Аннотация

La Eneida, el gran poema épico de la cultura latina, posee además de su evidente función programática y política enaltecedora de Augusto, excelsos valores estéticos que siguen fascinando a los lectores actuales. Publio Virgilio Marón (70-19 a.C.) gozó, más que de la admiración, de la veneración de todos los romanos, puesto que fue decisivo en la educación espiritual de su sociedad. Pero, al margen de su ascendencia y prestigio nacionales, el Mantuano sigue atrayendo a multitud de lectores que aprecian la exquisita sensibilidad de sus versos, su enorme capacidad para expresar todo tipo de pasiones y sentimientos. Hasta el final de su vida, y durante más de diez años, Publio Virgilio Marón (70-19 a.C.) estuvo dedicado a la composición de la Eneida, el más perfecto exponente del clasicismo latino. Virgilio ofreció con ella al pueblo romano la gran epopeya de sus orígenes, y una justificación y exaltación del nuevo régimen impuesto por el emperador Augusto. El resultado sería esta magistral combinación entre el pasado legendario de Roma y su historia reciente. Más allá de las evidentes funciones políticas y sus distintos niveles temáticos, la Eneida nos ofrece la gesta de un héroe exiliado de su patria. Tras la quema de Troya, Eneas parte hacia una tierra extraña, en la que hallará su nuevo hogar. En su viaje por mar, el hijo de Venus arrostrará numerosas dificultades hasta llegar a su destino en la costa italiana, e incluso allí se verá obligado a entablar una guerra contra los pueblos itálicos, para conseguir al fin fundar una ciudad llamada a convertirse en cabeza del mundo.

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Unos pocos días antes del último de los diez años que duró el asedio de los saqueos a la ciudad de Troya, proporcionan el marco cronológico a los acontecimientos narrados en la Ilíada, el poema más antiguo de la literatura occidental. Producto de una larga tradición oral, la epopeya, como advierte su autor en el primer verso, relata la historia de las consecuencias de una pasión humana. Aquiles, encolerizado por el ultraje de Agamenón, que como caudillo de la expedición griega le ha arrebatado a Briseida, su parte del botín, decide retirarse del combate. Pero no tardará mucho en volver a él, con furia renovada, a raíz de la muerte de su compañero Patroclo a manos de los troyanos.

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Con las tragedias de Sófocles (siglo V a. C.), podría decirse que el teatro alcanza su plena consolidación como género literario en el sentido moderno del término. Por un lado, se introduce una serie de innovaciones formales que darán a la pieza teatral un perfil escénico en buena medida definitivo. Y, por otro lado, eso está al servicio de intereses de fondo más importantes: Sófocles plasma la problemática del individuo aislado, representado en el héroe trágico que se caracteriza por una grandeza extraordinaria, una soledad doliente y una impotencia trágica ante fuerzas superiores. Además, es un excelente testigo de las inquietudes ideológicas de la apasionante época que le tocó vivir y que fue fundamental en la evolución intelectual de Occidente. Publicado originalmente en la BCG con el número 40, este volumen presenta la traducción De las siete Tragedias de Sófocles que se conservan íntegras realizada por Assela Alamillo. Carmen Morenilla (Universidad de Valencia) ha redactado una nueva introducción para esta edición.