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Léon Bakst (1866-1924) was a painter, illustrator, stage and costume designer. He is universally acknowledged for representing a synthesis of creative energy in the late 19th and early 20th centuries. Bakst travelled widely throughout Europe and in 1890 joined the World of Art journal circle which numbered many artists among its members, the most famous being Benois and Diaghilev. This book illustrates the wealth of Bakst's contribution to the world of theatre and dance. His best known work includes sets for Stravinsky's Firebird, and Weber's Spectre de la Rose.

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Ever since its triumph at the Paris Universal Exposition, Art Nouveau has continued to inspire artists. The movement offered an artistic response to the industrial revolution and the creative vacuum left in its wake, exerting a huge impact on the decorative arts. Art Nouveau spans all forms of expression – including design, painting and architecture – and covers artists such as Gustav Klimt, Koloman Moser, Antoni Gaudí, Jan Toorop, and William Morris.

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Even today, the splendid appearance of angels remains undiminished. Images of these heavenly and powerful messengers convey protection, innocence and calm, and have been an inspiration to religious artists throughout the history of art. This book illustrates the most impressive representations of angels, from delicate, whimsical cupids to majestic depictions of the archangel Michael, and from medieval to modern times.

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La vida y obra de Vincent van Gogh están tan entremezcladas que es prácticamente imposible observar una sin pensar en la otra. Van Gogh se ha convertido en la encarnación del sufrimiento, en el mártir incomprendido del arte moderno, el emblema del artista como alguien ajeno. En 1890 se publicó un artículo que daba detalles acerca de la enfermedad de van Gogh. Su autor consideraba que el pintor era “un genio demente y terrible, con frecuencia sublime, en ocasiones grotesco, siempre al borde de lo patológico”. Se sabe muy poco de la niñez de Vincent. A la edad de once años, tuvo que abandonar “el nido humano”, como lo llamaba él mismo, para ir a vivir a una serie de escuelas con internado. Su primer retrato nos muestra a van Gogh como un joven serio de diecinueve años. Para entonces ya llevaba tres años trabajando en La Haya y posteriormente trabajó también en Londres, en la galería Goupil & Co. En 1874, su amor por Ursula Loyer terminó en desastre y un año después, fue transferido a París en contra de su voluntad. Después de una discusión particularmente acalorada durante las vacaciones navideñas, en 1881, su padre, que era pastor, ordenó a Vincent que se marchara. Con esta ruptura final, decidió dejar de lado su apellido y comenzó a firmar sus lienzos simplemente con “Vincent”. Se marchó a París y jamás volvió a Holanda. En París conoció a Paul Gauguin, cuyas pinturas admiraba mucho. De 1886 a 1888, el autorretrato fue el principal tema de la obra de Vincent. En febrero de 1888, Vincent dejó París; se marchó para Arles y trató de convencer a Gauguin de que hiciera lo mismo. Los meses durante los cuales esperó que llegara Gauguin fueron los más productivos de la vida de van Gogh. Quería mostrarle a su amigo tantos cuadros como le fuera posible y decorar la Casa Amarilla. Sin embargo, Gauguin no compartía sus puntos de vista artísticos y finalmente volvió a París. El 7 de enero de 1889, catorce días después de su famosa auto mutilación, Vincent dejó el hospital donde convalecía. Aunque esperaba recuperarse y olvidar su locura, de hecho volvió al hospital dos veces más ese mismo año. Durante su última estancia en el hospital, Vincent pintó paisajes en los que recreó el mundo de su niñez. Se dice que Vincent van Gogh se disparó en un costado, mientras estaba en el campo, pero decidió volver a la posada y acostarse a dormir. El dueño de la casa le informó al Dr. Gachet y a su hermano Theo, quien describió los últimos momentos de su vida, que se extinguió el 29 de julio de 1890: “Tenía ganas de morir. Mientras estaba sentado a su lado, prometiéndole que trataríamos de curarlo […], él me respondió, ‘La tristesse durera toujours’ (La tristeza durará para siempre)”.

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Cézanne fue capaz de transformar una taza de té en algo vivo, elevando el género de naturaleza muerta a un nivel en el que sus elementos dejan de ser objetos inanimados. Wassily Kandinsky dijo de este artista francés: “Pintó estos elementos como seres humanos porque poseía el don de adivinar la vida interior que se oculta en todas las cosas”. Además de las naturalezas muertas de Cézanne, este libro incluye también obras de artistas como Van Gogh, Matisse, Chardin y Picasso. Su formato, de gran comodidad, lo convierte en el regalo ideal.

