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      Ahora bien, es importante que observemos las pequeñas cosas que han dado forma a lo que vivimos en la actualidad y, yéndonos de fondo al tema principal de este libro, dónde las mujeres hemos aportado o dónde hemos logrado trascender. Por eso me gustaría compartirte un poco de esa labor femenina a lo largo del tiempo, sobre todo porque a veces los esplendores de la mujer han sido poco enunciados e, incluso, desapercibidos.

      “De tus vulnerabilidades saldrán tus fortalezas”.

      Desde la Prehistoria nuestro género asumía la labor de la recolección de semillas, frutos y vegetales, lo que provocó que la mujer se especializara en esa área y hasta se ha considerado que fueron las primeras agricultoras. Si reflexionamos al respecto, la agricultura fue uno de los pilares que llevó a los seres humanos al sedentarismo, pues así pudieron asentarse en un lugar, cultivar lo que comían y asegurar su alimentación.

      Aunque hemos tenido avances en esto, por lo general a lo largo de la historia se han desconocido ciertos datos acerca de la intervención de la mujer y esta desigualdad ha generado menores oportunidades para participar en actividades de la vida pública, dirigirse de manera autónoma o vivir libres de prejuicios que obstaculizan su desarrollo. Y eso que fueron las mujeres, como buenas agriculturas, quienes contribuyeron a establecer las bases del desarrollo de profesiones u oficios como la alfarería, la química o la medicina con las curanderas o parteras.

      Se han desconocido datos acerca de la intervención de la mujer.

      Organizaciones e instituciones han constatado precisamente esas grandes colaboraciones y, por tanto, la trascendencia del género femenino en la historia de la humanidad.

      ELIGE LA MUJER QUE QUIERES SER

      Nuestra historia más reciente nos ha legado el hecho de que existen diversas formas de ser mujer y de que finalmente hemos logrado adquirir mayor autonomía para decidir sobre nosotras mismas. Esto puede sonar a una afirmación bastante retrógrada y negativa, pero lo cierto es que resulta verdaderamente asombroso reflexionar en torno a los avances que hemos adquirido en este aspecto en los últimos 100 años.

      Y aunque todavía podamos encontrar ejemplos de mujeres que no pueden elegir con libertad quiénes quieren ser en la vida, estoy segura de que, con todo lo que se sigue avanzado en el tema, ese número se irá reduciendo con los años. Por eso, ahora mismo me gustaría concentrarme en las diversas formas de ser mujer. Porque cada una de nosotras se define de manera individual y es distinta a las otras. Por lo tanto, nuestro objetivo primordial ha de ser elegir el tipo de mujer en la que queremos convertirnos, sin miedos, sin prejuicios y con total autonomía.

      Para poder decidir en quién te quieres convertir o qué aspiras ser, vale la pena escuchar tu voz interna. Y que puede ser “insonora”, como lo ve el psicoanálisis, porque la encontramos en nuestros pensamientos o en las conversaciones que tenemos con nosotras mismas. Esta voz interna es la que está cargada de conocimiento sobre ti y que conoce tus recuerdos, tus experiencias y todas las emociones que vas acumulando a lo largo de tu vida, por lo que escucharla se convierte en un diálogo interno genuino. Este diálogo te ayudará a que encuentres tu verdad y aquello que realmente quieres para ti, porque es parte de la conciencia y es tu conexión entre el mundo interno y el externo. Lo más importante es que tu voz interna no te dejará mentir.

      Pregúntate: ¿qué es lo que más te gusta hacer? ¿Qué te motiva a levantarte en las mañanas cada día? ¿Qué es eso que no podrías dejar de hacer aunque te obligaran? ¿Con qué sueñas? ¿Cómo te imaginas dentro de diez años? A partir de estas preguntas, comenzarás a descubrir las respuestas claves para entenderte mejor y conocer a esa mujer en la que quieres convertirte.

