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      Avery se sintió encantada y un poco preocupada a la vez por el hecho de que Rose no vaciló en beber delante de ella. Aceptó el vaso de vino blanco con agradecimiento, tomando un poco inmediatamente. Avery aparentemente había estado mirándola extraño porque Rose le sonrió y negó con la cabeza una vez que bajó su copa.

      “No es mi primera copa”, dijo. “Lamento arruinar tus sueños de tener una hija virgen y santa”.

      “El vino nunca me hará eso”, dijo Avery con una sonrisa. “Algunos de tus novios anteriores, por el contrario...”.

      “Qué réplica tan ingeniosa, mamá”.

      Acababan de terminar una cena sencilla de pollo Alfredo y una ensalada griega que habían preparado juntas. Había música suave en el fondo, pop terrible que a Rose le gustaba. Sin embargo, la música no arruinó el momento. Había frío esa noche, las farolas brillando y el ruido suave del tráfico en la calle un ruido blanco en el fondo.

      “Esto era exactamente lo que necesitaba”, pensó Avery. “¿Por qué estaba tratando de alejarla de nuevo?”.

      “Entonces ¿no vamos a hablar de Ramírez?”, preguntó Rose.

      Avery sonrió. Era extraño oír su nombre de la boca de Rose... especialmente solo su apellido, como si lo hubiera conocido del trabajo también.

      “Simplemente no quiero pasar toda la noche sollozando”, dijo Avery.

      “En una situación como esta, no tiene nada de malo quebrantarse un poco. Solo que no sé si lo mejor es que te la vivas encerrada en una habitación de hospital. Es un poco deprimente”.

      “A veces”, admitió Avery. “Pero quisiera creer que alguien haría lo mismo por mí si yo estuviera luchando por mi vida”.

      “Sí, creo que haría lo mismo por ti. Y obviamente yo también estuviera allí. Pero, al mismo tiempo, sabes que él te regañaría si supiera lo que estabas haciendo”.

      “Probablemente”.

      “¿Ya...”, comenzó a preguntar Rose, pero luego se detuvo como si no le parecía buena idea preguntar lo que estuvo a punto de salir de su boca.

      “Está bien”, dijo Avery. “Me puedes preguntar lo que sea”.

      “¿Ya has tenido un presentimiento de eso? Digo... ¿tus instintos te han dicho si va a sobrevivir o no?”.

      Era una pregunta difícil de responder. En realidad no lo sabía. Y tal vez por eso es que todo este asunto la estaba afectando tanto. No sabía nada con seguridad. No sentía ningún impulso instintivo que le decía si iba a sobrevivir o no.

      “No, aún no”.

      “Una última pregunta”, dijo Rose. “¿Lo amas?”.

      La pregunta fue tan inesperada que, por un momento, Avery no estaba segura de cómo responder. Era una pregunta que ella misma se había hecho varias veces en el pasado, una pregunta para la que finalmente tenía una respuesta clara y definida.

      “Si, lo amo”.

      Rose escondió su sonrisa detrás de su copa de vino.

      “¿Cree que él lo sepa?”.

      “Creo que sí. Pero no es algo que...”.

      Fue interrumpida por el sonido de vidrio rompiéndose. Fue tan repentino e inesperado que le tomó a Avery aproximadamente dos segundos ponerse de pie y analizar la situación. Mientras lo hacía, Rose dejó escapar un pequeño chillido. Se había levantado del sofá de un salto y estaba retrocediendo hacia la cocina.

      La ventana de la pared opuesta a la izquierda del sofá había sido destrozada. Una ráfaga de aire frío inundó el apartamento. El instrumento utilizado para romper la ventana estaba tumbado en el suelo.

      Había un viejo ladrillo en el suelo, pero Avery solo lo vio después del gato muerto. El gato parecía ser un callejero delgado y desnutrido. Había sido atado al ladrillo con algún tipo de correa de caucho, como el tipo utilizado para atar marquesinas o toldos. Fragmentos de vidrio roto brillaban junto a él.

      “¿Mamá?”, preguntó Rose.

      “Está bien”, dijo Avery mientras corría a la ventana rota. Su apartamento estaba en el segundo piso, así que era posible que alguien alcanzara su ventana.

      No vio a nadie en la calle directamente debajo. Pensó en salir y bajar las escaleras, pero la persona que había tirado el ladrillo y el gato ya estaría muy adelantada. Y con el ajetreo del tráfico y los peatones de Boston a estas horas de la noche (solo eran las 9:35), de seguro ya había escapado.

      Dio un paso hacia el gato, con cuidado de no pisar el vidrio con sus pies descalzos.

      Había un pequeño pedazo de papel entre el gato y la correa de caucho. Se agachó para agarrar la nota, haciendo una mueca al sentir el cuerpo frío y rígido del gato.

      “Mamá, ¿qué demonios?”, preguntó Rose.

      “Hay una nota”.

      “¿Quién haría algo así?”.

      “No sé”, respondió ella mientras sacó la nota y la desenrolló. Había sido escrita en una hoja de papel para notas. La nota era muy simple, pero envió escalofríos por todo su cuerpo.

      ¡Soy LIBRE! ¡Y estoy LOCO por volverte a ver!

      “Mierda”, pensó. “Howard. Tiene que ser él”.

      Este fue el primer pensamiento que pasó por su cabeza y se encontró tratando de echarlo a un lado enseguida. Al igual que la brutalidad del asesinato con la pistola de clavos, algo sobre una declaración tan descarada como tirar un gato muerto por la ventana de un apartamento con una nota amenazadora no parecía algo que Howard Randall haría.

      “¿Qué dice?”, preguntó Rose, acercándose un poco. Parecía estar al borde del llanto.

      “Es solo una amenaza ridícula”.

      “¿De quién?”.

      En lugar de responderle a Rose, agarró su teléfono celular del sofá y llamó a O’Malley.

      “¿De quién?”, le había preguntado Rose.

      Y cuando el teléfono empezó a sonar en el oído de Avery, al parecer solo había una respuesta plausible.

      Howard Randall.

      CAPÍTULO CINCO

      Bastantes cosas sucedieron en los doce minutos que le tomó a O’Malley llegar a su casa. Para empezar, la patrulla de la A1 no fue el primer vehículo en llegar. Una furgoneta de noticias frenó bruscamente en frente del edificio de apartamentos de Avery. Vio a tres personas acercarse a su ventana rota: un reportero, un camarógrafo y un tipo que cargaba un cable que salía de la parte trasera de la furgoneta.

      “Mierda”, dijo Avery.

      El equipo de noticias estaba casi listo cuando O’Malley llegó. Otro auto se detuvo detrás del suyo, casi chocando contra la furgoneta de noticias. No le sorprendió cuando vio a Finley bajarse. Connelly aparentemente estaba posicionando a Finley para ascender, tal vez incluso para ocupar el lugar de Ramírez.

      Ella frunció el ceño a la furgoneta de noticias mientras observaba a Finley pegarle gritos al reportero. Hubo una breve disputa entre ellos antes de que Finley y O’Malley se alejaran de la vista, caminando hacia las escaleras que los llevarían al apartamento de Avery.

      Avery les abrió la puerta cuando tocaron y no les dio la oportunidad de decir nada antes de dejar escapar sus preocupaciones y frustraciones.

      “O’Malley, ¿qué diablos? Te llamé directamente en lugar de llamar a la comisaría para evitar los equipos de noticias. ¿Qué diablos les pasa?”.

      “Tienen

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