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El volumen de Mega Square Zapatos se centra en la historia del zapato y eleva este objeto a la categoría de obra de arte. El autor es un destacado experto en la materia, así como el máximo responsable del Museo del Zapato de Francia, que cuenta con la mayor colección de zapatos del mundo, con 12.000 ejemplares. El título de Mega Square Zapatos presenta un tema diferente y apasionante en un formato práctico y compacto que lo convierte en un regalo perfecto.

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El volumen de Mega Square Escultura abarca más de 23.000 años y contiene más de 120 ejemplos de las esculturas más hermosas del mundo, desde el arte prehistórico y las estatuas egipcias hasta las obras de Miguel Ángel, Henry Moore y Niki de Saint-Phalle. Describe la gran variedad de materiales empleados y la evolución de los estilos a lo largo de los siglos, así como las peculiaridades de los principales escultores. Su formato práctico y compacto lo convierte en un regalo ideal.

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La obra de Egon Schiele es tan particular que se resiste a la categorización. Admitido en la Academia Vienesa de las Bellas Artes cuando apenas contaba con dieciséis años, fue un artista de extraordinaria precocidad, cuya consumada habilidad en la manipulación de las líneas le dio a sus obras una tersa expresividad. Profundamente convencido de su propia importancia como artista, Schiele logró más en su corta existencia que muchos otros artistas en toda una vida. Sus raíces se encontraban en los Jugendstil del movimiento de Secesión vienés. Como toda una generación, cayó bajo la abrumadora influencia de los más carismáticos y celebrados artistas vieneses, como Gustav Klimt. A su vez, Klimt reconoció el gran talento de Schiele y apoyó al joven artista, que en sólo un par de años ya se alejaba del estilo sensual decorativo de su mentor. Alrededor de 1910, Schiele comenzó un periodo de intensa creatividad, embarcado en una estoica exposición de la forma humana, entre la que incluía la suya propia, tan penetrante que es evidente que examinaba una anatomía más psicológica, espiritual y emocional que física. Pintó muchos paisajes de pueblos y campos, hizo retratos formales y trató temas alegóricos, pero fueron sus trabajos más francos en papel, muchos de los cuales son abiertamente eróticos, junto con su tendencia a usar modelos menores de edad, lo que hizo que Schiele fuera vulnerable a al censura moral. En 1912, fue encarcelado por sospecha de una serie de delitos entre los que se incluía el secuestro, la violación y la inmoralidad pública. Los cargos más graves terminaron por retirarse (todos excepto el de inmoralidad pública) pero Schiele pasó aproximadamente tres semanas terribles en prisión. Los círculos expresionistas alemanes dieron una recepción poco entusiasta a los trabajos de Schiele. Su compatriota Kokoschka obtuvo un éxito mayor entre ellos. Aunque admiraba a los artistas de Munich de Der Blaue Reiter, por ejemplo, ellos lo rechazaron. Más tarde, durante la Primera Guerra Mundial, su obra se volvió mejor conocida y en 1916, apareció en un ejemplar de la revista Berlinesa expresionista de izquierda, Die Aktion. Schiele era como un gusto adquirido. Desde muy joven se le consideró un genio. Esto le ganó el apoyo de un pequeño grupo de sufridos coleccionistas y admiradores, pero aún así, durante varios años de su vida, sus finanzas fueron precarias. Con frecuencia estaba endeudado y en ocasiones se veía obligado a usar materiales baratos, pintando en papel para envolver o en cartón, en lugar de papel especial o en lienzos. No fue sino hasta 1918 que disfrutó de su primer éxito público sustancial en Viena. Por desgracia, poco después él y su esposa Edith fueron víctimas de la epidemia de influenza de 1918, la misma que acabó con Klimt y con millones de personas más, y murieron uno a los pocos días del otro. Schiele tenía sólo veintiocho años de edad.

