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a través de los tiempos. Las superficies del cuerpo utilizadas para golpearla variaban: los pies, los pies y las manos, sólo las manos, los glúteos e incluso la cabeza. Las herramientas podían ser un bastón ahorquillado, una especie de raqueta o un bate. El diseño de la propia pelota y el material utilizado para su fabricación también variaban: desde la pelota hecha con el estómago o con la piel de un animal, o con las hojas de una palmera hasta las fabricadas de caucho macizo o hueco, estas últimas de gran parecido a las actuales (Olivera, 1999). Otra gran diferencia encontrada entre los distintos juegos era la situación motriz exigida, ya que la pelota podía ser conducida, agarrada o voleada (Diem, 1996). Esta última forma de golpeo, sin lugar a dudas, puede ser considerada la característica principal del voleibol y la razón por la cual algunos autores descubren en algunas prácticas antiguas posibles antecesores de este deporte.

      La evolución de este deporte, desde que el doctor W. G. Morgan inventó el mintonette el 3 de diciembre de 1895 (Díaz-García, 1996), comienza en el mismo momento de su nacimiento. De hecho desde la redacción de este primer reglamento internacional hasta nuestros días, los cambios han seguido siendo cuantiosos. Entre todas estas modificaciones de las reglas de juego, las habidas entre el XXV y el XXVI Congresos Mundiales de la FIVB (Federación Internacional de Voleibol), celebrados en Atlanta96, con motivo de la celebración de los JJ.OO., y en Tokio98, con motivo de la celebración de los Campeonatos del Mundo de Voleibol, han marcado de alguna manera un antes y un después en el juego. De entre todos los cambios habidos en el periodo señalado, dos son las reglas que pueden ser consideradas como la revolución copernicana de este deporte de cara al siglo XXI:

      1.La posibilidad de utilizar el líbero que tienen los equipos desde la temporada 97-98. Regla que parece comenzar a gestarse de una idea original del profesor Toyoda y de la Asociación Japonesa de Voleibol (Stibitz, 1984): Toyoda y Baacke propusieron al Congreso de la FIVB de 1984 la inclusión de un jugador que reforzase la defensa, bien que sustituyese a un jugador de segunda línea, en el caso del primero, bien como séptimo jugador en el caso del segundo; a este jugador se le denominaría líbero. Si bien las propuestas originales parecían estar muy distanciadas, las intenciones no lo estaban, eran éstas: buscar el equilibrio entre el ataque y la defensa, y dar entrada a jugadores de menor estatura. Fue durante las Ligas Mundiales de 1997 y 1998 cuando se realizaron las pruebas oficiales, que se consideraron exitosas, por lo que durante la temporada 98-99 los equipos dispusieron de la posibilidad de utilizar a dicho jugador.1

      2.La aplicación del sistema de puntuación denominado acción-punto. El cambio del antiguo sistema de puntuación, en el cual el equipo para puntuar debía estar en posesión del saque, por el sistema actual, en el que cada jugada ganada significa punto a favor o en contra, se esté o no en posesión del saque, entró en vigor el 1 de enero de 1999 para todas las competiciones FIVB, a partir de la resolución tomada de manera unánime por los 174 delegados que componían el XXVI Congreso Mundial de la FIVB.2 La idea cuajó después de muchas pruebas en distintas competiciones de diferentes niveles y países durante tempora-das anteriores (FIVB, 1998). Según la fuente anteriormente citada, tras la aprobación de la nueva regla, R. Acosta, presidente de la FIVB, declaró:

       “Éste es el mayor cambio en la vida del voleibol, es un hito histórico. Convierte a la FIVB en un seguro para el futuro de este deporte y demuestra la vitalidad de sus líderes. El sistema de acción-punto pondrá nuestro deporte en una posición de privilegio, con la orientación perfecta hacia el nuevo siglo” (Rubén Acosta).

      Las intenciones que provocaron el cambio en el sistema de puntuación fueron fundamentalmente dos: hacer el juego más atractivo para los espec-tadores y tener un mayor control del tiempo de los partidos. Se considera-ba que éste era el principal problema al que se enfrentaba el voleibol a la hora de ser incluido en las programaciones televisivas (FIVB, 1998).

