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Viajes y viajeros, entre ficción y realidad. Autores Varios
Читать онлайн.Название Viajes y viajeros, entre ficción y realidad
Год выпуска 0
isbn 9788437082493
Автор произведения Autores Varios
Жанр Социология
Серия Oberta
Издательство Bookwire
Aun así se constata que el nivel de conocimiento experimentó un cambio fundamental en la Baja Edad Media, tal como se muestra con la novela en prosa Fortunatus (primera impresión en 1509), muy apreciada ahora, de manera ejemplar e incluso insistente, ya que su viaje por el mundo le lleva también por la Península Ibérica aun cuando allá no se dieran acontecimientos dignos de mención para el héroe.[7] El narrador cuenta con total sobriedad qué lugares visita el protagonista y a qué distancia se sitúan unos de otros, por ejemplo:
von Biana gen Panplion </> ist die haubstat des künigs von nauerren. ist .xxv. meil </> von dannen gen burges vnd gen dem hailigen sant Jacob / haißt die stat Conpostel. ist. lij. meil </> von sant jacob gen fumis terre, genant zum finstern steren... («De Viana hacia Pamplona </> es la capital del rey de Navarra. está a 52 leguas </> desde allí hacia Burgos y hacia el apóstol Santiago / se llama la ciudad Compostela. está a 52 leguas </> de Santiago hacia Finisterre, es llamada la estrella oscura...») (Müller, 1990: 447-448).
Sólo el hecho de que Granada es un «haidnisch künigreich» («reino pagano», p. 448) y la breve explicación del santuario de Montserrat,
da rastet vnser liebe fraw gar gnedlichen / da grosse wunderzaichen beschehenn / vnnd beschehen seind. Daruon vil tzu schreiben waer (allí descansa Nuestra Señora clementísima, allá donde sucedieron y suceden signos maravillosos de los que habría mucho que escribir) (Müller 1990: 448),
se apartan del esquema de descripción que predomina en el resto del texto. A fin y al cabo, esto significa que la Peninsula Ibérica, muy lejana para el poeta de la Edad Media y de la Edad Moderna temprana, por decirlo así, surgió enel horizonte y fue ganando poco a poco relevancia tanto en su forma concreta como en lo que respecta a temas y motivos, todo ello sin que ese nivel de conocimientos se ciñera exclusivamente al Camino de Santiago.
Mucho antes del Fortunatus, la gran batalla de Roldán contra los sarracenos en el Rolandslied (aprox. 1170) del cura Konrad se sitúa en los Pirineos españoles, y la historia previa de la traición de su suegro Genelun nos lleva hasta Zaragoza, pero se trata aquí de elementos narrativos bastante vagos que se pueden explicar desde la historia de la recepción; no se puede deducir de esto, sin embargo, la existencia de contactos más estrechos entre el ámbito germano-parlante y el espacio ibérico.[8] Si llevásemos a cabo un análisis lingüístico de corte estadístico podríamos incluso encontrar en la literatura alemana de la Edad Media cognados o muchas referencias a España, pero esto sólo podría servir como demostración de que se tenía en general una idea de los límites geográficos de Europa y de que gustaba incluir el suroeste en el marco narrativo para poder jugar con personajes y objetos exóticos. En este contexto no se puede dar por sentada la existencia de un verdadero conocimiento entre Alemania y la Península Ibérica.[9]
El estudio que presentamos a continuación enlaza con mis trabajos anteriores sobre el tema y, por una parte, contempla las relaciones comerciales entre Alemania y España con mayor intensidad y, por otra, considera los relatos de viajes de los siglos XV y XVI que, en el marco de los German Studies y de las nuevas «Ciencias Culturales», han llegado entre tanto a ser considerados parte importante del legado narrativo de la Edad Media.[10]
Comerciantes y feriantes recorrían incluso ya en la Alta Edad Media grandes distancias, apenas imaginables para nosotros, y en cuanto se profundiza algo más en las fuentes descubrimos múltiples contactos también entre Alemania y la Península Ibérica. Gunther Hirschberger ha realizado los estudios más importantes sobre este tema y nos podemos apoyar en ellos aun cuando el autor se concentrara especialmente en la situación de la metrópoli comercial de Colonia.
