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del Ein Sof, entonces toda la percepción se modifica. Por ese motivo, los grandes cabalistas estudiaron en primer lugar el Maasé Bereshit (el Misterio de la Creación), para poder percibir «la psique» dentro del orden cosmogónico general.

      Ahora bien, intentemos descentrar al sujeto de su subjetividad y percibir el orden cosmogónico integral. El Ein Sof se reveló dentro del vacío después que Él mismo se retiró de sí mismo. La energía más densa dentro del campo de las manifestaciones creó lo que nosotros denominamos como materialidad. Dentro de dicha materialidad (energía en el máximo nivel de densidad posible) se ocultó la información proveniente del Ein Sof, y el proceso de revelación se produjo a través de los cambios dentro de la materialidad que escondían modificaciones energéticas subyacentes. Esto produjo el proceso de revelación de la información del Ein Sof en el campo de las fragmentaciones finitas de la materialidad. Nació la consciencia.

      Cuando la consciencia fragmentaria se reveló, llegó a tal nivel de revelación que logramos ser conscientes del material del «Inconsciente» (Psicología); sin embargo, los cabalistas dentro del judaísmo lograron percibir el nivel de Sod de toda la realidad manifestada. Si la consciencia se reveló, en realidad el aumento de la consciencia no proviene de extraer del inconsciente lo ya existente, sino de extraer del «Sod general del universo» todo lo ya existente, porque lo que «ignoramos científicamente» es un material de información mayor que nuestro inconsciente subjetivo finito.

      La cábala comprendió entonces que, a pesar de que extraigamos hipotéticamente todo nuestro inconsciente subjetivo de nuestra interioridad, nos enfrentamos con un desafío mayor, la extracción (y, por lo tanto, la revelación) de toda la información cosmogónica que se nos oculta por nuestra ignorancia. Y entonces la consciencia fragmentaria advirtió que toda la información oculta detrás de la materialidad manifestada es el canal de acceso a toda la información infinita que existe oculta dentro del Ein Sof.

      7. El mapa del Árbol de la Vida (Etz Ha Jaim)

      «El hombre es el último compuesto que comprende a todas las dimensiones».

      ABRAHAM ABULAFIA

      El mapa objetivo que revela la estructura de todas las energías existentes dentro de nuestro vacío es el Árbol de la Vida y sus diferentes Sefirot.

      Un autor que se acerca mucho al concepto de «Sefirá» y que las denomina como «bandas o niveles de vibración» es Ken Wilber, quien escribe en su obra El espectro de la conciencia:30

      «Si consideramos la conciencia como un espectro, cabe esperar que distintos investigadores, en particular los comúnmente denominados «orientales» y «occidentales», debido a la diversidad de instrumentos lingüísticos, metodológicos y lógicos utilizados por ellos, conecten con distintas bandas o niveles de vibración del espectro de la conciencia, al igual que los primeros científicos que estudiaron la radiación conectaron con distintas bandas de la gama electromagnética. También cabe suponer que los investigadores, tanto orientales como occidentales, no son conscientes de que conectan con distintas bandas o niveles del mismo espectro, por lo que la comunicación entre ellos llega a ser particularmente difícil y ocasionalmente hostil. Cada investigador puede estar en lo cierto cuando habla de su propio nivel y, por consiguiente, todos los demás investigadores conectados a distintos niveles pueden parecer completamente equivocados. La controversia no se resolvería consiguiendo que todos los investigadores se pusieran de acuerdo entre sí, sino si se dieran cuenta de que todos hablan de un mismo espectro visto desde distintos niveles».

      ¿Cuál es el espectro dentro del misticismo judío? El espectro o modelo donde operan los diferentes niveles es el Árbol de la Vida, y los niveles energéticos diferentes son las Sefirot (Dimensiones). Por ese motivo, dentro de la aplicación psicológica del misticismo judío, encontramos que el primer trabajo importante es saber en qué punto del mapa del Árbol de la Vida nos situamos, porque es desde allí donde estamos percibiendo todas las dimensiones.

      El gran desafío que propone la cábala en términos psicológicos es el de determinar desde qué punto del espectro, según palabras de Wilber, estamos operando dentro de la realidad.

