Скачать книгу

(ver Jn 1.14, 18, 14.9). Sin embargo, esta revelación histórica y personal no nos podría beneficiar a menos que, junto a ella, Dios nos hubiera mostrado el significado de la persona y la obra de su Hijo.

      Por lo tanto, debemos evitar caer en la trampa de creer que la revelación «personal» y la revelación «proposicional» son alternativas opuestas. Es más acertado decir que Dios se ha revelado en Cristo y en el testimonio bíblico de Cristo. Ninguna de estas revelaciones está completa sin la otra.

      Segundo, la Palabra de Dios ha llegado a nosotros por medio de palabras humanas. Cuando Dios habló, no lo hizo a viva voz desde un despejado cielo azul para que la gente lo pudiera escuchar. No, más bien habló por medio de profetas (en el Antiguo Testamento) y por medio de apóstoles (en el Nuevo Testamento). Estos y aquellos eran personas reales. La inspiración divina no fue un proceso mecánico en el que se convirtió a los autores humanos de la Biblia en máquinas. La inspiración divina fue un proceso personal en el que los autores humanos de la Biblia poseían, por lo general, el pleno uso de sus facultades. Solo tenemos que leer la Biblia para comprobarlo. Los escritores de narrativa (hay una gran cantidad del género narrativo histórico en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento) utilizaron registros históricos. Algunos de ellos se citan en el Antiguo Testamento. Lucas nos habla al inicio de su evangelio de su minuciosa investigación histórica. Luego, todos los autores bíblicos desarrollaron su propio estilo literario y su énfasis teológico. Así que, la Escritura posee una abundante diversidad. Sin embargo, es Dios mismo quien habla por medio de los distintos enfoques de la Biblia.

      Esta verdad respecto a la doble autoría de la Biblia (es decir, que es Palabra de Dios y palabras de hombres, o más preciso, Palabra de Dios por medio de palabras de hombres) es el relato de la Biblia respecto a sí misma. Por ejemplo, a la ley del Antiguo Testamento a veces se le dice «la ley de Moisés» y otras veces «la ley de Dios» o «la ley del Señor». En Hebreos 1.1 leemos que Dios habló a los padres por medio de los profetas. Sin embargo, en 2 Pedro 1.21, leemos que los hombres hablaron de parte de Dios impulsados por el Espíritu Santo. Así que, Dios habló y los hombres hablaron. Estos hablaron de parte de Dios y él habló por medio de ellos. Ambas declaraciones son correctas.

      Debemos mantenerlas unidas. Tanto en el Verbo encarnado (Jesucristo), como en la Palabra escrita (la Biblia), los elementos divinos y humanos se unen y no se contradicen. Esta analogía, que se desarrolló bastante temprano en la historia de la iglesia, recibe críticas en la actualidad. Y obviamente no es exacta, ya que Jesús fue una persona, mientras que la Biblia es un libro. No obstante, la analogía sigue siendo útil, siempre y cuando recordemos sus limitaciones. Por ejemplo, nunca debemos afirmar la deidad de Jesús de manera que se niegue su humanidad, ni afirmar su humanidad de manera que se niegue su deidad. Lo mismo sucede con la Biblia. Por un lado, la Biblia es la Palabra de Dios. Dios habló y decidió él mismo lo que quería decir, pero no de tal manera que distorsionara la personalidad de los autores humanos. Por otro lado, la Biblia es palabra de hombres. Los hombres hablaron usando libremente sus facultades, pero no de tal manera que distorsionaran la verdad del mensaje divino.

      La doble autoría de la Biblia afectará nuestra manera de leerla. Dado que es palabra de hombres, la estudiaremos como estudiamos cualquier otro libro: usando nuestras mentes, investigando sus palabras y significados, sus orígenes históricos y su composición literaria. Pero dado que también es la Palabra de Dios, la estudiaremos como ningún otro libro, de rodillas, humildemente, clamando a Dios por la iluminación y la guía del Espíritu Santo, sin el cual jamás podremos entender su Palabra.

Pregunta para el corazón:El autor declara que debemos estudiar la Biblia como «ningún otro libro, de rodillas, humildemente, clamando a Dios por la iluminación» ¿Qué luchas enfrentas cuando lees la Biblia?
Mi respuesta:Leo rutinariamente. Necesito maravillarme de que Dios nos habla hoy tal cómo nos habló en el pasado, cuyo registro lo encontramos en las Escrituras.
Tu respuesta:

      El propósito de la revelación: ¿Por qué habló Dios?

