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y Músicos Portorriqueños

      CONSEJO A MARGARITA

¡Dichosos los que saben agradecer!

      Si en el divino mármol de la gloria,

      tu humilde nombre se esculpiese un día,

      deberás a tu patria la alegría

      de obtener tan brillante ejecutoria.

      A la patria riqueña, en cuya historia

      sobresalen los rasgos de hidalguía,

      qué, viéndote luchar con gallardía,

      la senda te allanó de la victoria.

      ¡Quiera Dios se realicen tus ensueños!

      Y si logras triunfar en tus empeños

      alcanzando tu voz fama y honores.

      Con el culto a la patria por enseña,

      ofréndale a tu cuna borinqueña

      el soñado laurel de tus amores.

Fernando CALLEJO.

      EL POR QUÉ DE ESTE LIBRO

      En la gigantesca lucha que, hace cuatro años, vengo sosteniendo, con la ayuda de Dios y del generoso pueblo portorriqueño, para ver si las facultades artístico-vocales de mi hija Margarita, podían, por medio del estudio y de la buena escuela, adquirir el desarrollo y finalidad, presagiada por la profesora que en St. Aloysius Academy de New Lexington, Ohio, descubriera aquellas, este libro viene a ser como la campaña final que habrá de decidir la realización o pérdida definitiva del ideal perseguido.

      Si entonces estuve vacilante para trazar los planes, pues temía que los espejismos del amor paternal me hiciesen concebir ilusiones y esperanzas sin base o causas que las justificaran; cuando, después de un maduro y severo examen, llegué a la conclusión de que, por lo menos, la materia prima existía en la garganta, temperamento y vocación de mi hija, me lancé al combate con valor decidido, llevando la fé por divisa, el deber por escudo, y, como única arma, mi tenaz voluntad.

      Todo Puerto Rico debe recordar la forma como obtuve los recursos para llevar a Margarita a Milán y los medios lícitos de que me he valido para sostenerla allí hasta el presente.

      Ella – y al decirlo no pretendo hacer vaticinio – ha correspondido a los sacrificios del hogar y a la generosidad del país, sintetizada por las subvenciones que le otorgara la Legislatura y ofrendas delicadas de algunos amigos, consagrándose al estudio con verdadero ahinco.

      Sufriendo privaciones y venciendo dificultades, cada vez mayores a medida que avanza por la escabrosa senda de la carrera artística, si algún acontecimiento imprevisto no le intercepta el paso, estará en condiciones para debutar, en la primavera de 1916.

      Si el debut será un éxito o un fracaso, no puedo predecirlo; tan solo Dios conoce lo porvenir. Pero sí puedo afirmar que Margarita necesitará recursos extraordinarios además de haber requerido ya mi presencia, para entonces, en Milán.

      No por falta de fé ni de entusiasmos sino por las especiales condiciones del presente, otra vez la vacilación ha venido a torturar mi ánimo al pensar sobre la manera de llevar a la práctica lo que considero deber ineludible.

      Cuando más perplejo estaba para seleccionar medio adecuado, un hecho, realizado sin otra pretensión que la de aportar mi grano de arena a la obra grandiosa de la cultura patria, vino a darme la solución.

      Me refiero a la conferencia que sobre el tema El Arte Musical en Puerto Rico diera en la Biblioteca Insular el 14 de marzo último y que, publicada por El Tiempo, diario de San Juan, fué leída con interés y juzgada con simpatías, pidiéndoseme, después, que la ampliara y editara.

      Esa petición despejó la incógnita en el problema indicado, decidiéndome a publicar este libro que tendrá dos objetivos, dentro de una sola finalidad artística, a saber: ampliar el bosquejo histórico de la disertación citada y adquirir, si el público no le niega sus favores, recursos económicos para que Margarita pueda hacer el examen final de la carrera, que no otra cosa es el Debut de una artista.