      El mapa del Árbol de la Vida y sus diferentes dimensiones son la respuesta que otorga la sabiduría ancestral del judaísmo a la propuesta de que nuestra existencia necesita de un «molde» (en realidad, un molde inicial de ascenso y descenso). Como bien lo explica el doctor Manuel Almendro:31

      «Da la impresión de que unos seres humanos sufren por no tener molde y otros por comprimirse dentro de él».

      «Entendemos que la neurosis aparece, en primer lugar, cuando el molde humano se tambalea aunque no se desestructure. Profundizar en esta reflexión requeriría de por sí todo un libro. Al parecer, la sabiduría tradicional propone que nuestra existencia necesita de un molde que permita un sitio al individuo como recorte holográfico del cosmos, para poder disponer de unos mínimos límites, un molde que permita establecer una orientación en el espacio, el tiempo y la materia. Tal vez la iluminación, el satori,32 etc., suponga conseguir que ese molde llegue a ser innecesario, se sepa vivir sin límites, sin molde, y sin terror a diluirse ni en el infinito cósmico ni en el finito telúrico. Habría, pues, un proceso evolutivo de constitución del molde del hombre como un proceso de aprendizaje físico, biológico, psicológico, espiritual, etc., concibiendo este molde no como estructura estática sino como proceso, molde necesario para poder asentarse en la Tierra. Un molde universal y, al mismo tiempo, personal, osmótico y adecuado a las circunstancias existenciales, habiendo en ese proceso estadios evolutivos más bien de premoldes, de moldes, y de transmoldes o supramoldes, como una ontogénesis en la que aparecen las tendencias del instinto, el sentimiento, el pensamiento, la intuición y la voluntad, que irían desde un nivel de indiferenciación pleromática a un nivel de diferenciación yoica, y luego a una superindiferenciación transyoica, de naturaleza cósmica, pero ya consciente».

      No es lo mismo percibir la realidad desde una dimensión del Árbol que de otra. Nuestro Yo (y el Cosmos en general) debe ser percibido desde todos los puntos fijos al mismo tiempo, y como esto es imposible, entonces, ¿qué debemos hacer?33

      La energía del Daat (el Conocimiento) es la que nos otorga la flexibilidad necesaria para movernos dentro de todas las dimensiones del Árbol de la Vida, y siempre debemos «sospechar» cuando ya estamos operando con «respuestas», porque dichas respuestas son para el misticismo judío producto de nuestra falta de movimiento dentro del sistema del Árbol de la Vida. Por lo tanto, las respuestas pueden ser válidas en el nivel operativo en que se encuentran, pero si salimos de dicho nivel, pueden no ser coherentes en otro nivel. La pérdida de coherencia (o la aparición de las contradicciones) significa que estamos comparando energías de niveles dimensionales diferentes. Las respuestas son indudablemente las bases donde se construyen todos los dogmas inamovibles. Por este motivo, las preguntas se relacionan con la Sabiduría (Jojmá) y las respuestas, con la dimensión de la Inteligencia (Biná).

      Debemos comprender el Yo en cada nivel dimensional (Sefirá). Tenemos que analizar el Yo no desde una dimensión en particular, sino desde todo el complejo unificado, y, por lo tanto, no podemos atrapar el «Yo» dentro de una estructura fija, porque entonces algunas partes de la estructura general del «Yo» quedan ocultas simplemente porque no operamos en un nivel diferente. El mapa del Árbol de la Vida y sus diferentes dimensiones debe ser recorrido por completo, y varias veces a lo largo de la existencia de una persona, para que se pueda comprender realmente su funcionamiento interior. Los niveles de consciencia aumentan en la medida en que podamos recorrer los senderos del Árbol de la Vida con la mayor frecuencia posible, y no quedar atrapados dentro de un punto fijo.

      Sin embargo, la posibilidad de percibir desde nuestro Entendimiento (Biná) el conjunto total en su complejidad intrínseca es imposible si no dividimos sus partes, o fragmentos. Así, podemos analizar los fragmentos del Yo a partir de sus diez dimensiones energéticas básicas (Sefirot). Ahora bien, al conocer fragmentariamente las diferentes dimensiones del Yo, no por ese motivo podemos decir que conocemos realmente el Yo en su estructura integral, sino que simplemente conocemos sus fragmentos. Para lograr aproximarnos al «Yo» desde la psicología del misticismo judío debemos operar dentro de toda la estructura del Árbol

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