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      Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2020 Lynne Graham

      © 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      El plan del jeque, n.º 2829 - enero 2021

      Título original: Cinderella’s Royal Secret

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

      Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

      Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.: 978-84-1375-198-6

      Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Epílogo

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      RAFIQ Al Rahman, príncipe heredero de Zenara, entró en las estancias privadas de su tío con una sonrisa. Incluso al inclinar la cabeza en aquella respetuosa reverencia era más alto que su antecesor, que se puso de pie ignorando el protocolo para saludar a su sobrino.

      –Rafiq –dijo el regente dándole una calurosa acogida.

      –Siéntate antes de que los guardias se pongan nerviosos –le urgió Rafiq incómodo.

      –Has sido mi rey desde que tenías doce años y siempre lo serás –replicó Jalil–. En poco más de año y medio ocuparás el puesto que te corresponde y yo dejaré la regencia.

      Aquel recordatorio era innecesario para Rafiq quien, a sus veintiocho años, se enfrentaba a las restricciones impuestas por el consejo ejecutivo del gobierno cuando el príncipe Jalil había sido encargado de ocupar la regencia y criar a su sobrino huérfano hasta que alcanzara la madurez. Aunque se había decidido que a los treinta años subiera al trono de sus antepasados, Rafiq hacía tiempo que estaba preparado para asumir el desafío. Aun así le abrumaba la responsabilidad porque su tío había sido un excelente gobernante y un magnífico tutor, un hombre, en definitiva, infinitamente más capacitado para ocupar el trono de lo que había demostrado ser Azhar, el difunto padre de Rafiq. Su conducta libertina y sus prácticas corruptas habían hecho que la monarquía cayera en descrédito.

      No había ninguna duda de que el pasado de sus padres era la razón por la que Rafiq y su hermano menor, Zayn, hubieran soportado una educación rígida, tradicional y anticuada en el que cada movimiento había estado plagado de prohibiciones. Todo el mundo temía que Rafiq o Zayn mostraran el mismo comportamiento que su padre, posibilidad que Rafiq consideraba remota. Al fin y al cabo, estaba convencido de que su padre había cometido sus peores excesos bajo la influencia de las drogas.

      –Dijiste que querías verme enseguida –le recordó Rafiq al anciano–. ¿Qué ha pasado?

      Estaba contento de haber vuelto a aquel ala del palacio y poder disfrutar así de un poco de tranquilidad antes de presentar al consejo ejecutivo un informe oficial sobre las inversiones financieras de Zenara.

      Jalil inspiró profundamente y atravesó la estancia hasta detenerse bajo el arco que daba al balcón. Una bocanada de aire sopló, refrescando el calor del mediodía.

      –Quiero que hables con tu hermano sobre su matrimonio. Está demostrando ser demasiado… cabezota.

      Al oír aquello, Rafiq se puso rígido y palideció.

      –Conoces mi opinión. Zayn tiene diecisiete años, es demasiado joven.

      El regente suspiró.

      –Supongo que eso me deja muy claro lo que opinas por haberte tenido que casar con dieciséis años.

      –No pretendía ser irrespetuoso –se apresuró a afirmar Rafiq, antes de que un sentimiento de culpa se apoderara de él.

      Aun así, ¿cómo podría soportar que fuera su hermano pequeño el que pagara el precio por su negativa a volver a casarse? Hacía tan solo dos años que su esposa Fadith había muerto y en cuestión de semanas el consejo le había pedido a Rafiq que considerase casarse por segunda vez. Por desgracia, no habían tenido hijos y los médicos, que no habían encontrada nada en ninguno de ellos, habían concluido recurriendo a la expresión genérica de «infertilidad por causas desconocidas». Rafiq no estaba preparado para celebrar una segunda unión y volver a pasar de nuevo por un proceso tan doloroso. No se sentía con ánimo de disculparse por querer seguir disfrutando de la libertad que durante tanto tiempo le había sido negada.

      Claro que tampoco era la excusa que su tío quería oír. Jalil se había casado joven y seguía siendo muy feliz en su matrimonio y, al igual que el consejo, estaba convencido de que la libertad sexual había llevado a la perdición al fallecido Azhar y a sus múltiples escándalos. Se había divertido con el personal femenino y con las esposas de sus oficiales y amigos. Ninguna mujer atractiva

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