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enojos. Claro está que debemos determinarnos a revisar nuestra vida con sus luces y sombras, ya que somos seres históricos. Hay cosas que advertimos en nuestra historia y otras que seguramente a través de este libro podremos lograr descubrir. La revisión de vida es fundamental especialmente cuando experimentamos enojos…

      Los enojos son fuerzas negativas y según dónde se ubican en nuestra vida, esas fuerzas más rápidamente destruirán o al menos lo intentarán, la capacidad de disfrutar y sentir el verdadero amor de Dios. Los enojos pueden establecerse en reacciones recurrentes y éstas conocen solo el carácter transitorio. Diríamos que estamos a tiempo de no complicarnos la vida sino de ejercer un cambio esencial con la ayuda del Espírito Santo.

      En vez, si los enojos ya llegaron a enraizarse en nuestros sentimientos, el trabajo será más complejo dado que los sentimientos suministran energía al cerebro y actúan como modo de ser. Mientras duren los enojos nuestro comportamiento será de fastidio, de rechazo e incluso hasta de discriminación.

      El Espíritu no niega a nadie la capacidad de “ver”. Sí requiere que la humildad sea nuestra compañera de vida. A la luz de la Sabiduría bíblica se entiende que ésta es “el reconocimiento de la propia fragilidad humana”.

      ¿Nos sirve acaso creer que somos cristianos si no hay en nosotros un proceso metamorfósico (de conversión)? Sucintamente, sepamos que convertir significa transformar una realidad en otra. Entiendo que siempre estamos a tiempo; no importa nuestra edad. Sí importa vivir en la tierra anticipadamente el Cielo. No nos será posible si no optamos por realizar este proceso.

      Sigamos el consejo del Libro sapiencial Cohélet: “No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo se alberga en el pecho de los necios” (Coh 7, 9).

      Agradezco al Señor Jesucristo por hacer posible la edición de este nuevo libro y a la Virgen, Madre de la Iglesia, por su Gloriosa intercesión a favor de aquello que contribuye al crecimiento de los cristianos en la Iglesia. También a mis oyentes de mi programa radial y a tantos hermanos de la vida eclesial que me hacen saber cuán importante les resulta la formación interdisciplinaria. Sigamos caminando…

      Claudio Rizzo.

      1ª Predicación:

       “Nuestros enojos: conflictos enigmáticos (1)

       “El enojo y la metanoia” (1)

      “Si se enojan, no se dejen arrastrar al pecado

      ni permitan que la noche los sorprenda enojados,

      dando así ocasión al demonio”.

       Efesios 4, 26

      Entramos en el campo de las emociones, muchas de las cuales quizás aún no advertimos como insanas. Tal es el caso de nuestros enojos y la necesidad de convertirlos (metanoia – μετανοία en griego). Entiendo conveniente vislumbrar la diferencia entre emociones y sentimientos. Sucintamente, la palabra “emoción” deriva del verbo latino emovere: remover, excitar. Los sentimientos en vez, son “el resultado del desarrollo de nuestras emociones”.

      El enojo concretamente, es, en esencia, un remanente de energía psico-afectiva que está destinado a aumentar nuestros recursos para resolver el problema que nos produce el enojo. No obstante, al no saber cómo canalizarlo, termina convirtiéndose en un factor que daña aún más la situación a que nos enfrentamos. Por este motivo es de fundamental importancia conocer de qué está hecha esta emoción y aprender a transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve.

      Hablamos del verbo convertir que consiste en transformar una realidad en otra distinta, siempre en alianza con Cristo, nuestro Gran Dios y Salvador.

      Al referirnos al verbo convertir tenemos que acudir a un vocablo que aparece veintidós veces en el Nuevo Testamento y es la palabra griega metanoia (μετανοία).

      La Iglesia en su Magisterio traduce de los veintidós textos, diecinueve como “penitencia”. Ahora bien, en dos de los veintidós traduce Metanoia como “conversión”. Reproduzcámoslos a continuación:

      “… instando a judíos y paganos a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús” (Hch 20, 21). “Por el contrario, dirigiéndome primero a los habitantes de Damasco, luego a los de Jerusalén y de todo el país de Judea, y finalmente a los paganos, les prediqué que era necesario arrepentirse y convertirse a Dios, manifestando su conversión con obras” (Hch 26, 20).

