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      Bodas de sangre

Editorial

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      Bodas de sangre (1933)

      Federico García Lorca

      Editorial Cõ

      Leemos Contigo Editorial S.A.S. de C.V.

      [email protected]

      Edición: Febrero 2020

      Imagen de portada: Designed by Freepik

      Prohibida la reproducción parcial o total sin la autorización escrita del editor.

      1er acto- Cuadro primero

       Habitación pintada de amarillo.

      NOVIO- (Entrando.) Madre.

      MADRE- ¿Qué?

      NOVIO- Me voy.

      MADRE- ¿Adónde?

      NOVIO- A la viña. (Va a salir.)

      MADRE- Espera.

      NOVIO- ¿Quieres algo?

      MADRE- Hijo, el almuerzo.

      NOVIO- Déjalo. Comeré uvas. Dame la navaja.

      MADRE- ¿Para qué?

      NOVIO- (Riendo.) Para cortarlas.

      MADRE- (Entre dientes y buscándola.) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón que las inventó.

      NOVIO- Vamos a otro asunto.

      MADRE- Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de la era.

      NOVIO- Bueno.

      MADRE- Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...

      NOVIO- (Bajando la cabeza.) Calle usted.

      MADRE- ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato de sal gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.

      NOVIO- ¿Está bueno ya?

      MADRE- Cien años que yo viviera no hablaría de otra cosa. Primero, tu padre, que me olía a clavel y lo disfruté tres años escasos. Luego, tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como una pistola o una navaja pueda acabar con un hombre, que es un toro? No callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y hasta en las puntas del pelo.

      NOVIO- (Fuerte.) ¿Vamos a acabar?

      MADRE- No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre y a tu hermano? Y luego, el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios... Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...

      NOVIO- ¿Es que quiere usted que los mate?

      MADRE- No... Si hablo, es porque... ¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es que no me gusta que lleves navaja. Es que…que no quisiera que salieras al campo.

      NOVIO- (Riendo.) ¡Vamos!

      MADRE- Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las dos cenefas y perritos de lana.

      NOVIO- (Coge de un brazo a la MADRE y ríe.) Madre, ¿y si yo la llevara conmigo a las viñas?

      MADRE- ¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter debajo de los pámpanos?

      NOVIO- (Levantándola en sus brazos.) Vieja, revieja, requetevieja.

      MADRE- Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre. Tu abuelo dejó a un hijo en cada esquina. Eso me gusta. Los hombres, hombres, el trigo, trigo.

      NOVIO- ¿Y yo, madre?

      MADRE- ¿Tú, qué?

      NOVIO- ¿Necesito decírselo otra vez?

      MADRE- (Seria.) ¡Ah!

      NOVIO- ¿Es que le parece mal?

      MADRE- No.

      NOVIO- ¿Entonces...?

      MADRE- No lo sé yo misma. Así, de pronto, siempre me sorprende. Yo sé que la muchacha es buena. ¿Verdad que sí? Modosa. Trabajadora. Amasa su pan y cose sus faldas, y siento, sin embargo, cuando la nombro, como si me dieran una pedrada en la frente.

      NOVIO- Tonterías.

      MADRE- Más que tonterías. Es que me quedo sola. Ya no me queda más que tú, y siento que te vayas.

      NOVIO- Pero usted vendrá con nosotros.

      MADRE- No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu hermano. Tengo que ir todas las mañanas, y si me voy es fácil que muera uno de los Felix, uno de la familia de los matadores, y lo entierren al lado. ¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y yo sola los machaco contra la tapia.

      NOVIO- (Fuerte.) Vuelta otra vez.

      MADRE- Perdóname. (Pausa.) ¿Cuánto tiempo llevas en relaciones?

      NOVIO- Tres años. Ya pude comprar la viña.

      MADRE- Tres años. Ella tuvo un novio, ¿no?

      NOVIO- No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quien se casan.

      MADRE- Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo mataron miré a la pared de enfrente. Una mujer con un hombre, y ya está.

      NOVIO- Usted sabe que mi novia es buena.

      MADRE- No lo dudo. De todos modos, siento no saber cómo fue su madre.

      NOVIO- ¿Qué más da?

      MADRE- (Mirándole.) Hijo.

      NOVIO- ¿Qué quiere usted?

      MADRE- ¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que la pida?

      NOVIO- (Alegre.) ¿Le parece bien el domingo?

      MADRE- (Seria.) Le llevaré los pendientes de azófar, que son antiguos, y tú le compras...

      NOVIO- Usted entiende más...

      MADRE- Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes... ¡Tres! ¡No te tengo más que a ti!

      NOVIO- Me voy. Mañana iré a verla.

      MADRE- Sí, sí; y a ver si me alegras con seis nietos, o lo que te dé la gana, ya que tu padre no tuvo lugar de hacérmelos a mí.

      NOVIO- El primero para usted.

      MADRE- Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila.

      NOVIO- Estoy seguro que usted querrá a mi novia.

      MADRE- La querré. (Se dirige a besarlo y reacciona.) Anda, ya estás muy grande para besos. Se los das a tu mujer. (Pausa. Aparte.) Cuando lo sea.

      NOVIO- Me voy.

      MADRE- Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada.

      NOVIO- ¡Lo dicho!

      MADRE- Anda con Dios.

      (Vase el NOVIO. La madre queda sentada de espaldas a la puerta. Aparece en la puerta una VECINA vestida de color oscuro, con pañuelo a la cabeza.)

      MADRE- Pasa.

      VECINA- ¿Cómo estás?

      MADRE- Ya ves.

      VECINA-

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