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—preguntó Ren, sintiendo como se enfurecía ahora que volvía a ver al mismo idiota.

      –Ese es el tiempo que me lleva revivir después de romperme el cuello —dijo Vincent sonriendo—. Lamento haber acabado con tu curiosidad.

      –Ren no estaba actuando como él mismo —dijo Lacey, interponiéndose entre ellos, pero el hecho de que le diera la espalda a Ren hizo obvio a quién estaba buscando.

      Vincent vio como Ren esbozaba una maliciosa sonrisa, lástima que Lacey no pudiera verla. Eso le gustaba, sabía cómo manipular cuando tenía la oportunidad. —Supongo que Ren no actúa como si mismo bastante a menudo, sabiendo que es un súcubo mientras pasa el rato en una ciudad infestada de jodidos demonios. Yo no me fiaría de él en absoluto.

      –Bueno, qué pena, ya que esta noche ha ayudado a salvar nuestras vidas —insistió Lacey.

      –No necesito a nadie para que salve mi vida, ¿o has olvidado mi pequeña discapacidad? —tronó Vincent, acercándose para poder observarla. Se quedo mirando como sus labios se entreabrían para inspirar con fuerza e inmediatamente se arrepintió porque sabía exactamente cómo herirla profundamente.

      Su semblante se suavizó cuando ella extendió la mano como si fuera a rozarle la mejilla, pero el sonoro golpe resonó por toda la habitación e hizo que pusiera mala cara de nuevo. Bien, tal vez se lo merecía, aunque no podía entender por qué.

      –Eso es por matarte delante de mí, idiota insensible —dijo Lacey ásperamente, y después añadió en voz más alta—, y sólo porque tú no lo recuerdes no significa que yo te perdone.

      –Tomo nota —respondió Vincent con sarcasmo cuando Lacey se giró sobre sus talones y se dirigió hacia el escritorio donde estaba sentado Storm.

      Lacey puso las manos encima de la mesa e inclinándose susurró a Storm. —Lo siento, se suponía que no dijera nada sobre eso, ¿verdad?

      Storm trató de mirarla a los ojos, pero aun así podía verle a través del escote casi todo su pecho cuando se inclinó hacia adelante con el seductor vestidito que él había elegido para ella. A veces se superaba a sí mismo.

      –Alguien tenía que contárselo tarde o temprano —respondió, y se teletransportó junto a ella, pero ahora frente a los otros dos hombres. Se frotó la barbilla para ocultar una sonrisa cuando Lacey giró lentamente la cabeza para mirarlo sin levantarse desde su seductora posición. —Ren, ¿qué tal si completamos la base de datos de la tarea de esta noche?

      Ren estaba de repente detrás del escritorio, cosa que sorprendió a Lacey e hizo que ella levantara la mirada para descubrir que no la estaba mirando a la cara. Ella, confusa, bajó la mirada y luego se dio cuenta de lo que él estaba mirando era a sus pechos. Evitando ruborizarse, le dedicó una sonrisa maliciosa antes de levantarse lentamente y darle la espalda.

      Storm arqueó una ceja a modo de sorpresa cuando Ren se giró para mirarle de manera acusadora. Ese pequeño regalo para sus ojos no era culpa suya, al menos había sido muy placentero. Volvió su atención hacia Vincent, que seguía de pie pensativamente acariciándose la barbilla y mirando a Lacey.

      –No quiero hablar de ello —le informó Lacey, terminando el interrogatorio incluso antes de que pudiera empezar.

      Vincent levantó sus manos en señal de rendición —De acuerdo.

      –¿Aceptaste unirte al EIP? —preguntó, suavizando su voz. Tratando de no prestar atención al hecho de que sus mejillas se habían enrojecido debido a su mal genio.

      –Creo que sí, mi amor —respondió Vincent, sabiendo ahora que Storm le había pillado en eso. Obviamente en absoluto había estado en peligro y si fuera así, el Caminante del Tiempo lo habría sabido enseguida.

      –Escucha, ya te dije que ella estaba bien —se defendió Storm encogiéndose de hombros cuando Vincent lo miró con preocupación.

      –¿Cuál es la trampa? —preguntó Vincent, menos molesto por haber sido engañado para hacer un trato que lo uniera a un legendario Caminante del Tiempo y a la escurridiza organización EIP.