      Ya hemos visto cómo habló Dios: ahora, ¿por qué lo hizo? La respuesta no solo sirve para enseñarnos, sino para salvarnos; no solo sirve para instruirnos, sino para específicamente instruirnos «para la salvación» (2Ti 3.15). La Biblia posee este serio propósito práctico.

      Volviendo a Isaías 55, este es el énfasis de los versículos 10 y 11. Tanto la lluvia como la nieve descienden del cielo y no vuelven allá. Estas cumplen un propósito en la tierra: la riegan, la hacen fecundar y germinar. La hacen fructífera. De la misma manera, la Palabra de Dios, que sale de su boca y nos da a conocer su mente, no vuelve hacia él vacía. Cumple un propósito. Y el propósito de Dios al enviar lluvia a la tierra y al hablar su Palabra a las personas es similar. En ambos casos se busca la fructificación: su lluvia hace que la tierra fructifique; su Palabra hace que las personas fructifiquen. Ella nos salva cambiándonos a la semejanza de Jesucristo. Definitivamente, el contexto es la salvación. Porque en los versículos 6 y 7 el profeta habla de la misericordia y el perdón de Dios y, seguidamente, en el versículo 12 habla del gozo y la paz de su pueblo redimido.

      De hecho, aquí se encuentra la principal diferencia entre la revelación de Dios en la creación («natural», porque ha sido dada en la naturaleza, y «general», porque ha sido dada a toda la humanidad) y su revelación en la Biblia («supernatural», porque ha sido dada por inspiración, y «especial», porque ha sido dada a personas particulares y por medio de ellas). Dios revela su gloria, poder y fidelidad a través del universo creado, pero en este no revela el camino a la salvación. Si queremos conocer su bondadoso plan para salvar a los pecadores, debemos leer la Biblia, porque es allí donde Dios nos habla de Cristo.

      Conclusión

      Hemos aprendido tres verdades de nuestro texto en Isaías 55:

      • Primero, la revelación divina no solo posee un carácter razonable, sino también indispensable. Sin ella jamás podríamos conocer a Dios.

      • Segundo, la revelación divina sucede por medio de palabras. Dios habló a través de palabras humanas y al hacerlo explicaba sus obras.

      • Tercero, la revelación divina es para salvación. Esta nos señala a Cristo como Salvador.

      Mi conclusión es muy sencilla. Es una invocación a la humildad. Nada es más hostil al crecimiento espiritual que la arrogancia, y nada es más vital para dicho crecimiento que la humildad. Necesitamos humillarnos ante el Dios infinito, y reconocer las limitaciones de nuestra mente humana (por cuya capacidad jamás podríamos encontrar a Dios) y reconocer nuestra propia pecaminosidad (por cuyo medio jamás podríamos alcanzar a Dios).

      Jesús dijo que esto era tener la humildad de un niño. Dios dijo que se esconde de los sabios e inteligentes, pero se revela a los que «son como niños» (Mt 11.25). Dios no estaba menospreciando nuestras mentes, ya que él mismo nos las dio. Más bien, nos estaba mostrando cómo debemos usarlas. La verdadera función de la mente no es juzgar la Palabra de Dios, sino postrarse con humildad ante ella, con el deseo de escucharla, entenderla, aplicarla y obedecerla en los aspectos prácticos del día a día.

      La «humildad» de los niños se ve demostrada en la manera en la que aprenden y reciben. Los niños dependen de los mayores. Nada de lo que poseen se lo han ganado. Todo lo que tienen se les ha dado gratuitamente. Entonces, debemos «recibir el reino de Dios» como niños (Mr 10.15). Dado que los pecadores no merecen la vida eterna (la vida del reino de Dios) ni se la pueden ganar, debemos humillarnos para recibirla como un regalo gratuito de Dios.

Pregunta para las manos:El autor concluye con un reto a que seamos humildes. ¿Qué acciones concretas puedes realizar para fomentar la humildad?
Mi respuesta:Buscaré ser humilde como un niño, para oír a Dios hablar. Descansaré en la obra salvífica de Cristo para enfrentar mis debilidades y pecaminosidad.
Tu respuesta:

      Apuntes del predicador

      Esta sección tiene el propósito de ayudarte a poner en práctica las verdades de cada uno de estos capítulos al papel que juegas como predicador, ya seas pastor o laico de una iglesia o líder en un ministerio paraeclesiástico.

      A partir de tu propio conocimiento

Скачать книгу