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académica, ya que se articulan procedimientos reflexivos que no se limitan a descripciones rígidas y uniformes del material empírico dispuesto en torno al objeto de estudio, sino que le restituyen su condición y movimiento dentro del contexto de origen al identificarlos, pensarlos, exponerlos. Si entendemos a la metodología como la lógica del método de investigación y su fundamentación, nos centraremos en un nivel intermedio entre la abstracción de la epistemología y la concreción de las técnicas. En la transparencia de estos procedimientos se asienta la base de la posibilidad de decidir y juzgar su valor de verdad.

      Este libro llama a pensar en estas decisiones tomadas durante el proceso de elaboración de una tesis, en el que se produce la convergencia de intereses entre lo que el tesista propone y los docentes tutores consideran relevante e imprescindible acerca del tema estudiado. Así, esta obra se aleja del modelo de libros de metodología dedicados a brindar descripciones estándares de lo que es esperable en estos productos académicos finales (las tesis), que suelen estar expuestos como un catálogo de “preceptos técnicos” en abstracto, desconociendo las lógicas concretas de los contextos de aplicación de los mismos.

      Esta sistematización de errores que la autora examina fueron decisiones metodológicas que no contaron con el soporte necesario y por eso no pudieron constituirse como fundamento en la elaboración de una tesis, pero volver sobre ellos permite detectar las contradicciones e inconsistencias de dichas elecciones, aspectos que con frecuencia son obviados en los textos de metodología y operan de manera implícita en las formulaciones. El acopio de estos “intentos fallidos”, revisados, sistematizados y analizados por Resala constituye una invitación a una escritura que permite quebrar –por lo menos figurativamente– con la soledad de la ardua tarea que consiste en realizar una tesis, al conversar con lo que otros atravesaron, creando un diálogo imaginario entre reflexiones pasadas y presentes, de procesos cerrados y procesos que se inician, que confronta al lector con sus propias condiciones.

      El libro está organizado en tres partes. La primera (“Los errores más comunes en las distintas fases del proceso”) es probablemente la que condensa la estructura central de toda la obra y por eso distinguiremos algunos de los ejes que encontramos allí y que constituyen un minucioso rastrillaje de esta suerte de “pasos en falso”: formulaciones de problemas realizadas de manera vaga, descuido de los aspectos formales, títulos demasiado generales o que no representan lo que después efectivamente se realiza, selección de problemáticas que requieren de un acceso a determinadas fuentes de datos que no fue contemplado, problemas con interrogantes implícitos, objetivos propuestos que son inviables por su nivel de generalidad, incoherencia entre las distintas partes que constituyen la investigación, marcos teóricos con definiciones innecesarias o en los que se omiten las centrales, decisiones metodológicas que no cuentan con las técnicas pertinentes, desfases entre el encuadre epistemológico y metodológico, omisión de los criterios de inclusión y exclusión en la selección de una muestra, operacionalización de variables que confunden los indicadores con los valores o en los que la definición conceptual no es congruente con la selección de dimensiones de la variable, confusiones entre lo que se quiere medir y los indicadores, hipótesis que no contienen las variables incluidas en los objetivos, inconsistencia entre el problema y la hipótesis, instrumentos de recolección de datos que incluyen preguntas con respuestas inducidas y análisis de datos en los que se fuerzan las interpretaciones, entre muchos otros aspectos que surgen en este proceso.

      En la segunda parte la autora consigna una serie de ejercicios de autoevaluación que revisa todos los puntos desarrollados anteriormente, pero esta vez para que sea el propio lector quien se adentre en este proceso, siendo interpelado directamente en cuanto a las decisiones que toma. Instancia que lo enfrenta con las propias limitaciones o necesidades de refuerzo metodológico y que es fácilmente detectable gracias a que la autora prevé la inclusión de las respuestas a la ejercitación propuesta.

