. Hacer ramos y centros florales también (aunque es un arte más efímero, claro). Los astronautas que viajen a Marte deberán llevar plantas no solo para cultivarlas y comérselas, sino para no desarrollar trastornos psíquicos (luego volveremos sobre esto). Aunque los astronautas parecen preparados para todo, parece que podrían perder la razón si no viajan hasta Marte con algunas plantas. Durante años era imposible encontrar un botánico, y menos aún un ingeniero agrónomo, en una agencia espacial. Los gestores y burócratas del espacio –añade Mancuso– han tenido que reconocer “que la presencia de plantas constituye un verdadero requisito si se quieren tener posibilidades de explorar y colonizar el espacio” (p. 203).
‘solastalgia’ y amnesia ambiental
Siempre me han impresionado los jardines venidos a nada. No son jardines que se hayan dejado atrás al huir precipitadamente (por causa de una guerra o un desastre), sino que han caído presa del abandono, sin que nadie se haya tenido que mover del lugar. Los jardines arruinados incrementan la sensación de derrota y desarraigo. El “día de después” a veces se ha representado con el chirrido de un columpio infantil movido por el aire, y con plantas silvestres invadiendo un pequeño jardín en el que se amontonan hojas y ramas caídas. Pero la visión de un jardín vacío también es la estampa de “el día de antes”. Solemos asociar los grandes desastres con un suceso instantáneo, un acontecimiento súbito que marca un antes y un después. Sin embargo, algunos de los peores desastres que podemos padecer son los que tienen lugar gradualmente, sin que nos demos cuenta. Sabemos que el deterioro social y el natural van de la mano, y que cuando avanzan lentamente el desastre no es menor. Un jardín suele solazar, animar. Un jardín descuidado, abandonado, produce lo contrario: desánimo. El paisaje y el entorno local pueden provocar los mismos sentimientos, dependiendo de su estado y de la memoria ambiental que conserven sus habitantes. Los psicólogos estudian los efectos de la devastación de grandes parajes y paisajes. Pero hay otras escalas de desconsuelo, por ejemplo el que se siente cuando se deterioran las zonas verdes de ciudades, que no parecen gran cosa, pero que son muy queridas por sus habitantes. La degeneración progresiva de espacios verdes puede parecer menos apocalíptica que un desastre instantáneo, pero no es menos terrible. Los fotógrafos que retratan las ruinas del lucro inmobiliario toman fotos alucinantes de urbanizaciones abandonadas por las constructoras, pero quizá deberían hacer muchas más de placitas y parques abandonados por los poderes públicos o de jardines privados que dejaron de cuidar sus propietarios endeudados. En realidad, las ruinas inmobiliarias no son ruinas porque nunca llegó a existir algo que pudiera arruinarse, y las otras ruinas urbanísticas tampoco lo son porque nunca llegan a deshabitarse y se sigue subsistiendo en ellas mientras los muros se agrietan y desmoronan y las zonas verdes se llenan de escombros y basura. No solo hay que captar las ruinas de la ambición, también los restos de la ilusión.
Parece que ahora hay una palabra específica para describir el estado de ánimo que provoca el deterioro ambiental: solastalgia, que fue propuesta por Glenn Albrecht (2005; 2010).45 Como se sabe, el término desolación tiene su origen en el latín solus y desolare, que significa ‘devastación, privación de bienestar, abandono y separación (loneliness)’. El término puede designar tanto un estado de ánimo (un sentimiento de abandono, una sensación de desamparo, desánimo, desconsuelo), como un estado de cosas (un paisaje que ha sido devastado, un entorno destruido). El término solastalgia, en cambio, está compuesto de solaz que deriva del verbo latino solari (y de los sustantivos solacium o solatium), cuyos significados tienen que ver con el hecho de aliviar la pena o procurar consuelo ante hechos tristes. Albrecht añade luego el sufijo -algia, que significa dolor, sufrimiento (algos en griego), y de esa forma hace resonar el significado de un término más común: nostalgia (que significa, claro, el dolor que provoca dejar el hogar, nostos). Albrecht define así la solastalgia:
El dolor o dolencia causado por la pérdida progresiva de solaz y el sentido de desolación provocado por el estado presente del hogar y territorio propio. Es la ‘experiencia vivida’ de un cambio ambiental negativo que se hace patente como un ataque al sentido del lugar. Se caracteriza como una condición crónica provocada por la erosión gradual del sentimiento de pertenencia a un lugar particular [o identidad] y un sentimiento de pena [o desolación psicológica] ante su transformación [o sea, una pérdida del bienestar]. A diferencia de la nostalgia, que implica un desplazamiento espacial y temporal, la solastalgia es la añoranza que padeces mientras sigues aún emplazado dentro de tu propio entorno. Los factores que pueden causarla pueden ser naturales y artificiales […] estresantes ambientales crónicos como la sequía pueden provocar solastalgia, igual que una guerra continuada, ataques terroristas, deforestación del suelo, explotación minera, cambios políticos rápidos, gentrificación de barrios antiguos de ciudades […]. El concepto de solastalgia es relevante en cualquier contexto donde se vive una experiencia directa de transformación o destrucción del entorno físico (u hogar) por fuerzas que socavan el sentido de identidad personal y comunitario (2010: 227).
Albrecht desconcierta. Las causas que pueden provocar solastalgia son tan variadas que es difícil entender qué tienen en común. El concepto trata de abarcar tantas cosas que acaba perdiendo utilidad. Las situaciones que describe, parece ser,