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antes de su muerte, acaecida en 1974.

      En suma, hacer de un talento adquirido, nacido de un duro esfuerzo y de una predisposición innata, una leyenda, y bordarlo por vanagloria de Robert Johnson y después para puros fines comerciales por parte de las discográficas que lo produjeron, no fue difícil. ¡Una lástima que luego el músico CONDENADO se haya destrozado solito alimentando sus propios cuentos!

      

      

       Tommy Johnson, hijo del diablo D.O.C....

      

       De todas maneras, su comportamiento no era ciertamente edificante: entretenido en satisfechas reuniones sexuales con la señorita Virginia Mae Smith ya dos meses tras la muerte de su pobre mujer, embarazada esta de un hijo que no quiso reconocer nunca y huido con gran secreto para casarse con la adinerada y pluridivorciada Callie Craft, diez años mayor, solamente por motivos... económicos, iba dejando a su paso rencores, disputas y corazones rotos.

       A diferencia de muchos hombres del blues que se metían en la cama de cualquiera con el único objetivo de obtener algún centavo, una botella y un poco de calor, Robert Johnson aprovechaba sus dotes amatorias con el cálculo preciso de un hombre de negocios, vendiéndose a quien ofrecía más.

       No consideraba vergonzoso hacerse mantener por mujeres ancianas y adineradas, que seducía, explotaba y las más de las veces golpeaba para al final abandonarlas cuando encontraba algo mejor. Su segundo matrimonio se acabó cuando Callie enfermó (algunos dices por un aborto o un hijo nacido muerto) y era necesario estar a su lado.

       De la noche a la mañana, Robert la dejó para ser acompañado en sus fechorías por una estrellita de paso...

       Entre 1932 y 1933 lo encontramos a menudo de viaje: hacía autoestop o subía a trenes como polizón, y a veces cogía también el autobús. Por un breve periodo se estableció en Helena, en Arkansas, comenzando a hacer prosélitos entre los músicos del lugar como Howlin' Wolf, Honeboy Edwards, Memphis Slim, Robert Nigthawk, Sonny Boy Williamson... solo por nombrar a algunos. Estrechó también una relación (¿otra?) con la bella Estella Coleman, ayudando después al hijo de esta, el futuro hombre de blues Robert Lockwood Junior, a enfilar la calle del éxito.

      

       Un maduro Robert Lockwood en 1940...

       Pero su compañero preferido de peregrinaciones fue Johnny Shine, con quien llegó hasta Nueva York y Canadá.

       Seguimos el rastro de esta preferencia en una foto que se remonta quizá a 1933 y que ha dado la vuelta al mundo como “la tercera desconocida foto del gran Robert Johnson”...

      

      EL MISTERIO EN UNA FOTO

      Del polvo a Ebay

       La historia de esta foto es tremendamente singular: descubierta por casualidad en Ebay en 2007 por una coleccionista, publicada en la revista Vanity Fair en noviembre de 2008, fue finalmente autentificada en enero de 2013 después de largas y atentas disertaciones sobre su orginalidad. Aquello que hacía pensar, aparte de la expresión del joven Robert que aquí no parece tener absolutamente NADA de demoníaco, es que los botones de la chaqueta de Shines parecen estar “al femenino”. A menos que el joven Shines no soliese ponerse la chaqueta de la hermana, es entonces plausible que la foto original fuese “girada” y que por tanto el músico individuado como Johnson fuese en realidad... zurdo, otro punto a favor con respecto a su naturaleza... ¡luciferina!

      

      

       Aquí la foto girada del lado correcto, que confirma la hipótesis de que era zurdo.

       Hasta aquel momento, de hecho, las únicas dos fotos “confirmadas” eran aquellas en posesión de la hermanastra de él, Carrie, que son después aquellas que bien conocemos; en ambas Johnson NO parece zurdo. ¿Entonces cómo son realmente los hechos?

       De hecho, tenemos varios testimonios de Johnny Shines. Sabemos que este último se unió a Johnson por un par de años, de 1933 a 1935, más o menos, y que ambos fueron de gira a lo largo y a lo ancho del Delta siguiendo las mejores tradiciones de los Ramblers.

      

       Shines no habla nunca de la presunta “zurdez” de su amigo pero narra minuciosamente “cómo Johnny amase tocar el Blues de espaldas a los otros músicos” mientras que se “giraba tranquilamente de cara si se trataba de tocar música de otro género, aquella que los promotores a menudo pedían, como las baladas del viejo sur”.

      

       Esta manía suya de girarse de espaldas está bien confirmada también por Son House que, como normalmente, la pinta de vudú. “Él no quería que los otros músicos lo mirasen a los ojos mientras tocaba y se daba la vuelta, probablemente para que ninguno le pudiese arrebatar el secreto de la velocidad de sus exhibiciones. ¡Se sabe que al diablo no le gusta que lo miren a la cara!”

       ¡Sí, bastan frases como estas para alimentar una leyenda! Mucho más fácil imaginar que uno es zurdo, una hipótesis que explicaría en parte también los dolores de cabeza infantiles de Johnson, sus dificultades de concentración, la irritabilidad y el no querer ir a la escuela.

       Ser zurdo ha estado considerado durante siglos un “signo demoníaco” y no pocos individuos acabaron en la hoguera durante el periodo de la Inquisición... ¡pero también otras!

       ¡Incluso en época moderna (y estoy hablando de la mitad de los años 70) se tendía a corregirlo envolviendo la mano del niño y estimulándolo a escribir con la derecha!

      

       Si entonces trasladamos el ser zurdo a los comienzos del s. XX en América, en el Delta, con una comunidad negra y un niño “bastardo” (es decir, hijo de la culpa), que por añadidura una vez crecido “se va a hacer blues”... bien, podemos comprender la enorme carga psicológica y emotiva que ha acompañado al joven Johnson durante toda su breve vida. En esta óptica es fácil suponer que las “imprevistas capacidades” asociadas al pacto con el diablo fuesen simplemente un reapropiarse de la zurdez perdida, quizá precisamente bajo el estímulo de su maestro Zimmerman, que había sabido leer en el ánimo atormentado del chaval.

      

       Un maduro Johnny Shines a caballo entre 1940 y 1950. Notad la referencia al “crossroads” de las mejores tradiciones del blues.

       Entonces, musicalmente hablando, asistimos a un verdadero desdoblamiento de Robert Johnson: por una parte, un artista en grado de “tocar cualquier cosa que se pidiese en cualquier estilo”, una capacidad típica de los ramblers que debían adaptarse a los variados gustos de los promotores

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