      Y… durante el juego, ¿cambia algo o no cambia nada? El nuevo sistema de puntuación conocido como acción-punto incide sin duda alguna en la filosofía del juego y, desde su aplicación, parecen surgir dos tendencias ex-tremas: por un lado, la que impone el riesgo sobre la primera acción del juego, filosofía que en ocasiones impide toda posibilidad de juego, no sólo al adversario, sino también al equipo propio. Es la idea de el no jugar, pero tampoco dejar. Por otro lado, la filosofía de juego que da más importancia a la posibilidad de jugar en defensa, admitiendo momentos de riesgo para el saque, al igual que jugadores sobre los cuales cargar la responsabilidad de ese riesgo durante todo el partido (Anastasi, 2001).

      Esta evolución no sólo se queda en los aspectos formales del deporte, también existe una evolución conceptual y taxonómica, que sin duda sirve en parte para entender la evolución en la filosofía de los distintos juegos. De esta forma entre las clasificaciones más conocidas, el voleibol puede ser considerado simplemente como un deporte de balón (Blandchar y Cheska, 1985). Esta clasificación puede irse complicando en función de la perspectiva desde la que se analice: en relación con la técnica (Farfel, 1988) el voleibol puede ser considerado como deporte combinado, caracterizado por las continuas variaciones en las acciones motoras en un entorno de intensidad cambiante; en relación con las capacidades condicionales manifestadas durante su práctica, se podría afirmar que el voleibol es un deporte multicondicional dado el compendio de capacidades condicionales que se dan durante su práctica: fuerza, velocidad, resistencia y flexibilidad se exigen en un grado importante y de continua variabilidad (Navarro, 1993); Pittera y Riva (1980) y después Manno (1991) entienden que el voleibol es un deporte de situación; Bayer (1986) lo considera un juego deportivo colectivo. Sin embargo, la clasificación más socorrida es la de considerarlo como un deporte de equipo, 3como así lo hace Matveiev (1977), definición a la que nos sumamos con ciertas consideraciones, ya que el número de participantes no debe ser el único parámetro que debe tenerse en cuenta a la hora de realizar una clasificación de esta índole, como así lo reconoce Sánchez-Bañuelos (1993), quien afirma que, además del número de deportistas implicados en el desarrollo del juego, es necesario establecer la distinción en función del tipo de relaciones que se establecen entre los equipos adversarios, concluyendo que el voleibol quedaría encuadrado dentro de los deportes de equipo o colectivos de confrontación indirecta.

      En último lugar citaremos la clasificación realizada por P. Parlebas (1988). Este autor considera los deportes en función de la relación con el medio y con los coactores, estableciendo la existencia de deportes en situación psicomotriz, carentes de interacción y de dependencia emotiva, como el maratón; y deportes en situación sociomotriz, con interacción y con dependencia emotiva, como por ejemplo los deportes de equipo. Por otro lado, este mismo autor considera una categoría intermedia, más propia de los llamados cuasi-juegos,4 en los cuales se da una situación de co-motricidad, ya que no existe interacción, pero sí existe dependencia emotiva. Entre estas actividades se encontraría el footing en compañía, si bien en esta última categoría se reúnen en mayor medida las actividades físicas que los deportes propiamente dichos.

      Partiendo de las clasificaciones anteriormente consideradas, podríamos entender el voleibol como deporte de situación (Manno, 1991; Pittera y Riva, 1980; Ureña, 1998) y más concretamente, dentro de los que se reconocen como deportes de situación sociomotriz, con interacción y con dependencia emotiva (Parlebas, 1988).

      Según este autor, todos los deportes de equipo están incluidos en la misma categoría de “CAI”; clasificación planteada teniendo en cuenta los siguientes tres criterios: la existencia o no de COMPAÑEROS, representado por el carácter “C” si hay presencia de compañeros, o por el mismo carácter subrayado “C” si hay ausencia de los mismos; la existencia o no de ADVERSARIOS, representado por el carácter “A” si hay presencia de adversarios, o por el mismo carácter subrayado “A” si hay ausencia de los mismos; y el criterio de existencia o no de INCERTIDUMBRE en el medio, representado por el carácter “I” si hay presencia de incertidumbre, o por el mismo carácter subrayado “I” si hay ausencia

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