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doctoral? Espera que recuerde exactamente… Sí, eso fue cuando Arturo.

      —¿Sí? ¿No fue ya con Luis?

      —No, acuérdate de que fue cuando tú estabas con Fernando.

      —¿Qué Fernando, Fernando I o Fernando II?

      —Fernando I.

      —Ah, es verdad.

      Sí, es que esa es otra. En una vida sentimental lo bastante azarosa enseguida empiezan a salirte repes y tienes que numerarlos como a los reyes. Yo tengo mi propio Felipe VI. Vive en Pamplona.

      Bueno, y en el momento en que conoces a uno nuevo no es ya que sea un rey, directamente es el mesías. A partir de ese instante tu vida se divide en a. C. y d. C. Antes de Carlos y después de Carlos.

      Y mientras te dure la devoción, la sábana en la que haya dormido se convierte en la sábana santa. Así como toda silla en la que se siente, mesa en la que se apoye o surtidor de gasolina en el que reposte. Y por supuesto su familia pasa a ser la sagrada familia. ¡Te enamoras de todo el pesebre! De su padre, de su madre, de la mula de su hermana y del buey de su cuñado.

      En realidad, pensándolo bien, los tíos son una unidad de medida temporal muy válida, digna de entrar en el sistema métrico.

      Sin embargo, lo que tardes en superar cada uno en tiempo real dependerá de una variante: lo que te empecines en él. Y a lo largo del proceso te vas a empecinar de mil maneras distintas. Ya lo veremos a lo largo del libro.

      Pero, por si acabas de sonreír porque estás en pleno empecinamiento, te voy a ir dando un truco, para que empieces a aplicarlo desde ya:

      Imagínate por un momento que hubieras nacido en China. La misma obstinación que tienes ahora mismo por el tío en el que estás pensando, la tendrías por un chino. Y no hablamos de un chino hipotético e imaginario. Ese chino por el que estarías amargada, ESE exactamente ¡existe! Ese chino tiene nombre, apellidos y teléfono. Es una persona real. Sin embargo, como no le has visto nunca, ese chino te da igual. Conclusión: ¡la única razón por la que estás sufriendo por el que tienes en mente es porque es el que conoces!

      ¿Y cuando estabas empecinada por el anterior a este? ¡El que te obsesiona ahora ya existía entonces! Pero tú no querías oír hablar de nadie que no fuera el anterior, que ahora te importa un pimiento. Pues, igualmente, el hombre de tu vida, al que encontrarás cuando decidas pasar del tío en el que estás empecinada ahora, ¡ya anda por ahí! Párate a pensarlo un segundo: ¡A no ser que seas Demi Moore o Marujita Díaz, tu próximo novio ya ha nacido! Ahora mismo ¡ya existe! Está en algún lugar dentro de este mismo planeta. Cierra los ojos y medítalo un momento. En este mismo instante está haciendo algo. Desayunando, trabajando, ¡echando un polvo! ¡Y a ti te da igual! ¡No te duele! ¡No te obsesiona! ¡Pensarlo no te produce ningún dolor! Vamos, digo yo… porque si dices que sí… entonces ya tienes un problema de posesión… que casi mejor que te lo mire un exorcista.

      2

      Las reglas

      QUIEN RÍE EL ÚLTIMO…

      HA PERDIDO UN TIEMPO PRECIOSO

      En el momento en que por fin te conviertes al humor como religión, la vida te revela esta su primera ley. ¿En qué punto estás tú? ¿Lo suficientemente harta de enfocar las cosas siempre de la misma forma como para probar una nueva perspectiva? Si no has llegado al tope del drama va a ser difícil. Igual te faltan tres o cuatro tíos. Ve a buscarlos…, que aquí te espero.

      ¿Ya? Qué velocidad. Ni siquiera yo daba con tantos capullos tan deprisa. Bueno, pues te cuento. Convertirte al humor es hacer de él la tabla sobre la que surfeas tu vida. No puedo decirte que no vayas a seguir pegándotela, pero en vez de sufrir te reirás, y eso lo cambia todo. El proceso que vamos a emprender es el de dominar esa arte. Cuando hayas conseguido dominarlo, habrás pasado de caperucita a loba.