      Cuando regrese a su país, se presentará tal cual sea, para que los moradores de esta hidalga tierra borincana, sin prejuicios favorables o adversos, confirmen o rectifiquen el fallo que, al rendir los estudios, obtenga en el extranjero.

      Yo juro ante Dios que, desde Milán, diré la verdad a Puerto Rico.

      Si el éxito coronase los sacrificios realizados, los laureles serán para la patria. Pero, si desgraciadamente el fracaso fuese inevitable, con la tranquilidad de conciencia del que ha cumplido todo lo que el deber exige, lo expondré sinceramente, retirándonos al hogar.

      Explicado el por qué de este libro, réstame decir que, en realidad, no tendrá precio determinado; el que lo acepte, dará lo que buenamente pueda o quiera.

      Sin tener para nada en cuenta el resultado financiero, puedo asegurar que, si con este humilde trabajo coopero al engrandecimiento del nombre portorriqueño, me sentiré altamente retribuído.

      Esto no es óbice para que exteriorice, una vez más, mi eterna gratitud hacia todos los que me han ayudado en la obra magna de la educación artística de Margarita.

Fernando CALLEJO.

      Manatí, P. R., agosto de 1915.

      INTRODUCCIÓN

      Aunque el tema de este libro sea el mismo de la disertación que diera ha pocos meses en la Biblioteca Insular, la forma de exposición tiene que ser distinta.

      La idea fundamental de la conferencia, fué la de establecer un paralelo entre el pasado y el presente del arte musical, en Puerto Rico, (considerando sus tres aspectos principales: educativo, creador y de interpretación) para deducir si había progreso, estancamiento o decadencia.

      La del libro, es recopilar los datos dispersos que he podido adquirir acerca del desenvolvimiento artístico en la isla; exponer juicios más o menos extensos sobre los artistas músicos que el país ha producido; y catalogar, hasta donde posible sea, las obras de los compositores nativos, como punto de partida para los que en el mañana, con mejores títulos, se decidan a hacer la historia del arte musical portorriqueño, que permanece inédita.

      El relato histórico adolescerá, en muchos puntos, de falta de prueba documental que la acredite ante la crítica severa. Esta documentación ha sido imposible obtenerla debido a la carencia de archivos e indiferencia con que, hasta hace poco tiempo, se han tratado todos los asuntos musicales. Por lo tanto, mis afirmaciones se basarán, unas veces, en referencias tradicionales; algunas, en documentación examinada; y otras, serán las resultantes de hechos conocidos personalmente.

      Sin galanura de estilo, que no poseo, pero con dicción clara, concisa, y, a veces, técnica, expondré mis juicios sobre los artistas y sus obras, teniendo en cuenta el medio ambiente en que se produjeron, pues, de no hacerlo así, tal vez el libro holgaría.

      En los rubros de las secciones así como en los juicios que emita sobre cosas y personas, seguiré el orden alfabético. Las biografías serán unas veces extensas y otras limitadas, no porque desee establecer preferencias y sí por no haber obtenido datos que solicité tenazmente.

      Como la crítica semeja un arrecife en el que, arrastrados por el oleaje pasional o por defectuosa orientación, van a estrellarse, casi siempre, los buenos deseos del que la ejerce, paréceme oportuno reproducir aquí, lo que hace algunos años publicara en un periódico musical que se editaba en San Juan, bajo la competente dirección del Maestro Arteaga, como introducción a la biografía crítica de músicos portorriqueños fallecidos, sección que había sido encomendada a mi impericia.

      Entonces decía: "Si en países acostumbrados al juicio de la sana crítica resultan siempre escabrosos para escritores competentes estos trabajos, ¿qué no lo serán para quien como yo, carece, en absoluto, de condiciones y tiene que escribir para un público que en su mayor parte desconoce los fundamentos de la crítica y beneficios que de la misma se derivan?"

      "Criticar no es censurar por capricho o apasionamiento: no es tampoco emitir juicios, más o menos extensos, más o menos razonados, acerca de una producción o de un artista determinado."

      "El

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