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La caja de los hilos . Antonio Moreno Ruiz
Читать онлайн.Название La caja de los hilos
Год выпуска 0
isbn 9788428837835
Автор произведения Antonio Moreno Ruiz
Жанр Документальная литература
Серия Fuera de Colección
Издательство Bookwire
Lo que tienes en tus manos es mi corazón impreso. Dos años de intensa actividad en la red, miles de “tuits” tejidos a golpe de oración, estudio y tecla. No obstante, nada de lo que leerás es mío. Todo lo he recibido de otros, de quienes me han acompañado en mi camino de fe y a quienes debo agradecer tanto: mi familia, mis catequistas, mi comunidad, mis compañeras de trabajo, los sacerdotes que Dios ha cruzado en mi camino, los autores de las lecturas que han ido cayendo en mis manos… Y es que soy lo que otros son en mí.
Te invito a tomar el extremo de alguno de los hilos que lanzo. No para pescarte, no hay anzuelo al final del sedal, sino para que, tú por un lado y yo por otro, comencemos a hacer un ovillo y, liando, liando, lleguemos a encontrarnos. Bienvenida. Bienvenido.
Antonio Moreno
CAPÍTULO I
LOS HILOS DE MARÍA
Te propongo comenzar por el principio: María. Ella es una gran fuente de inspiración para los hilos porque es una figura llena de misterio, querida por las masas, exaltada a veces en demasía y otras tantas muy desconocida o estereotipada. Estudiar a María, conocer a esta chiquilla de Nazaret, es adentrarse en el misterio del amor de Dios que hizo obras grandes por ella.
Tres fiestas marianas nos sirven de soporte para contar muchas cosas que quizá nunca te habías planteado:
#HilodelaInmaculada
¿Cómo ocurriría la preservación sin mancha de la Virgen María en atención a los méritos futuros de su Hijo? Un viaje en el tiempo en una historia de amor protagonizada por unos jóvenes, Joaquín y Ana.
#HilodelaAsunción
Hablamos de la Resurrección de Cristo, pero ¿y la de María? Si decimos que está en el cielo en cuerpo y alma, ¿por qué no hablamos de su resurrección? Interesante hilo con tintes científicos.
#HilodelRocío
En el día de Pentecostés conocemos los orígenes judíos de esta fiesta y nos acercamos a la advocación de la Virgen del Rocío que guarda estrecha relación con esta fiesta del Espíritu Santo.
1
Joaquín y Ana, un Amor de cuento
#HilodelaInmaculada
–¡Ana, sal a despedir a tus tíos!
Caleb y Judith eran en realidad tíos de su, desde ayer, marido Joaquín, y volvían a Nazaret después de la boda. Había que despedirlos con honores pues habían sido los más generosos con los regalos. El resto de invitados se quedaría de celebración en Belén al menos una semana, pero estos familiares tenían que adelantar su regreso porque la enfermedad de Judith le impedía pasar largas temporadas fuera de casa.
–Gracias por todo, Ana –sonrió Judith–. Lo hemos pasado muy bien y volvemos encantados por vuestra acogida. Que Adonai bendiga vuestro matrimonio y os haga fecundos, que Él no aparte nunca su mano de vuestras cabezas. Mi sobrino es un buen hombre, pero tú eres una mujer excepcional. ¡Qué buen partido se ha llevado!
–Gracias a ti, Judith –respondió Ana sin perder aún el sonrojo–. Mi tío Caleb y tú habéis sido muy generosos con nosotros. Espero que el viaje no se te haga pesado y puedas descansar pronto en casa.
–¡Ay, sí! Gracias hija –contestó–. Es lo que más deseo en el mundo. Poder estar ya en casa. Cuando pase todo esto y os establezcáis por fin en Nazaret espero que vengáis mucho por casa.
–Así lo haremos, tía. Adiós, buen viaje –dijo Ana mientras la abrazaba.