      El arte se va dominando poco a poco, paso a paso, tío a tío. Cuando yo empecé a comprobar que el método funcionaba, no me lo podía creer. Me parecía imposible que ante situaciones que antes me hubieran hecho polvo ahora me estuviera partiendo de la risa.

      ¡Y es que las tías somos muy graciosas para estas cosas! Tú eres capaz de gastarte cien euros en una crema anticelulítica; ahora, como haga efecto ¡lo flipas! Se lo dirás a todo el mundo:

      —¡Mira, miraaaa, tengo menos celulitis. Es increíble… Miraaaaa!

      Vamos a ver, ¿te estabas gastando cien eurazos convencida de que no iba a servir para nada? Eso es como comprarte un Ferrari y luego alucinar porque se mueve:

      —¡Hey, arranca! ¡Qué fuerte! ¡Arranca!

      ¡Pues claro que arranca! Igual que tú vas a arrancar de tu vida todas aquellas creencias que te hacen sufrir.

      A estas alturas te estarás preguntando si pretendo lavarte el cerebro. ¡Pues sí! Pero en el sentido literal. No se trata de meterte ideas en la cabeza, se trata de limpiártelo de las que tienes ahora.

      No te vas a arrepentir de convertirte al humor como religión, porque cumple con todas las promesas que hacen las religiones convencionales, pero además, no para cuando te mueras, sino para ya mismo. No te librará del infierno en la otra vida. ¡Te libera del infierno en el que tú misma te metes en esta! Es compatible con cualquier otra creencia que puedas tener, y te va a dar paz, esperanza y felicidad, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, amén.

      Al convertirte al humor, dejarás de ser la reina del drama para convertirte en la protagonista de tu propia comedia.

      Y ahora te estarás preguntando: ¿Estás comparando la vida con las películas?

      Claro que no. Solo para las caperucitas la vida es como en las películas. Y de esa ingenuidad provienen todos sus problemas. Creen que las decisiones que adopten tendrán consecuencias inmediatas. Que si dejan a un chico para que reaccione, este volverá a buscarlas en la escena siguiente. No se dan cuenta de que en la película, a pie de pantalla, aparece el subtítulo de «seis meses después».

      ¡En la vida real los subtítulos hay que vivirlos! En la vida real la escena en la que esperas su retorno inflándote a helado dura todos esos meses. Prueba a pasártelos así en la vida real, ya verás cuando vuelva a por ti lo hermosa que te has puesto…

      Cameron Díaz sigue divina cuando regresa el chico porque ha rodado todo el proceso en diez minutos. Lo único que ha hecho es cambiar diez veces de postura en el sofá para reflejar la evolución de su drama mientras le llenaban el decorado de cajas de pizza y tarrinas de helado vacías. ¡Cameron ni siquiera se ha comido el helado de verdad! Ni el helado, ni las pizzas, ni siquiera la ensaladita que le hizo su madre antes de salir de casa:

      —Pa que comas algo en el plató cuando cortéis, hija, que estás famélica.

      Por eso, cuando el chico toca el timbre «seis meses después», ella, si me apuras, está más flaca que antes. Por no hablar de ese look desaliñado, pero sexi… ¡que tú también tendrías si justo antes de abrir la puerta hubiera venido la de maquillaje a comprobar que la mancha de chocolate de la camiseta es exactamente del marrón de tus ojos, y que el flequillo te cae exactamente dos centímetros por encima del ojo izquierdo formando un ángulo de cuarenta y cinco grados con la pinza que te sujeta el pelo!

      Por supuesto, nada de esto tiene que ver con la vida real. Así que deja de zampar helado y de cambiar de postura en el sofá de forma frenética como una poseída mientras controlas la puerta con el rabillo del ojo a ver si vuelve.

      Porque efectivamente…

      LA VIDA NO ES COMO EN LAS PELÍCULAS…

      ¡ES COMO EN LAS SERIES!

      ¡Esa sí es una comparación válida! En la vida, como en las series, el chico no reaparece hasta muchos capítulos más tarde o incluso temporadas después. Es más, a lo mejor te sorprende esto que te digo, ¡pero puede que ni vuelva! La mayoría de las veces resultará que ese que

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