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“Y a conocía a Diego Rivera, el muralista mexicano, mucho antes de encontrarme con los otros “Diego Rivera” que circulaban por el mundo entre principios del siglo XX y finales de la década de los 50. (…) Mientras que sus pinturas de caballete constituyen un amplio corpus dentro de su obra temprana y tardía, sus murales únicos hacen estallar las paredes en una explosión de representaciones de gran virtuosismo cuya organización conmociona la mente del espectador. En esas paredes se juntan el hombre, su leyenda y sus mitos, su talento técnico, su intensa focalización sobre la narración de la Historia y sus convicciones ideológicas propensas a la autoindulgencia.” (Gerry Souter). Gerry Souter, autor del excelente libro Frida Kahlo, hace a un lado su gran admiración por Diego Rivera para darle al artista una dimensión humana, basada en sus opiniones políticas, sus amoríos y su convicción de que “en lo profundo de su ser (…) estaba México, el lenguaje de sus pensamientos, la sangre en sus venas, el cielo azul por encima de su lugar de reposo.”

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Pierre-Auguste Renoir nació en Limoges, el 25 de febrero de 1841. En 1854, sus padres lo sacaron de la escuela y le consiguieron un sitio en el taller de los hermanos Lévy, donde aprendió a pintar porcelana. El hermano menor de Renoir, Edmond, opinó al respecto: “A partir de lo que pintaba al carbón en las paredes concluyeron que tenía habilidad para las artes. Así fue como nuestros padres lo pusieron a aprender el oficio de pintor de porcelana”. Uno de los trabajadores de los Lévy, Emile Laporte, pintaba al óleo en su tiempo libre. Él le sugirió a Renoir que usara sus lienzos y pinturas. Este ofrecimiento tuvo como resultado la primera pintura del futuro impresionista. En 1862, Renoir pasó sus exámenes, ingresó en la Escuela de Bellas Artes y, al mismo tiempo, en uno de los estudios independientes donde enseñaba Charles Gleyre, un profesor de la Escuela. El segundo, o tal vez incluso el primero de los grandes sucesos de este periodo en la vida de Renoir fue reunirse, en el estudio de Gleyre, con aquellos que se convertirían en sus mejores amigos durante el resto de su vida y que compartirían sus ideas sobre el arte. Mucho tiempo después, cuando ya era un artista maduro, Renoir tuvo la oportunidad de ver obras de Rembrandt en Holanda, de Velázquez, Goya y El Greco en España y de Rafael en Italia. Sin embargo, Renoir vivió y respiró la idea de un nuevo tipo de arte. Siempre encontró inspiración en el Louvre. “Para mí, en la era de Gleyre, el Louvre era Delacroix”, le confesó a su hijo. Para Renoir, la primera exhibición impresionista fue el momento en que se afirmó su visión del arte y del artista. Este periodo de la vida de Renoir estuvo marcado por otro acontecimiento significativo. En 1873 se mudó a Montmartre, a la casa número 35 de Rue Saint-Georges, donde vivió hasta 1884. Renoir siguió siendo leal a Montmartre durante el resto de su vida. Aquí encontró sus temas “plein-air”, sus modelos y hasta su familia. Fue en la década de 1870 cuando Renoir conoció a los amigos que lo acompañarían el resto de su vida. Uno de ellos fue el comerciante de arte Paul Durand-Ruel, que comenzó a comprar sus pinturas en 1872. En verano, Renoir siguió pintando muchas escenas de exteriores, junto con Monet. Viajó a Argenteuil, donde Monet alquiló una casa para su familia. Edouard Manet también trabajaba con ellos algunas veces. En 1877, en la tercera exhibición impresionista, Renoir presentó un panorama de más de veinte pinturas entre las que se encontraban paisajes creados en París, en el Sena, fuera de la ciudad y en los jardines de Claude Monet; estudios de cabezas femeninas y ramos de flores; retratos de Sisley, de la actriz Jeanne Samary, del escritor Alphonse Daudet y del político Spuller; además de las obras El columpio y El baile en el Moulin de la Galette. Finalmente, en la década de 1880, Renoir entró en una racha de buena suerte. Unos ricos empresarios, el propietario de Grands Magasins du Louvre y el senador Goujon, le encargaron unos trabajos. Sus pinturas se exhibieron en Londres y Bruselas, así como en la Séptima Exhibición Internacional llevada a cabo en la galería de Georges Petit en París, en 1886. En una carta a Durand-Ruel, que entonces se encontraba en Nueva York, Renoir escribió: “Ya se inauguró la exhibición de Petit y no va tan mal, o al menos eso dicen. Después de todo, es difícil juzgarse a sí mismo. Creo que he logrado dar un paso para ganar el respeto del público. Es un pequeño paso, pero es algo”.