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hasta el 1811.

      Aumentadas a dos, en 1812, las plazas de sorchantres, Don Juan Vicens ocupó la de 1º y Don José Matías Cuxach la de 2º, con 100 pesos de asignación.

      Cuxach desempeñaba, a la vez, la plaza de organista, sustituto, pues como titular seguía apareciendo Domingo de Andino, honor especial que quiso conferirle el cabildo hasta su muerte acaecida en 1822.

      Desde el 1813 hasta 1824, en que falleció, continuó de organista, sustituto y en propiedad, Don Matías Cuxach. Don Juan Vicens seguía siendo el primer sorchantre, teniendo por segundo, en 1824, a Miguel Sandoval.

      Muerto Cuxach, en 1825 ocupó la plaza de organista Don José María Benigno Freijó. Era en este año sorchantre 2º Don Ramón Girona.

      Don Juan Vicens sirvió el cargo de organista, en calidad de interino, a la muerte del anterior, nombrándosele en propiedad, hasta el 1830 en que falleció.

      Desde 1826 hasta 1830, figuraron como sorchantres, Ramón de Soto, Don Isidoro Martí y Don Ramón Segné.

      En la década del 40, el cultivo de la música debió de adquirir mayor impulso, pues así lo hace suponer la existencia de algunos pianos o clavicordios, en San Juan, y el haber sido terminado el teatro (el actual municipal en su estructura antigua) que empezó a edificarse en el 1823, a iniciativas de la Real Sociedad Económica de Amigos del País,8 organismo que contribuyó poderosamente al desarrollo económico, social e intelectual de Puerto Rico. Los músicos mayores y partes principales de las bandas de música contribuyeron mucho al fomento de la enseñanza musical.

      Entre aquéllos, figuró, en primera línea, Don José Álvarez, músico mayor del Regimiento de Granada, y que después pasó con igual cargo, al de Cataluña, cuando éste y el de Antequera, relevaron a los de Asturias y Granada.

      Don José Álvarez debió poseer buenos conocimientos de música, a juzgar por los discípulos que obtuvo, entre los que sobresalieron sus hijos Mauricio y Hermógenes, Don Felipe Gutiérrez y Juan Inés Ramos.

      Además de Álvarez, por entonces ya figuraban como profesores de violín, Don Victoriano Juárez (1838) y Mr. Wainet, violinista y compositor francés, que, del 40 al 50, vivió en San Juan.

      Como organistas, fueron nombrados: de 1831 al 32, Don Manuel Benigno Freijó, y, en 1833, Don Isidro Martí, (interinamente) que era uno de los sorchantres. Después fué designado Don José Bermejo Iturriaga (1834) quien sirvió el oficio hasta su muerte, acaecida en 1848, sustituyéndole, desde entonces, hasta el 1858, en que termina este capítulo, Don Domingo Delgado, compositor de música religiosa de mucho mérito, que desde 1846 venía sirviendo la plaza de segundo sorchantre y la de organista sustituto, con la sola retribución de 25 pesos por mes y sin ovenciones. Tan escasa retribución motivó una petición que hiciera el padre Delgado, al cabildo, en que manifestaba: "que, haciendo diez años que venía sirviendo dos cargos sin más estipendios que los de 25 pesos, suplicaba se le aumentase el sueldo o le señalasen ovenciones", petición que fué atendida aunque no consta en el acta en qué forma.

      Desde el 1831 hasta el 36, Don Isidro Martí era el primer sorchantre y Don Ramón Segné, el segundo. Muerto Martí, en 1836, Segné ocupó el primer puesto, designándose a Don Domingo Delgado para el segundo, siendo éste sustituído, en 1848, por Don Domingo de Villanueva, al que sucedió José Bey, desde 1851 hasta el 54 en que la ocupó Vicente Martínez, permaneciendo como tal hasta 1858.

      Desde el 1840, el cultivo de la música se extendió considerablemente, predominando la afición al estudio de los instrumentos de cuerda, incluso el arpa, aumentándose la importación de pianos. Los músicos mayores de los regimientos de Antequera, Granada e Iberia (este último fué agregado a la guarnición) así como el del batallón de Artillería, (este organizó su banda, según referencias, en 1849) que después fueron sustituídos por los de Cádiz, Madrid y Valladolid, eran músicos de gran competencia, algunos extranjeros como Luigini, concertista de cornetín, que murió en la guerra de Santo Domingo; Don Carlos Allard, flautista afamado y hermano de Don Delfín, director, entonces, del Conservatorio de París, cuya escuela de violín todavía se enseña en la Isla, y Don Rosario Aruti, buen armonista y compositor.9

      El modo de ser político-social de la época, hacía que las clases más elevadas de la sociedad no desdeñasen el cultivo de la música, pudiéndose decir, que en ellas estaban vinculadas la mayor parte de las manifestaciones del arte. Familias enteras, como las de Santaella, Oller, Paniagua, Montilla, Cabrera, Martínez Aparicio, Martorell, Vassallo, Ginorio, Otero, Lago, Dueño, Geigel y otras más de toda la Isla, al arte dedicaban su más preferente atención.