Mientras que la caravana se iba alejando, la música comenzaba a sonar de nuevo en casa de Joaquín, donde se había celebrado el enlace. El olor a vino y a cabrito asado impregnaba el ambiente. Mientras paseaba por la casa saludando a los invitados, Ana no podía dejar de pensar en el día más maravilloso de su vida. ¡Qué hermoso lo vivido! ¡Cuánta emoción ayer en la dulce espera de su esposo rodeada de sus hermanas, de sus primas, de sus amigas del alma!
Cuando al fin oyeron los primeros sones de la música venir de tras la colina, el corazón parecía que se le iba a salir del pecho. Y, enseguida, las primeras lucecitas, allá a lo lejos, en lo alto del cerro. Los amigos de Joaquín, todos elegantes, guapísimos, con sus antorchas encendidas, bajaban cantando con tambores y cítaras: “¡Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi perfecta! Que mi cabeza está cubierta de rocío y mis bucles del relente de la noche” 1.
–¡Ya viene Joaquín! ¡Ya viene Joaquín! –gritaban las primas chicas–.
¡Ay, qué gozo! ¡Qué ilusión cumplida! Solo podía rezar y dar gracias al Señor del universo:
–Pon en mi corazón la capacidad de amar, dale a mi espíritu el don del perdón –rezaba Ana en su interior–.
Ella sabía por experiencia que el perdón era muy necesario en el matrimonio. Lo había vivido en el de sus padres. Peleaban a diario, tenían un carácter fuerte; pero a la luz del fuego, en la noche de Nazaret, había visto a su padre pedir perdón y a su madre perdonar, había visto a su madre pedir perdón, y a su padre perdonar.
–¡Qué galante Joaquín! –pensaba Ana–. Me trató como a una reina en el camino desde mi casa hasta casa de su padre. En medio de la comitiva, rodeados de todos los invitados con luces encendidas. Yo ya sabía quién era él. Le había visto trabajar por su casa, honrar a sus padres, cuidar de sus hermanas pequeñas. Nunca decía no a hacer algo por los demás, y ¡qué ojos!
La mirada de Joaquín tenía algo especial, parecía penetrarte hasta el fondo de tu ser para reírse contigo cuando estabas alegre y llorar contigo cuando estabas triste.
Muchas casamenteras habían intentado echarle el lazo, pero a él no le interesaban ni las dotes de los padres, ni la belleza de las candidatas, ni que fueran la más hacendosas del pueblo. Él y sus padres primaban una mujer que temiera al Señor, porque “engañosa es la gracia y vana la belleza” 2.
Ana siempre decía que fue un ángel quien los unió. El ángel era Peraj, la hermana pequeña de Ana, que a sus dos añitos era un torbellino, una enorme fuente de vida. Ana tenía devoción por su hermanita, pero hace tres años el Señor –alabado sea su nombre– se la llevó en un desgraciado accidente. A Abir, el hermano mayor de Joaquín, le gustaban mucho los caballos. Era la oveja negra de la familia, poco amigo del trabajo y mucho de las juergas. Uno de los días de borrachera, Abir se había apostado con uno de sus amigos a ver quién llegaba antes a la fuente de los siete caños, en la parte baja del pueblo. La pequeña Peraj estaba en la puerta de la casa jugando con el gato cuando este, al escuchar el galope de los caballos, se asustó y salió corriendo. Ana fue testigo desde la ventana del horrible desenlace. La pequeña se levantó tras el gato con la mala suerte de que se metió bajo los cascos del caballo de Abir, que ni la vio.
La familia prohibió a Abir y a Joaquín y a sus hermanas acercarse a su casa de por vida. Sin embargo, Joaquín pasó los dos días en que duró la agonía de la pequeña, tirado en el suelo, rezando, frente a la casa de Ana. Cuando al fin Peraj dio su último suspiro, Ana salió a llorar sola y se encontró a Joaquín en la puerta, arrodillado.
–¿Qué haces aquí?
–Lo siento, Ana. Perdónanos.
–¿Perdónanos? ¿Qué has tenido tú que ver en los líos de tu hermano?
–No hemos sabido educarlo, no hemos sabido retenerlo.
–No