      Es ineludible hacer el comentario y plantear que los traductores de la Biblia no han podido dejar de lado su propia ideología. Por eso, vemos el acento muchas veces sobre el arrepentimiento y otras pocas sobre la conversión. Y el Evangelio de Jesús es un Evangelio de Salvación, y no de acusación. Recordemos siempre “El crecimiento empieza donde la acusación termina”.

      El excesivo énfasis en el arrepentimiento –muchas veces en un contexto meramente moralista y pietista–, apunta a reconocer como pecado aquello que tiene que ver con la sexualidad.

      De todos los Evangelio, el mistagógico es el de Juan y ni el sustantivo “arrepentimiento” ni el verbo “arrepentirse” no aparece ni siquiera una sola vez. Es interpelante, ¿verdad?

      El enojo, indudablemente, es una de las emociones que más ha preocupado a la humanidad. La verdadera Metanoia neotestamentaria consiste en lograr explorar nuevas facetas que permitan transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve.

      “Metanoia en griego significa cambio de mente. Es una concepción religiosa, originariamente del Antiguo Testamento, que significa la conversión o vuelta a Dios, y ya en el Antiguo Testamento se emplea hablando del hombre en todas sus dimensiones. Es decir, la metanoia hay que probarla externamente (confesión de la culpa, ayunos, etc.) estando a la vez fundamentada en la transformación de la mentalidad” (K. Rahner y H. Vorgrimler, Diccionario teológico, Herder, Barcelona 1970, p. 426).

      De esta definición los invito a resaltar dos elementos: 1) la conversión del ser humano en todas sus dimensiones, 2) fundamentada en la transformación de su mentalidad.

      Las dimensiones del ser humano desde lo específicamente ético-religioso-espiritual son: dimensión afectiva, dimensión centralmente ética (el lugar que ocupamos en la tierra), dimensión nocional (nos movemos con conceptos y a veces ideologías), dimensión psicológica (nuestro mecanismos conscientes, inconscientes y preconscientes), dimensión económica, dimensión religiosa (nuestra relación con la Iglesia Institución), y dimensión espiritual (nuestra experiencia de Iglesia comunidad de creyentes tanto en el orden personal trascendente como en el orden comunitario trascendente). De toda esta gama, la prioridad es la “transformación de la mentalidad” que haría posible la armonía del ser humano con Dios y consigo mismo, desde un plano bio-psíquico y espiritual.

      Con sus palabras y actos Jesús muestra la necesidad de la Metanoia, del cambio de mentalidad. Tomemos el lavatorio de los pies en Jn 13, 1-5. Jesús asume el lugar del siervo para transmitir, por una especie de psicodrama, la humildad y la necesidad de encarnar el ministerio del amor y el servicio. En Flp 2, Pablo presenta la doctrina de la kénosis (abajamiento-humillación) y reflexiona de manera magistral sobre la actitud del Señor. Su mensaje fundamental se refiere a la conducta que debe asumir el cristiano ante el otro que tiene delante, tomando como modelo a Jesucristo, dado que él se humilló dos veces, en la encarnación y en la crucifixión, para hacer posible la redención humana. El énfasis está puesto en la práctica de la humildad en las relaciones con los demás. Vemos en San Pablo como se convirtió de perseguidor de la Iglesia en predicador. Su experiencia en el camino a Damasco (Hch 9, 1-18) significó un cambio tal en su manera de pensar y sentir… Este es el eje central del pensamiento por el cual podremos avanzar sobre nuestros enojos: lograr un cambio en la manera de pensar y sentir. Intentemos esclarecer la causa de esta emoción llamada enojo.

      Para poder expresarnos de un modo sencillo y escueto, nos enojamos cuando algo nos frustra. Recordemos que las frustraciones son experiencias mal logradas (cuyos resultados no están de acuerdo a nuestras expectativas). Sin embargo, quedémonos con aseverar que nos lanzamos a la experiencia.

      Claro

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