      Desde el año 42, empezaron a visitar el país artistas de mérito y algunas compañías de ópera, siendo la primera, la que trajo el señor Stefano Busatti, en la que figuraba como soprano, la señora Giovanini y como tenor, Don Félix Astol autor de la Borinquen, danza que por el pueblo es considerada como el himno portorriqueño, por haber hecho su aparición en la época de la insurrecta de Lares y haberse adaptado a la música una letra con pensamientos separatistas.

      No era solamente en San Juan en donde progresaba el arte; también en la Isla tenía buenos cultivadores.

      En Arecibo se estableció en 1840, como profesor de música, Juan Inés Ramos, clarinete que fué de la banda del batallón de Cataluña, obteniendo alumnos aventajados, como lo fueron sus hijos Heraclio y Federico, y el diletante Don José María Lago, que como clarinetista alcanzó gran renombre.

      En Aguadilla, el pianista, compositor alemán, Mr. Mello; en Mayagüez el farmacéutico Don Rufino Ramírez (discípulo en París, del gran maestro de violín Mr. Beriot, profesor del Conservatorio); en Ponce, Don Antonio Egipciaco; Don Ignacio Otero en Humacao; Don José Álvarez (ex-músico mayor del Regimiento de Cataluña) en Caguas, donde fijara su residencia; en Manatí, Don Pedro José Vega, músico principal que fué de la banda del Regimiento de Antequera, fueron, entre otros, los que encauzaron el temperamento artístico de los portorriqueños por las sendas del estudio y del buen gusto.

      La influencia del sentimiento religioso que entonces predominaba, hizo que este género atrayese más principalmente, la atención artística y, tal vez, por eso mismo fué que el arte alcanzó después tanto desarrollo, pues no hay nada como la , como el ideal y el cultivo de los nobles sentimientos humanos para impulsar las artes.

      El organista de Catedral, presbítero Don Domingo Delgado, fué el primer maestro compositor que creó, en el país, un bellísimo reperto rio de música sacra, que en su mayor parte poseemos. A él sigue, y suponemos fuera su discípulo de composición, el que después ha sido el mejor maestro compositor sagrado que ha producido el país, Don Felipe Gutiérrez y Espinosa, que fué músico mayor del Regimiento de Iberia, y, más tarde, Maestro fundador de la Orquesta de Capilla de la Iglesia Catedral.

      Al finalizar los lustros de que venimos hablando, siendo Gobernador de la Isla el General señor Conde de Mirasol, se constituyó, en la capital, una sociedad titulada La Filarmónica de la que fueron los más entusiastas sostenedores, D. Martín Salavarría, D. Martín Travieso y la familia Montilla. Su principal objetivo era fomentar las artes y, especialmente, la música. Tenía su domicilio en la calle de la Cruz, casa en donde se encuentra hoy establecido el Colmado Central y la que todavía se designa con el nombre La Filarmonía.

      Dicha sociedad puso en escena, en el Teatro, a los pocos meses de haberse estrenado en Madrid, la bella zarzuela del maestro Arrieta, El Dominó Azul, con tan buen éxito, que después acometió obras de mayor empeño.

      Y, en efecto, a los pocos meses estrenábase la ópera en tres actos, letra de Don Alejandro Tapia y música de Don Felipe Gutiérrez, titulada Guarionex, con el siguiente reparto:

      Los coros y partiquinos estaban desempeñados por jóvenes aficionados, de la mejor sociedad, alcanzando un gran éxito dicha obra y repitiéndose, por varias veces, su representación.

      La Filarmónica tuvo, por largo tiempo, vida robusta, dando a conocer obras de autores

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<p>8</p>

La Real Orden, aprobando los estatutos, tiene fecha 2 de julio de 1814. – Coll y Toste. —Boletín Histórico.– 1914.

<p>9</p>

Aunque al reorganizarse en 1841 el cuerpo de Artillería, en el cuadro de oficiales y demás clases del batallón, no figuraban más que un cabo y ocho tambores, más cuatro soldados aprendices de tambor. —Boletín histórico de Puerto Rico. Pág. 163 del tomo II. – Coll y Toste. – 1915. – por referencias de buen origen podemos afirmar, que al poco tiempo se organizó, con fondos del cuerpo, la banda de música, siendo Don Felipe Costas el primer músico mayor, sustituyéndole poco después Don Rosario Aruti, que había llegado a la Isla como maestro director y concertador de una compañía de Opera.