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alejado de batallas o grietas que no impliquen superación personal, oficio y seriedad en el momento de transitar la escena y la vida. Es que José es así: además de un gran autor, un tipo increíblemente consecuente con su pensar y su estar en este mundo. Ya sea desde el humor como desde el drama, desde la carcajada hasta la emoción conmovedora, su dramaturgia es como él: franca, genuina, ingeniosa, chispeante y al mismo tiempo sólo posible gracias a un enorme caudal de talento. Por eso en casos como el de José (y sobre todo en su obra) me gusta esperar el telón fi nal para juntar aliento y gritar con ganas:

      ¡QUE VIVA EL TEATRO!

      Luis Alberto Sáez

      Presentación del autor

      Una platea bulliciosa, luces que se apagan, expectativa, toses. La obra va a comenzar. Y comienza. Destino lógico para un texto teatral: espectadores de carne y hueso que disfrutarán, si la cosa sale como uno espera. Para eso uno escribe teatro. Pero también me gusta imaginar a un lector, solo, en una habitación cálida en una noche de frío, a un viajero en un tren, a un veraneante en la arena o en la montaña, atrapados por estas historias que se dejan leer. Me gusta imaginar que en espacios tan diferentes hay un lector solitario que se encuentra con estos personajes, y eso, en definitiva, y sin que lo sepa, es encontrarse conmigo. El placer del solitario autor que se une al placer del solitario y desconocido lector.

      No voy a engañar a nadie, ni a adoptar poses dignas de elogio. La verdad es que estas historias –siempre, ineludiblemente cuento historias, para mí eso es el teatro- estaban por ahí, desordenadas, inconexas, esperando un hilván que les diera forma, unidad, sentido. No las invento, no son el fruto de un intelecto fabricador de historias, no señor. Son el resultado de procesos misteriosos, que van asociando sensaciones, emociones, imágenes que tenían, seguramente, poco en común. La imagen de mi hermanita llorando por haber perdido un juguete, un recorte de diario, el estribillo de una canción, pueden haber sido los causantes de una historia de amor, o de una farsa dieciochesca. Esas pequeñísimas, insignificantes imágenes, se meten dentro de mí y golpean, como una bola de billar, a otras muchas más, que se desalinean y reacomodan con un orden inexistente hasta ese momento. ¿Y cuál es el mérito, entonces? Ése, dejarse impactar, permitir que el desorden genere un nuevo orden, ser lo suficiente mente humilde para aceptar que esos componentes serán los protagonistas, y no uno. Mantenerse oculto, riendo por lo bajo, en silencio, porque suficiente ruido hacen los personajes y sus cuitas, como para entrometerse uno, pretendido autor. Porque esos personajes ya estaban en algún lugar, esperando ser aprehendidos, aprovechados, concretados. No miento si digo que al empezar una obra no tengo idea de qué voy a escribir, y que cuando voy por la mitad de la obra no sé cómo va a seguir, y que cuando se acerca el final ruego que aparezca, de la misma manera que el resto de la historia, esa resolución que dé brillo a la última línea, tan importante como la primera.

      Esta selección abarca aproximadamente la mitad de mi producción dramatúrgica, que viene siendo prolífica, variada y, no me cuesta decirlo, muy bien recibida por los públicos de diferentes latitudes. Espero, ansío, que su lectura produzca lo mismo que me produjo a mí su escritura: sorpresas, emociones, risas, reflexiones. Confío en que eso sucederá, porque es mi método de evaluación: si yo me sorprendí con los giros, si yo me emocioné con algunos gestos, si yo me reí con los disparates ¿Por qué no sucederá lo mismo con quienes compartan mi sensibilidad, mi estilo y mi humor? Ojalá, estimado lector, seas uno de los que comparten conmigo esas condiciones.

