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Varios tratados sobre el carácter de los pueblos que más conocía y admiraba Plutarco (como el romano y el espartano) se combinan aquí con un sincero elogio de la dignidad de la mujer. Este volumen reúne una serie de escritos plutarqueos emparentados por una intención ejemplarizante vehiculada mediante casos extraídos de la historia. Por «Máximas de reyes y generales» desfilan hechos y sentencias emblemáticos y aleccionadores de grandes estadistas griegos, persas, escitas, siracusanos, macedonios y sirios; Alejandro Magno se lleva la palma con treinta y cuatro menciones, pero también asoman a estas páginas Pisístrato, Licurgo, Alcibíades y Pericles, entre otros muchos. «Máximas de romanos» es un apéndice al anterior tratado que ofrece una panorámica histórica desde el siglo III a. C., y constituye una excelente invitación para leer las Vidas paralelas, pues el lector entra en contacto con Fabio Máximo, Escipión el Mayor, Catón el Viejo, Escipión el Joven, Cicerón y Gayo César, que protagonizan algunas de las biografías de esta serie. «Máximas de espartanos» aplica el mismo tratamiento a personalidades lacedemonias, y expresa la admiración que el autor siente por el pueblo de Esparta, su constitución política y su tipo de vida, así como por su proverbial carácter austero. «Antiguas costumbres de los espartanos» recopila anécdotas de la vida cotidiana lacónica en las que Plutarco expresa de nuevo su querencia por Esparta, pero no a través de sus personajes encumbrados, sino de referencias precisas a su alimentación, educación y demás elementos constitutivos, sacadas de los tres grandes historiadores griegos: Heródoto, Tucídides y Jenofonte. «Virtudes de mujeres», dirigida a Clea, amiga de Plutarco y sacerdotisa del templo de Delfos, es un texto singular por su carácter antimisogínico, puesto que incluye casos históricos donde relucen las virtudes de mujeres reales definidas por su nobleza y no por su procedencia: troyanas, focenses, quiotas y demás se distinguen por el coraje, la audacia, la bondad, la honradez y la inteligencia. Como ya demostrara en «Deberes del matrimonio» (volumen II de los Moralia), Plutarco siente un hondo respeto por la mujer y cree posible la felicidad duradera en el matrimonio, que él experimentó en su propia vida.

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Si en Vidas paralelas Plutarco ha examinado en detalle las biografías de destacados personajes griegos y romanos, en los tratados reunidos aquí puede hacer reflexiones generales sobre ambas sociedades y culturas. La gran erudición sobre temas históricos que permitió a Plutarco escribir tantas obras sobre la materia (en especial la serie de biografías sobre grandes personajes griegos y romanos de las Vidas paralelas), le permite reflexionar aquí sobre el pasado y el carácter de los pueblos y culturas por los que sentía más apego y admiración: en «Las cuestiones romanas y las cuestiones griegas», «Sobre la fortuna de los romanos», «Sobre la fortuna de Alejandro», «Sobre la fama de los atenienses», «¿Fueron los atenienses más ilustres en guerra o en sabiduría?» traza reflexiones generales acerca de griegos y romanos, generalizaciones a partir de un conocimiento muy sólido y minucioso que ya se ha puesto de manifiesto en el detallismo de las Vidas. Plutarco ve en los periodos clásicos de atenienses y romanos un modelo imitable, pero para que así lo sean es preciso estudiarlos a fondo; en este sentido, el de Queronea presta un servicio a su tiempo, puesto que, como siempre, plantea sus trabajos de investigación histórica no como simples tareas de erudición, sino como trabajos prácticos con una función pública: contribuir a la formación de los jóvenes que van a asumir responsabilidades públicas.

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El ecléctico, erudito y sensato Plutarco indaga en los tratados de este volumen cómo se puede alcanzar una vida serena y virtuosa. Este volumen incluye tratados de reflexión ética, en su vertiente más concreta, sobre temas que habían interesado a los grandes autores a partir de la época dorada de Atenas (desde Platón a Séneca): «Si la virtud puede enseñarse» insta a reflexionar sobre las acciones propias, y sostiene que se puede enseñar la virtud, lo más fundamental de la vida humana, en especial el cuidado de sí; «Sobre la virtud moral», «Sobre el refrenamiento de la ira» y «Sobre la paz de alma» abundan en estas ideas y muestran las claves para llevar una vida serena y virtuosa. Plutarco aparece, más que como pensador original o filósofo sistemático, como una buena guía moral para conducirse rectamente, y parte en sus aseveraciones de un sano sentido común afianzado sobre una rica y ecléctica erudición.

