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de su contenido —comentó Drew—. ¿Qué le parece si probamos con una forma animal? —preguntó a Bryce.

      La profesora permaneció pensativa por un tiempo, y luego se decidió.

      —Sí, intentémoslo. Tendríamos que realizar análisis de biología molecular con las muestras ya transferidas, para estar totalmente seguros, pero hasta ahora los resultados obtenidos corroboran la teoría del intercambio de espacio.

      Reflexionó otra vez.

      —Por cuestiones de bioética, empezaremos con formas de vida privadas de sistema nervioso. Si algo no va bien, no les habremos hecho sufrir. Nos vemos después de comer. —Y, diciendo eso, se marchó.

      Drew y los demás se concentraron en la teoría, buscando una solución al problema de la potencia.

      —Se nos escapa algo —dijo Schultz—. Por lo que hemos comprendido hasta ahora, la activación de la máquina crea un conector extradimensional entre los volúmenes de espacio determinados por las placas A y B. El Conector se mantiene durante el tiempo de Planck18 y en ese instante los dos espacios son intercambiados.

      —Si es realmente extradimensional, eso quiere decir que estamos deformando una dimensión muy densa —intervino Kobayashi—. Solo así se puede justificar la necesidad de una potencia tan elevada al aumentar la distancia.

      —Eso parece —convino Schultz.

      —Intentemos visualizar el problema, quizá nos ayude —intervino Kamaranda. Retomó un tono catedrático, como si estuviese dando una lección a sus estudiantes—. Vivimos en un espacio que percibimos como tridimensional, con las dimensiones conocidas de longitud, anchura y altura. Pero también sabemos que la gravedad deforma el espacio, y esto nos supone una dificultad porque no podemos concebir una situación tal. Así que usamos la clásica similitud de la alfombra elástica, en la que una superficie elástica, la alfombra, representa el espacio tridimensional. Si colocamos un objeto en la alfombra, esta se deformará, cediendo bajo el peso del dicho objeto. Cuanto más pesado sea el objeto mayor será la deformación, es decir, la deformación de la alfombra. Digamos masa en lugar de peso, ya que la masa es independiente de la gravedad, pero, sin embargo, la genera. Así vemos que cuanto mayor es la masa, mayor es la deformación. Si colocáramos sobre la alfombra otro objeto, de masa inferior al primero, rodaría en la deformación, acercándose al objeto de masa mayor. Este comportamiento lo definimos como atracción gravitacional. En realidad, el objeto de masa menor también deforma el espacio, por lo que también ejerce una atracción gravitacional sobre el objeto con más masa, pero en una magnitud menor. Con la analogía de la alfombra elástica, que es bidimensional, podemos comprender el concepto de deformación del espacio a causa de la gravedad; esta, de hecho, deforma la alfombra en una dirección perpendicular al plano de la alfombra, y así añade una dimensión más a su geometría. Ahora supongamos que cogemos nuestra alfombra elástica y la colocamos en una placa de gel, que, como sabemos, es un sólido elástico coloidal, deformable a voluntad. La máquina que estamos estudiando subsiste en el espacio tridimensional, que está representado por la alfombra elástica, y, aparentemente, cuando se activa, accede directamente a la placa de gel, que representa una dimensión añadida; hace condensar, o deformar, una porción de gel, generando un canal, el Conector, que está sujeto en sus extremos a la alfombra elástica, es decir, el espacio normal, y que intercambia entre ellos los fragmentos de espacio a los que está conectado. Después del intercambio el Conector se disuelve y el gel vuelve a su estado normal.

      Kamaranda hizo una pausa tras la larga exposición, y después continuó con su razonamiento.

