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delicada que es.

      Me río por lo bajinis y digo:

      —Por cierto, me ha dado esto para ti.

      Le doy otro abrazo y lo aprieto con fuerza en torno a las costillas. Mi tía Laura es una mujer grande y muy fuerte; sus abrazos están cerca de romperte, pero en el mejor de los sentidos.

      —Ayyy —dice Parker mientras él también me abraza—. La echo de menos.

      ¿Debería decírselo ahora? ¿Es el momento? Díselo, Bex, me animo por millonésima vez. Soy lesbiana. Soy lesbiana. Soy lesbiana. Abro la boca y espero a que salgan las palabras, pero mi voz se oculta. Como yo.

      Por lógica, sé que no debería estar tan nerviosa por salir del armario con él. No es que tenga miedo de que no me acepte: lo hará. Pero me he pasado la vida entera tras los pasos de Parker. Lo idolatraba. Cuando él empezó a ir al colegio, pillé una rabieta porque yo también quería ir. Cuando le quitaron los ruedines de la bicicleta, le pedí a mi madre que me los quitase a mí también, por lo que acabé cabeza abajo en un arbusto, pero no me importó. Ansiaba tanto ser como Parker que acabó convirtiéndose en una broma recurrente en nuestra familia, que me puso el mote de Parkercilla.

      Creo que lo que más me pesa y me impide dar el paso definitivo es el miedo a que se rían de mí. Miedo a que Parker me dedique una sonrisa comprensiva y le reste importancia, que lo vea como otra de las formas en que intento imitarlo. O a lo mejor mi madre se ríe, con esa carcajada estruendosa y ronca tan suya, sacude ligeramente la cabeza y dice: «Ay, mi Parkercilla, qué mona». O a lo mejor mis compañeros de clase piensan que lo hago para darme importancia y que me presten atención.

      No quiero que se rían de mí.

      A lo mejor podría añadirlo de manera informal al final de alguna frase, como si no pasara nada. Podría decir algo como: «Estoy cansada y soy lesbiana». O… yo qué sé: «Te he echado de menos y soy lesbiana».

      —¡Ay, espera! —dice él, y saca el móvil del bolsillo de sus vaqueros—. Le prometí a tu madre que la avisaría cuando llegases.

      Pone la cámara y levanta el teléfono para hacernos un vídeo.

      —¡Ya está aquí, tita! —anuncia.

      Saludo a la cámara y sonrío.

      —¡Hola, mamá, estoy viva! Ya puedes dejar de preocuparte.

      Parker deja de grabar y le envía el vídeo a mi madre. Es domingo a mediodía, así que estará trabajando con mis antiguos compañeros del local de comida rápida Sonic de Westmill. Ahora mismo, seguramente está metiendo hamburguesas en cajas e intentando que los empleados espabilen en plena hora punta. Es increíble pensar que una semana antes yo estaba allí con ella, despachando pedidos para los coches y empapándome bajo la lluvia de Seattle. Y ahora estoy aquí, quemada por el sol y muerta de sueño en Los Ángeles.

      Parker señala detrás de mí a la cocina integrada. Es muy, muy pequeñita, pero está muy, muy limpia y organizada.

      —La cocina es demasiado pequeña para dejar platos sucios, así que come lo que quieras, pero friega después. —Luego camina hasta una puerta cerrada y la abre—. Esta es mi habitación. Si quieres ir al baño, tienes que pasar por ella.

      Algunos pensarían que el piso es demasiado pequeño para dos, pero Parker y yo llevamos compartiendo habitación toda la vida. En realidad, me gusta mucho la idea de vivir con él otra vez. Será como cuando éramos niños, solo que ahora no tendremos que contarnos los cotilleos del día entre susurros para que no nos oigan nuestras madres.

      —Te he hecho hueco en el armarito de las medicinas para que pongas las tuyas —dice él—. Sigues con la Ritalina, ¿no?

      Asiento.

      —Y ahora también Escitalopram.

      Alza las manos.

      —Igualitos, nena, igualitos.

      Podría decírselo ahora. Sin problema. Es marica como el que más, seguro que me entiende. Joder, si es que me organizaría una fiesta.

      Siento que vienen. Las dos palabras más importantes de mi vida emergen en mi interior como una burbuja de aire que asciende del fondo del océano.

      —Parker… —le digo.

      Es como si se me hubiera parado el corazón. Como si mi corazón estuviera quieto, escuchando, esperando a que le dedique unas palabras de presentación detrás de un telón invisible antes de salir a escena.

      —¿Mmm? —responde él mientras abre su maletín de maquillaje.

      No puedo. Estoy cagada de miedo. No sé pronunciar las palabras. No hago más que imaginármelo riéndose en mi cara en cuanto lo suelte. La burbuja de aire estalla antes de llegar a la superficie y me dejo caer sobre el futón. Siento los párpados pesados y, de pronto, lo único que quiero es dormir, pero no soporto oler tan mal, así que saco el neceser de la mochila.

      —Me voy a duchar.

      —Sin problema, cariño —dice él con una sonrisa.

      Comienzo a ir hacia el cuarto de baño, pero él me llama. Cuando me doy la vuelta, vuelve a haber lágrimas en sus ojos.

      —Me alegro mucho de que por fin estés aquí.

      Le dedico una sonrisa cansada.

      —Yo también.

       Y soy lesbiana.

      3

       film2

      —Tenemos que marcharnos de Silver Falls —dice Jonah mientras le venda el brazo a Tom.

      Parker y yo estamos viendo el nuevo episodio de Silver Falls. Al final de la última temporada, llegó al pueblo una familia de cazadores de hombres lobo que, desde entonces, ha estado dando problemas. Por eso esta noche Jonah y Tom están escondidos en un viejo establo a las afueras. En las redes se comentaba que la youtuber y actriz Alyssa Huntington, abiertamente queer, comenzaría a salir hoy como invitada especial, pero el episodio casi ha terminado y aún no se le ha visto el pelo.

      —No —gruñe Tom, al que aún le cuesta mantener su lado de licántropo bajo control—. No permitiré que me echen de mi casa. Prefiero morir.

      —Entonces morirás —dice una nueva voz fuera de cámara.

      Agarro la mano de Parker y los dos chillamos de emoción cuando Alyssa emerge de entre las sombras.

      En pantalla, Jonah se pone en pie de un salto y se interpone entre Alyssa y Tom enseñando los dientes amenazadoramente.

      —¿Quién eres tú?

      La cámara se acerca a Alyssa mientras ella dice:

      —Soy una de vosotros.

      Créditos. Parker y yo brincamos de emoción en el futón.

      —Tienes que presentarme a Will Horowitz —dice Parker mientras me aprieta la mano entre las suyas. Will Horowitz es el actor que interpreta a Jonah y Parker lleva enamorado de él desde la primera temporada—. Te prometo que te daré las gracias en la boda.

      —Tiene novio. —Me río—. Ryan, del grupo ese, The Brightsiders.

      —Vaaale —gruñe Parker—. Entonces me quedo con Archer.

      —Creo que es hetero.

      —Jo —dice con un mohín—. Bueno, entonces deberías salir tú con él. Es hora de que te agencies una monada como ese chico.

      Se me encienden las mejillas.

      —Je, ya ves… No

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