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El amplio espectro temático característico de Plutarco incluye aquí escritos de índole ética y dietética, así como un elogio del matrimonio en que muestra un gran respeto por la capacidad intelectual de la mujer. Este segundo volumen de los Moralia abunda en el carácter misceláneo del conjunto de la obra, siempre al hilo de los variados intereses del autor y de las cuestiones que a su juicio son relevantes para la formación y el bienestar de sus contemporáneos. En «Sobre la fortuna», tratado muy breve, Plutarco relativiza la importancia de los dones que otorga la diosa en el nacimiento, y ensalza los de la inteligencia (previsión, sensatez, discreción…) para llevar una buena vida. El pequeño opúsculo «Sobre la virtud y el vicio» subraya que la primera propicia una existencia agradable mientras que el segundo la impide. «Consejos para conservar la salud» no es un tratado médico científico, sino un conjunto de recomendaciones empíricas, de medicina popular y para círculos amplios, sobre la dieta adecuada para una vida saludable, imprescindible para el desarrollo espiritual. «Deberes del matrimonio» es un discurso nupcial, dirigido a dos antiguos discípulos de Plutarco, acerca del modo de alcanzar la felicidad y la simbiosis, la amistad y la concordia, en el matrimonio (es reseñable que Plutarco subraye la necesidad de que la esposa se interese por la filosofía y la educación y cultive su espíritu). El «Banquete de los siete sabios», de autenticidad problemática, pertenece a la tradición del simposio dialogado, como El banquete platónico, y aborda multitud de cuestiones filosóficas y científicas. Por último, «Sobre la superstición» es una diatriba contra las falsas creencias y el ateísmo.

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El carácter misceláneo de los Moralia se halla bien reflejado en este volumen: contiene escritos de filosofía moral y de teodicea y un sentido escrito personal de consolación dirigido a su esposa. La serie de tratados acerca de cuestiones éticas que han ido apareciendo en los sucesivos volúmenes dedicados a los Moralia concluye con los de éste: «Sobre el amor a la riqueza», «Sobre la falsa vergüenza», «Sobre la envidia y el odio», «De cómo alabarse sin despertar envidia», en los que Plutarco sigue combinando su vastísima erudición y el conocimiento de las doctrinas más diversas con un lúcido sentido común y el deseo de prestar un servicio público con sus escritos. «De la tardanza de la divinidad en castigar» (que toca el viejo problema de la teodicea y muestra una piadosa creencia en la justicia divina que se sustrae a todas las humanas objeciones, con un mito final en la esfera metafísica inspirado en el final de la República de Platón) y «Sobre el hado» plantean cuestiones más religiosas, a las que tampoco era ajena la sensibilidad de Plutarco, como se advierte en el sexto volumen de los Moralia. «Sobre el demon de Sócrates» reflexiona acerca del impulso que animó la actividad intelectual del maestro de su maestro, Platón. El opúsculo «Sobre el destierro», cosmopolita y espiritualista, es una erudita reflexión acerca del exilio, que a partir de una rica tradición literaria (Musonio, Séneca…) proclama que el hombre es, ante todo, ciudadano del mundo y que la verdadera patria del sabio está en el universo, que el alma no tiene por residencia la Tierra, sino el cielo, por lo que ningún lugar puede quitarnos la felicidad, que se funda en la virtud y el saber. Por último, en «Escrito de consolación a su mujer» Plutarco tiene que recurrir a los grandes recursos anímicos de la filosofía para tratar de confortar a su esposa ante una pérdida terrible.

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El volumen IV de los Moralia consiste en las Charlas de sobremesa (Quaestiones convivales), pertenecientes al género del simposio cuyo máximo exponente es El banquete platónico. En nueve libros, Plutarco escenifica una serie de diálogos entre personajes de variada cultura y formación, aunque siempre por encima de un mínimo, en el que se tratan los más variados asuntos, que la crítica ha catalogado y distribuido de la siguiente manera: un tercio relacionados con las ciencias naturales y la medicina, un tercio concernientes a la gramática y la historia, y el resto repartidos entre astronomía, psicología, poesía, mitología, filología, música y demás disciplinas. Esta riqueza temática, que mantiene concentrada la atención del lector, se corresponde con la variedad estilística, pues Plutarco ensaya los tratamientos más heterogéneos: el diálogo con detalles sobre los participantes, las diatribas, los monólogos extensos y los apuntes impresionistas, todo ello en medio de una abundancia de personajes que se aparta del modelo platónico, donde más bien se da una contención en el número de contertulios. En las Charlas de sobremesa Plutarco ha alcanzado su estilo de madurez, y se muestra dueño de sus recursos expresivos y compositivos, al tiempo que se confirma seguidor, en lo esencial, de la doctrina platónica, y contrario a la retórica, la sofística y el epicureísmo.