      La tercera parte es una invitación a sumergirnos en el universo pedagógico de acompañar la elaboración de una tesis por medio de originales y didácticas fichas, que condensan diálogos entre profesores-tutores de tesis y tesistas. La exposición llana y concisa hace que la lectura resulte ágil y entretenida –algo difícil, tratándose de temas tan áridos como los metodológicos–. A través de un intercambio dinámico –bajo el formato de un tema que oficia de encuadre, de disparador o emergente, compuesto por las preguntas específicas y bien delimitadas sobre los temas que el libro va abordando y los argumentos fundados que de forma concisa pero clara son expuestas a manera de respuesta–, el lector obtiene una serie de tips sustanciales en el hacer de su propia tesis.

      Así llegamos al final de este recorrido propuesto por Graciela Resala. Se trata de un libro que es un insumo valioso para aquellos que se enfrentan a solas a esta tarea, pues llegan a nutrirse de la experiencia de otros que previamente se adentraron en este proceso. Pero, además, constituye un aporte para los que acompañamos en distintas unidades académicas estos procesos de elaborar una tesis.

      Bourdieu y Wacquant (2008), enfatizan que no hay manera de dominar los principios fundamentales de una práctica (como es la investigación científica) si no es practicándola junto a un guía. En este caso, una guía, Graciela Resala, retoma como insumo para este libro los resultados de años de trabajo docente en los que actuó revisando las propuestas concretas de los proyectos de investigación de cohortes de estudiantes, que enfrentaban en estas situaciones específicas los inevitables dilemas y vaivenes propios del modus operandi de la tarea del científico. Este recorrido profesional de la autora fue realizado junto a otra docente, Gabriela Iglesias, a quien este libro rinde homenaje. Porque la subjetividad de los que investigamos está presente y la reflexividad nos invita a exponerla o, por lo menos, a revisarla. Como cierre del prólogo quisiera sumar a dicho homenaje algunas reflexiones sobre Gabriela, quien fuera también mi compañera docente de metodología durante casi dos décadas en la Universidad de Buenos Aires.

      Profesora centrada, clara, directa, pragmática, Gabriela cultivaba el perfil bajo de una docente de excelencia. A veces utilizaba sutiles ironías para lidiar con los “enredos” que estudiantes transmitían, especialmente en las primeras clases. Por ejemplo, al empezar la cursada indagaba si consideraban que desde las ciencias sociales se podía contribuir al campo científico; la respuesta era negativa: solo el método experimental de las ciencias naturales permitía hacerlo. Con una infinita paciencia, Gabriela señalaba entonces la hegemonía prevaleciente de determinado modelo de ciencia y la necesidad de defender desde las ciencias sociales otros modelos posibles: “¿No se puede? ¿Pero entonces en dónde estamos? ¿Cómo se llama nuestra facultad? ¿Facultad de artes sociales, prácticas sociales? Porque pensé que se llamaba de Ciencias Sociales”.

      Sin ser obsesiva del orden, poseía una estructura prolija para afrontar cada clase que la paraba sólidamente en las cuestiones formales, tan necesarias como las del contenido. Nunca se olvidaba de llevar en su carpeta las listas de estudiantes ni el programa y jamás dejaba de tomar lista en clase. Manejaba toda la logística administrativa necesaria para cada encuentro, sin pensar en lo tedioso de ese aspecto burocrático de la docencia –que también es parte de la práctica de la investigación–, ya que tener resuelto lo formal permite hacer operativa la clase (o la investigación).

      Su método era tranquilo, pero contundente; con ella ninguna parte del programa quedaba sin verse. ¿Se aburrían los estudiantes? A veces sí. “Es metodología de la investigación”, repetía, “es árido adentrarse en ella en abstracto, pero no hay alternativa en los primeros acercamientos a la ciencia. Cuando empiecen sus proyectos encontrarán el gusto y podrán contar con más respaldo para poder adoptar las decisiones que necesiten sus investigaciones”. Porque la investigación es eso. Volar y crear pero, como un barrilete, tener la mano de un tutor o tutora para volver a tierra firme –lo posible en el campo– y poder concluir los procesos sin perderse en el camino.

      Y de eso trata este libro.

      Natalia Luxardo

      Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET). Profesora Adjunta del Seminario de Investigación de la Carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

      BIBLIOGRAFÍA

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