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La minoría morisca y, en concreto, su represión y su trágico final han sido muy estudiados desde diferentes perspectivas y de casi todos los rincones de la Península. Por ello resulta sorprendente que un caso tan particular como el de Gea de Albarracín no hubiese sido objeto de una monografía hasta ahora. Xea, donde «son tan moros como los de Argel», alcanzó en su época fama de peligroso reducto del islam, un lugar adonde incluso algunos inquisidores se cuidaron de entrar. Los documentos del Santo Oficio, intrínsecamente sesgados y motivados por el interés en extirpar el elemento morisco, han conservado retazos únicos de las vidas de aquellas personas a las que reprimió. Sin embargo, más allá del punto de vista de las autoridades, lo que hizo especial a Gea y suscita ahora mayor interés fue el estar habitada casi exclusivamente por moriscos, el encontrarse relativamente aislada en la sierra y su triple condición jurisdiccional: ubicada en el Reino de Aragón, pertenecía al distrito inquisitorial de Valencia y dependía del Obispado de Segorbe-Albarracín. Todo ello permitió que la villa quedase al margen de muchos de los procesos que afectaron al resto de población morisca, a la vez que fomentó el mito de la Gea irreductible, lo que atrajo sucesivos episodios de represión.

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El bandolerismo morisco en la Valencia de la segunda mitad del Quinientos contribuyó a forjar la idea de la imposible asimilación de los cristianos nuevos de moros y su consideración como una recurrente amenaza para la paz pública y la integridad del reino. De acuerdo con la interpretación predominante, sus acciones cobran sentido si se insertan en el contexto de la lucha entre Cristiandad e Islam. Sin embargo, el estudio al detalle de las cuadrillas, revela aspectos hasta ahora desconocidos que se dan de bruces con la imagen del bandido morisco como guerrero de la fe o vengador de la minoría oprimida. Asimismo, la investigación llevada a cabo pone en cuestión la creencia igualmente arraigada de que los bandidos moriscos valencianos se concertaron con agentes turcos, corsarios norteafricanos o infiltrados granadinos para traer en jaque a la monarquía hispánica.

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El proceso de expulsión de los moriscos decretado por Felipe III (1609-1614) parecía haber acabado con la presencia secular del Islam en España; así desde luego lo ha dejado establecido toda la historiografía especializada. El presente libro demuestra que no fue así, y que a pesar de las órdenes regias miles de moriscos lograron permanecer ocultos en nuestro país, especialmente en el reino de Granada. Sorprende su enorme capacidad de recuperación económica y social. Parte del grupo se integró perfectamente, disolviéndose en la masa cristiano y un buen número de ellos, conservó actitudes religiosas y culturales que se pueden calificar de heterodoxas, y fue reprimido por la Inquisición en 1727. El colectivo mantuvo parte de su identidad hasta finales del siglo XVIII. Es esta, pues, una nueva historia de España, olvidada hasta el momento.

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La expulsión de los moriscos constituye un importante episodio de limpieza étnica, política y religiosa. Se nutrió de una ideología que defendía esta medida en pro de la unidad religiosa porque consideraba fracasados los procesos de completa asimilación cultural y de plena integración religiosa que decía perseguir. En este libro se estudia cómo se llegó a la decisión de expulsar a los moriscos, las causas aludidas en defensa (y en contra) de la medida, el contexto histórico y político que contribuye a explicar que fuera adoptada en aquella primera década del siglo XVII. Se estudia también el contexto ideológico, el papel de las diferentes instancias implicadas en la decisión, incluido el Vaticano, la coyuntura internacional en las políticas de la Monarquía Hispánica y cómo diferentes poderes europeos y eurásicos consideraron la expulsión y cómo actuaron.

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¿Por qué los musulmanes fueron empujados a recibir el bautismo cuando bien se sabía que no creían en Jesucristo? ¿Por qué sus descendientes, los moriscos, fueron expulsados después de tantos esfuerzos para alejarlos del islam? La historiografía, desde los años setenta, solía centrarse en la percepción de los moriscos, víctimas de la conversión forzada; en este libro se analiza la conversión de los musulmanes de España al catolicismo partiendo de los propios conceptos de las autoridades cristianas. Remontándose hasta la conversión forzada de los judíos por el rey Sisebuto en el siglo VII, pasando por los mayores teólogos y canonistas medievales y por los historiadores de los bautismos en Granada y Valencia, se exploran las «reglas del juego» que regían entonces el bautismo y la expulsión de las minorías y se muestra cómo se aplicaron en España entre la rendición de Granada y la decisión de 1609. Se pone en evidencia que, en las relaciones entre los barones y los letrados, competían varias concepciones de lo que significaba «forzar» y del poder de los monarcas sobre las conciencias de sus súbditos.

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El problema principal, por no decir el único, que se plantea en este libro es el de la convivencia entre grupos de diferentes culturas. El autor expresa lo que le separa de Villanueva, de Juan Goytisolo y de la postura de Francisco Márquez, investigadores que comparten su punto de vista. Con todo el respeto hacia su inmensa obra y hacia su pensamiento generoso, Bernard Vincent afirma que el voluntarismo de estos autores falta a la realidad. Quieren pensar que la medida de la expulsión de los moriscos de España en 1609 estaba en total contradicción con los deseos de la sociedad de la época, tanto cristiana vieja como morisca, lo que les lleva a la tesis poco convincente de un diktat de una minoría de individuos, encabezados por el duque de Lerma.

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«He aquí un título algo alarmante, ¿Tiene sentido hablar de conflictos nacionales en el siglo XVI?» Para Tulio Halperin Donghi, en este libro clásico que ahora se reedita, la respuesta afirmativa tiene implicaciones de gran alcance pero muy meditadas. La nación en un sentido contemporáneo -admite- data del siglo XIX, pero esto no invalida el uso de este concepto para referirse a la «nación de los cristianos nuevos de moros del reino de Valencia», como se denominaba en la época. El autor sitúa a la comunidad morisca en el contexto económico y demográfico valenciano, y analiza sus formas de solidaridad nacional y religiosa, así como sus bases materiales. Finalmente, estudia las causas del fracaso de la evangelización y la represión, y profundiza en la serie de decisiones que llevaron al decreto de expulsión ya a inicios del siglo XVII.