      José Ignacio Serralunga

      El Tigre y el Capitán

      (1492)

      Personajes:

       Keol, un niño nativo americano

       Pajarito

       Lahá, padre de Keol

       Pérez, marinero español

       García, marinero español

       Capitán, marino español

       Tigre, yaguareté, usa pechera de oro

       El rey, Fernando VII

       La reina, Isabel la Católica

      (El espacio escénico deberá ofrecer dos ámbitos concretos, ambos contemporáneos, en el Siglo XV.)

      (Uno de ellos es en algún lugar de América, un espacio sin edificaciones y con paisaje natural. El otro, una carabela en medio del mar.)

      (Nada impide que los espacios puedan cruzarse y confundirse. Es más, sugiero que así sea.)

      (Las apariciones de los reyes serán en algún lugar a determinar, como evocaciones.)

      (Me imagino, sin que sea condición sine quanon, la presencia de muñecos y títeres, de manera excluyente, o bien compartiendo escena con actores.)

      I- En América

      KEOL: Bichito, bichito, vení, bichito. Vení que te doy comidita, zonzo… Mirá este gusanito…

      PAJARITO: ¿Vos pensás que yo soy tan tonto como para creerte? Vos me querés cazar.

      KEOL: (Con inocencia fingida) No, en serio… mirá las semillitas que te junté.

      PAJARITO: ¿Y la honda que tenés escondida?

      KEOL: ¿Eh? ¿Qué honda? ¡Ah, ésta…! Es por si aparece un cóndor y te quiere comer. Yo te voy a defender del cóndor. Es malo el cóndor…

      PAJARITO: Acá no hay cóndores. Los cóndores viven en las montañas. Y acá montañas no hay.

      KEOL: ¿Cómo que no hay montañas? ¿Y esas que están allá? (El Pajarito se da vuelta y el chico aprovecha para cargar la honda y tirarle)

      PAJARITO: (Esquivando) Eeeepa, le erraste, chiquitín. Ahora vas a ver… (Vuela hacia donde está el chico, levanta la cola y le arroja una andanada de desechos de su metabolismo. De caca, bah)

      KEOL: (Esquivando) Eeeeepa… le erraste, pajarraco. No tenés puntería.

      LAHÁ: ¡Keol! ¡¿Qué estás haciendo?!

      PAJARITO: ¡Me tiró con la honda, señor! ¡Me quiso matar!

      KEOL: ¡Callate, alcahuete! Te tiré despacito. (Al padre) No lo quise matar. Yo lo quiero para que sea mi mascota. Si lo mato no me sirve de mascota.

      PAJARITO: ¡Yo no soy ninguna mascota! ¡Yo soy un pájaro, libre como el viento! ¡Y si me cazás me pongo tan triste que no canto más! Tomá. Ahí tenés. Cazame, dale. No te canto más. (Canta)

      Pobrecito el Pajarito, triste espera su condena

      Un chico lo va a cazar, y lo va a matar de pena.

      Por eso canto mi angustia, por eso trino despacio

      Porque en segundos, no más, me va a bajar de un hondazo.

      (El chico le tira y erra.)

      Yo sirvo para ser libre, yo vuelo y bato mis alas

      Arremeto contra el sol, y me baño en las mañanas

      Esa es mi vida, sencilla, la de un pájaro del monte

      Que cuando llega el peligro, en vez de pelear, se esconde.

      Yo nunca molesto a nadie, y con nadie yo me meto

      Y si querés escuchar, voy a contarte un secreto:

      Se vienen tiempos de cambio, ya lo vas a comprobar

      Yo lo leo en las estrellas, los cambios vienen del mar.

      II - En la carabela

      PÉREZ: ¡Ya estoy harto de la mar! ¿Nunca vamos a llegar?

      GARCÍA: Tenga un poco de esperanza, y a ver si corre la panza.

      PÉREZ: Yo la corro si yo quiero, no jorobe, marinero.

      GARCÍA: A mí no se me haga el guapo porque le pego

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