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medio de Epafrodito. Y Epafrodito casi pierde la vida mientras viajaba con este apoyo. Estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él (Filipenses 2:27).

      Por lo que Pablo le pide a la iglesia en Filipos que honre a Epafrodito cuando él regrese a verlos (v. 29), y explica sus razones por medio de palabras muy similares a las de Colosenses 1:24. Él dice: «Porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir [similar a la palabra “cumplir” en Colosenses 1:24] lo que faltaba [misma palabra de Colosenses 1:24] en vuestro servicio por mí». En el original griego, la frase «suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí» es casi idéntica a la frase «cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo», que aparece en Colosenses 1:24.

      Entonces, ¿en qué sentido el servicio de los Filipenses suplió lo que le «faltaba» a Pablo? y, ¿en qué sentido Epafrodito «cumplió» o «completó» lo que faltaba en el servicio de ellos? Hace cien años, Marvin Vincent lo explicó así:

      El don para Pablo era un don de parte de la Iglesia como un cuerpo. Era una ofrenda de amor sacrificial. Lo que faltaba, y que habría sido agradecido tanto por Pablo como por la iglesia, era la presentación de esta ofrenda por parte de la iglesia en persona. Eso era imposible, y Pablo representa a Epafrodito como supliendo esta carencia con su ministerio ferviente y afectuoso.5

      Yo creo que eso es exactamente el significado de las mismas palabras en Colosenses 1:24. Cristo ha preparado una ofrenda de amor para el mundo al sufrir y morir por los pecadores. Esa ofrenda está completa y no le falta nada, excepto una cosa, una presentación personal de parte de Cristo mismo a las naciones del mundo. Y Dios suple esta carencia al llamar al pueblo de Cristo (personas como Pablo) para que vayan por todo el mundo y den una presentación personal de las aflicciones de Cristo.

      Al hacer esto, nosotros cumplimos «lo que falta de las aflicciones de Cristo». De esa manera terminamos aquello para lo cual fueron destinadas, es decir, llegar a la gente que no conoce el infinito valor de estas aflicciones, y darles una presentación personal de ellas.

      Cumpliendo las aflicciones de Cristo con nuestras aflicciones

      Pero lo más asombroso de Colosenses 1:24 es la manera en la que Pablo cumplió las aflicciones de Cristo. Él dice que su propio sufrimiento es el que cumple las aflicciones de Cristo. «Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia». Entonces, eso significa que Pablo exhibe los sufrimientos de Cristo cuando él sufre por aquellos que trata de ganar. En sus sufrimientos ellos veían los sufrimientos de Cristo.

      Este es el asombroso resultado: Dios pretende que las aflicciones de Cristo sean presentadas al mundo a través de las aflicciones de Su pueblo. Dios realmente quiere que el cuerpo de Cristo, la iglesia, experimente algo del sufrimiento que Él experimentó para que, cuando proclamemos la cruz como el camino a la vida, la gente vea las marcas de la cruz en nosotros y sienta el amor de la cruz de parte de nosotros. Nuestro llamado es hacer que, al proclamarle a la gente el mensaje de salvación, hagamos que las aflicciones que nosotros experimentamos le permitan a la gente ver la realidad de las aflicciones de Cristo.

      La sangre de los mártires es semilla

      Esa es la razón por la que Pablo decía que sus cicatrices eran «las marcas del Señor Jesús». En sus heridas la gente podía ver las heridas de Cristo. «Porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús» (Gálatas 6:17). El objetivo de llevar las marcas de Jesús es que Él pueda ser visto y que Su amor actúe poderosamente en aquellos que lo ven.

      [Nosotros llevamos] en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida. (2 Corintios 4:10–12)

      La historia de la expansión del cristianismo ha demostrado que «la sangre de los mártires es semilla», una semilla de la vida nueva en Cristo que se esparce por todo el mundo. Esa cita famosa proviene de Tertuliano, quien vivió aproximadamente entre el año 160 y el 225 d.C. Lo que él realmente escribió fue: «Cuánto más nos podan [los romanos], más crecemos en número [los cristianos], la sangre de los cristianos es semilla».6 Durante casi trescientos años, el cristianismo creció en una tierra que fue regada por la sangre de los mártires. En su libro, A History of Christian Missions [Una historia de las misiones cristianas], Stephen Neil menciona los sufrimientos de los primeros cristianos como una de las seis razones principales por las que la Iglesia creció tan rápidamente.

      Debido a su peligrosa situación ante la ley, los cristianos estaban casi obligados a reunirse en secreto (...) Cada cristiano sabía que tarde o temprano tendría que testificar por su fe, y que eso le costaría la vida (…) Cuando la persecución se desató, el martirio era algo que podía ser observado por las audiencias más grandes que podían existir. El público romano era duro y cruel, aunque no carecía por completo de compasión; y no cabe duda de que la actitud de los mártires, y en particular de las jóvenes que sufrieron junto a los hombres, causó una profunda impresión (...) En los primeros registros encontramos un comportamiento tranquilo, digno y decoroso; un valor impasible ante el tormento, cortesía hacia sus enemigos y una alegre aceptación del sufrimiento como el camino señalado por el Señor para conducirlos a Su reino celestial. Hay una serie de casos bien documentados de conversiones de paganos justo cuando presenciaron la condena y la muerte de los cristianos; seguramente fueron muchos más los que recibieron impresiones que con el tiempo llegarían a convertirse en una fe viva.7

      Que el Señor de las naciones tenga a bien darnos Su pasión

      Cuando Pablo participó de los sufrimientos de Cristo con alegría y amor, por así decirlo, les entregó esos mismos sufrimientos a aquellos por los que Cristo murió. El sufrimiento misionero de Pablo estaba diseñado por Dios para cumplir las aflicciones de Cristo, haciéndolas más visibles, personales, y preciosas para aquellos por quienes Él murió.

      De manera que ahora yo diré estas palabras aleccionadoras: El plan de Dios es que Su propósito salvador para las naciones triunfe a través del sufrimiento de Su pueblo, especialmente el sufrimiento de los que están en el frente de batalla, quienes irrumpen en las tinieblas del poder cegador que Satanás ejerce sobre los pueblos no alcanzados. Eso es lo que de manera drástica ilustran las vidas de William Tyndale, John Paton y Adoniram Judson. Oro para que las historias de estos hombres despierten en ti una pasión por el renombre de Cristo entre las naciones, y estimulen en ti un sentido de compasión por los que morirán en sus pecados sin haber escuchado la buenas nuevas de Cristo.

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