Ya en el siglo XII y a principios del XIII, los cruzados del noroeste de Alemania que querían ir en primer lugar a Lisboa se reunían en Colonia. A partir de este hecho se desarrollaron con rapidez intensas relaciones comerciales que aumentaron en las décadas siguientes, si bien hay que registrar un retroceso significativo a partir del siglo XIV. No es necesario mencionar expresamente la atracción que ejercía Santiago de Compostela también sobre los peregrinos alemanes, pero éstos siempre fueron acompañados por comerciantes.[11] El comercio internacional, no obstante, está con frecuencia sujeto a grandes fluctuaciones, algo que se puede observar viendo los flujos de mercancías entre Lisboa y Colonia, ya que los comerciantes portugueses asumían, como es natural, el transporte y se dirigieron a las grandes ferias de la Champagne y Flandes, desplazando en parte a Colonia sin afectar en modo alguno al contacto entre los mundos ibérico y germano-parlante (Hirschfelder, 1994: 8-10). A finales del siglo XIV aparecen en Barcelona una serie de comerciantes de Colonia que rápidamente establecieron contactos económicos también con Zaragoza y otras ciudades aragonesas. Como afirma una fuente de 1428, serán sobre todo los productos metalúrgicos los que gocen de mayor aceptación en los mercados españoles, así como artículos de cuero, cintas, anteojos, sombreros de fieltro, cadenas y libros impresos (por ejemplo, Paternóster).[12]
Al mismo tiempo, Valencia gozaba de buena fama como puerto de paso para el tráfico comercial desde y hacia Barcelona. A los representantes de la Liga Hanseática les gustaba utilizarlo porque el gran liberalismo de la política económica creaba condiciones favorables para los negocios. También los primeros impresores de libros alemanes que fueron a España, entre los que destacaron Lambert Palmart y Hermann Lichtenstein, se establecieron preferentemente en Valencia. Otros centros impresores importantes donde los artesanos alemanes dejaron su impronta son Sevilla, Burgos, Granada, Zaragoza, lo que, por supuesto, no quiere decir necesariamente que estas personas contribuyeran al intercambio o al comercio internacional (Classen, 2003a). Sin embargo, su existencia en España confirma en qué medida este espacio del suroeste europeo era accesible también para las gentes de la región del norte de los Alpes.
Por una parte, nos encontramos, por tanto, con comerciantes alemanes, por otra parte con numerosos peregrinos que querían visitar Santiago de Compostela. Después hay que considerar el grupo bastante amplio de artesanos que se podía encontrar en toda España y en parte también el grupo algo más reducido de artistas (juglares, músicos, poetas, etc.) para los que no había prácticamente fronteras nacionales, culturales o lingüísticas apreciables (Salmen, 1983: 197).
Con el descubrimiento de América floreció de nuevo el comercio de Colonia con Lisboa, lugar desde el que se importaba azúcar a Alemania. Algunas casas comerciales consiguieron así una fortuna tan grande que pudieron comprar plantaciones y refinerías de azúcar en la isla canaria de La Palma. Simultáneamente continuó floreciendo de manera considerable el comercio con Valencia y Barcelona, tal como lo demuestran los negocios de la casa de Johann de Colunga (Hirschfelder, 1994: 19-25). Pero también entraron aquí en escena empresas comerciales de la Alta Alemania, y consiguieron en gran medida hacerse con una posición propia porque el margen de beneficio para ambas partes adquirió dimensiones considerables (Haebler, 1902: 392). Al parecer, las empresas de Augsburgo, Ratisbona y Constanza mantuvieron representaciones permanentes en Barcelona y después incluso en Valencia, algo que da una idea de lo intensivo y regular del intercambio comercial.[13]
El medio textual más importante para poder valorar con mayor exactitud el grado en que se conocía en Alemania la Península Ibérica durante la Baja Edad Media lo constituyen los relatos de viaje, sorprendentemente numerosos. Tras la caída de Akko en 1291 y con ello también tras el fin de las Cruzadas, los intereses de los cristianos europeos cambiaron, de forma que ya no se continuó con los intentos de recuperar Tierra Santa por medios militares, aunque siguieron los esfuerzos por conseguir acceso a los Santos Lugares. Por este motivo, a partir de entonces comenzó un intenso tráfico de peregrinos muy marcado finalmente por motivos turísticos, tal como reflejan los