      –Debes tener un socio —respondió Lacey rápidamente, recordando el razonamiento detrás de la regla.

      –¿Te estás ofreciendo? —dijo Vincent sonriendo con satisfacción, haciendo que cada minuto que pasaba le gustara más el trato.

      –No —respondió Ren—. Ella es mía.

      Lacey pestañeó ante el tono posesivo de la voz de Ren, pero no lo desmintió. Miró hacia Storm con curiosidad. —¿Alguna vez ha habido un trío?

      No se dio cuenta de lo erróneo de la pregunta hasta que notó que la ceja derecha de Vincent se alzaba y a la vez oyó un gruñido ronco que provenía desde atrás.

      –Oh cielos, dejarlo estar ya, par de pervertidos. No me malinterpretéis, y vosotros lo sabéis muy bien—insistió Lacey, cruzando los brazos sobre su pecho. Pestañeó de nuevo intentando parar todo tipo de vulgares pensamientos que de repente intentaban convertirse en imágenes y llenar su pequeña y obscena cabeza.

      Storm se frotó la cabeza tratando de no reírse. Alguien tenía que rescatarla, y parecía que iba a tener que ser él. —A veces los equipos del EIP salen juntos en grupos, pero incluso entonces, tienes a esa persona especial a la que cuidas, y viceversa. Resulta que conozco al compañero provisional perfecto para Vincent, ya que resulta que el compañero de esa persona está desaparecido en acción en este momento.

      –Bueno, no parece que esta persona haya vigilado muy bien a su último compañero, pero ahora sí —señaló Vincent, sintiéndose un poco sarcástico y sin importarle lo que pensaran de él. Frunció el ceño a Lacey preguntándose cuándo se había encariñado con ella. El hecho de que se hubiera puesto rojo cuando Ren había anunciado audazmente «ella es mía» no era una buena señal.

      –Es difícil mantener los ojos en un metamorfo que ha cambiado a modo invisible. Estoy seguro de que Trevor está por aquí en alguna parte, pero en qué forma, ni siquiera yo lo sé —se defendió Storm.

      –Un metamorfo, ¿de verdad? —preguntó Vincent, sintiendo que estaba de repente en una tienda de dulces paranormales con todo tipo de sabores exóticos. Entendía que los verdaderos metamorfos no eran fábulas, pero los demonios del anillo de ladrones habían estado buscando uno desde siempre y nunca habían tenido éxito en localizar tal enigma.

      –¿Lo vas a poner con Chad? —preguntó Ren, aunque realmente no estaba en contra de esa idea, si eso lo alejaba de Lacey.

      –Piénsalo, ambos parecen tener la misma aflicción —señaló Storm, sabiendo que Ren atraparía el significado oculto.

      –¿Quieres decir que tiene una obsesión por la muerte? —dijo Vincent que puso mala cara ya que era la aflicción que a Storm le acusaba de tener. Ignoró la intensa mirada de Lacey. Odiaba cuando hablaba de morir como si no fuera gran cosa. —Si ibas a ponerme con un demonio, ¿por qué no me dejaste con los demonios a los que ya estoy acostumbrado?

      –Chad es cien por ciento humano, pero Storm tiene razón. Fue asesinado recientemente, apuñalado en el corazón. Ren hizo una pausa, viendo la mirada de advertencia de Storm y en secreto se metió en los pensamientos de Storm para descubrir solamente que no debía decir una sola palabra sobre el Caído, ni sobre Kriss, ni sobre Dean. Tuvo que concentrarse para mantener una cara seria mientras ataba los cabos.

      Volviendo toda su atención hacia Vincent, Ren continuó. —Chad está otra vez en marcha y sigue siendo tan humano como tú. Hasta ahora, Chad sólo ha muerto una vez y eso fue en contra de su voluntad, así que no lo llamaría una obsesión.

      –La próxima vez que muera puede que siga muerto, o no —dijo Storm—. De cualquier manera, no puedo contar el final.

      –Sí, claro —dijo Vincent, viendo que su sarcasmo no había funcionado.

      –No está mintiendo —insistió Lacey, acercándose a Storm—. Si le dice a alguien lo que va a pasar en el futuro o incluso lo insinúa, empieza a sangrar por heridas que ni siquiera podemos ver.

      Se

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