      —Evidentemente, el gel es muy denso, por lo que hace falta mucha energía para condensarlo. Por alguna razón que no conocemos, el Conector tiene una duración igual al tiempo de Planck, a pesar de que el suministro de energía es mucho más largo en el tiempo. Dura medio segundo, ¿verdad? —preguntó, dirigiéndose a Kobayashi, que asintió, y añadió:

      —Debe haber algo que impide que la existencia del Conector sea más larga que el tiempo de Planck. ¿Qué sucedería si el Conector durase más tiempo? ¿Se volverían a intercambiar los dos fragmentos de espacio desplazados? ¿Se desencadenaría una oscilación continua de intercambio de los dos espacios? No veo que esto sea un problema para la geometría del espacio. Simplemente, desactivando la máquina los dos espacios se encontrarían en la última configuración establecida. Pero puede suceder también que, si el Conector durase más tiempo de lo que dura el tiempo de Planck, se manifestase una paradoja, cuyas características no puedo imaginar en este momento, y que una ley de la naturaleza por ahora desconocida interviniera para impedirlo.

      Permanecieron todos en silencio, meditando sobre las consideraciones del matemático hindú.

      Tras algunos minutos Novak se levantó de golpe, con la cara pálida.

      —¡Dios mío! —exclamó con voz sofocada.

      Todos la miraron asustados.

      —No hay ninguna paradoja —continuó, sombría—. ¡Lo que hay es una violación!

      Se acercó a la pizarra y borró una parte de las ecuaciones que habían deducido con tanto esfuerzo, como si fueran garabatos de algún estudiante irrespetuoso. Dibujó la alfombra elástica de Kamaranda, en una perspectiva de tres cuartos, y un tubo estilizado que, pasando por debajo, unía dos puntos de la alfombra.

      —Esto es el Conector, como lo hemos denominado —dijo, señalando el tubo—. En cuanto lo generamos comienza el intercambio. Estamos en el momento 0 del proceso. El volumen de espacio A se activa y entra en el Conector, cómo y de qué manera todavía no lo sabemos, y comienza a viajar hacia el extremo opuesto. Al mismo tiempo, el volumen de espacio B hace lo mismo desde su posición y empieza a viajar hacia la salida opuesta en el Conector. Pasa un intervalo de tiempo igual al tiempo de Planck y los dos espacios llegan a su destino, salen del Conector y se posicionan cada uno donde estaba antes el otro espacio. Estamos en el tiempo 1 y el proceso ha terminado.

      Hizo una pausa para crear tensión.

      —Pero entre el tiempo 0 y el tiempo 1 —dijo con una voz que crecía en intensidad—, ¿qué hay en el lugar de los espacios que están viajando en el Conector? —concluyó gritando histéricamente.

      Por un momento pareció que el tiempo se paraba.

      —No... —dijo Kamaranda con la mirada vacía.

      —¡Pues sí! —gritó ella todavía más fuerte—. ¡Está la Nada! —anunció con ferocidad.

      A Drew se le puso de punta todo el pelo.

      Kobayashi abrió la boca y se le cayó la mandíbula completamente.

      La cara de Schultz era una máscara rígida, esculpida en una expresión de total desamparo.

      Marlon miraba fijamente delante de sí, como si estuviese ausente.

      Maoko, sin embargo, observaba complacida a Novak, y sonreía de una manera extraña.

      —La Nada, ¿lo comprendéis? —siguió la mujer noruega—. Probablemente es ahí donde va a parar toda la energía que resulta de nuestros cálculos, una energía que se escapa de nuestro universo, alterando el balance energético. Es una violación del postulado de Lavoisier, según el cual nada se crea ni se destruye, solo se transforma. Quizá es por eso por lo que el Conector puede durar como mucho el tiempo de Planck; si no, la Nada absorbería toda la energía cercana. Si le diésemos suficiente tiempo, ¡podría absorber la energía del universo entero!

      Se hizo un silencio de ultratumba en el laboratorio.

      Era como si el frío de una oscuridad más profunda de cuanto se pueda imaginar hubiera caído sobre ellos y hubiera congelado sus mentes y sus conciencias.

      Novak permaneció de pie al lado de la pizarra, con la tiza en la mano.

      Pasó más de un minuto sin que nadie moviera un músculo, hasta que Kobayashi se acercó

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