      Escúchate de forma genuina y no permitas que un estereotipo te limite. De esta manera, sabrás qué es lo que realmente te gusta, apasiona o, en definitiva, qué es lo que te entrega mayor alegría. Pero sin hacer caso a las distracciones limitantes que se presentan en forma de presión social, como cuando se dice que “los hombres no lloran”, prejuicio que contribuye a que no muestren sus emociones abiertamente, o bien, cuando a una mujer se le dice que “calladita se ve más bonita” y esa idea la orilla a no tener confianza para expresar sus opiniones en público.

      Aquí está tu poder: en la libertad de escoger quién quieres ser, inspirando y trascendiendo. El poder nace en lo individual, pero se fortalece en lo colectivo, multiplicándose al inspirar a otros, logrando que los talentos de cada uno se complementen, derribando límites y siendo capaces de todo.

      Lo importante es que tu voz interna no te dejará mentir.

      Demostraciones sobran para verificar lo anterior. Por ejemplo, mujeres inspirando a otras para defender su derecho al voto, mismo que fue ratificado por la Organización de las Naciones Unidas como derecho universal en 1948. La unión de trabajadoras que exigían mejores condiciones laborales e igualdad entre hombres y mujeres también llevó a que en 1977 la Asamblea General de esta institución estableciera el 8 de marzo como fecha para conmemorar la lucha de las mujeres por la igualdad de género.

      Estos y muchos otros acontecimientos han revolucionado el mundo y su curso, produciendo cambios significativos en áreas diversas: familia, trabajo, economía, sociedad, cultura, etc.

      Yendo más allá de un reconocimiento en la historia, nuestros ancestros han sido motivo de inspiración para que el mundo consiga funcionar en equilibrio, paz y amor. Y tú eres parte de ello al colaborar con tus acciones y talentos en el plano de tu elección y preferencia.

      ECUACIÓN DEL PODER

      Querer es poder. He escuchado esta frase en diferentes ocasiones a lo largo de mi vida, en los más diversos lugares y de un sinfín de personas distintas. Por lo que siempre me causó curiosidad, sobre todo por lo reiterativa.

      El poder nace en lo individual, pero se fortalece en lo colectivo.

      Al principio, llegué a pensar que era cierta, que si deseabas algo con todo tu ser lo podías conseguir, incluso como si fuera algo mágico: “Si quiero, entonces claro que puedo”. Pero conforme fui creciendo me di cuenta de que había un elemento faltante entre el querer y el poder.

      Si bien estoy de acuerdo en que el pensamiento y el deseo es el principio para que las cosas ocurran, se realicen o cambien, también estoy muy segura de que no lo es todo. Al estudiar la conducta humana, trabajando con pacientes, deportistas y alumnos de distintos niveles educativos, me percaté de que muchos individuos genuinamente querían lograr algo o dejar de hacer algo incómodo para ellos o los demás. Lo deseaban con todas sus fuerzas, pero no siempre lo conseguían.

      Y al impartir clases en una escuela de ingeniería, influida por los números, intenté plasmar esta idea en una especie de fórmula matemática, donde había una incógnita por descubrir y lo único que tenía claro era que querer no era igual a poder. Por lo tanto, la operación matemática a resolver quedó así:

      QUERER + X = PODER

      Por ponerle un nombre la llamé Ecuación del poder y, buscando el componente “x”, llegué a la conclusión de que la variable faltante era el saber, es decir, el conocimiento en el sentido más amplio de la palabra: de sí mismo, del otro, de las causas, de las leyes del universo, etc.

      Y así, la fórmula resultante quedó conformada de la siguiente manera:

       QUERER + SABER = PODER

      De ahí la importancia de haber esbozado en este primer capítulo lo fundamental que es conocernos, mirar a nuestro interior, escucharnos, comprendernos, saber aquello que nos une como humanidad, aprender de los demás, entender nuestro origen y el de nuestra familia.

      De esta manera, te aproximarás a una mayor toma de conciencia, tendrás mayor noción de ti y entonces, solo entonces, podrás ejercer tu poder.

      Querer y saber son elementos que favorecen y fortalecen tu capacidad para lograr que las cosas sucedan y esa es mi concepción del poder, porque ahí radica nuestra fuerza.

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