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Sobre sueños y teosofía. H. P. Blavatsky
Читать онлайн.Название Sobre sueños y teosofía
Год выпуска 0
isbn 9786074570267
Автор произведения H. P. Blavatsky
Жанр Сделай Сам
Издательство Bookwire
Sobre sueños y teosofía
Sueños esotéricos H. P. Blavatsky
D. R. © Editorial Lectorum, S. A. de C. V., 2021
Batalla de Casa Blanca Manzana 147-A, Lote 1621
Col. Leyes de Reforma, 3a. Sección
C. P. 09310, Ciudad de México
Tel. 5581 3202
www.lectorum.com.mx
Primera edición: abril 2021
ISBN: en trámite.
D. R. © Portada: Ange?lica Carmona Bistráin
D. R. © Fotografía de portada: Shutterstock®
D. R. © Traducción: Benito Romero
Características tipográficas aseguradas conforme a la ley.
Prohibida la reproducción parcial o total sin autorización escrita del editor.
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Sobre los sueños
El país de los sueños y el sonambulismo
Nuestros sentidos son las vías por medio de las cuales el espíritu astral o "lo que llevamos en el interior", es guiado, por contacto, en el mundo exterior para el conocimiento de lo real; mientras que los sentidos espirituales del interior astral, son los intermediarios, por medio de los cuales se comunica con sus principios superiores, y obtiene las facultades de clara percepción y de visión en los reinos del mundo astral. El filósofo buddhista mantiene que por la práctica de la meditación, uno puede llegar a tener “la mente iluminada, que se manifiesta por el reconocimiento de la verdad sagrada, de tal manera que, con simplemente abrir las Escrituras, su verdadero significado resplandece en el corazón”. Al soñar, o durante el sonambulismo, sólo ciertas partes del cerebro están apagadas, y puede empezar a actuar por la mediación de los sentidos externos, debido a alguna causa peculiar como puede ser: una palabra, un pensamiento, o una imagen incompleta, retenida en una de las células de la memoria, despertada por un ruido repentino, como puede ser la caída de una piedra, que sugiere instantáneamente a la fantasía inconsiente del durmiente, algún derrumbe, un cimiento abandonado, etcétera. Cuando uno se asusta repentinamente mientras duerme, sin llegar a estar plenamente despierto, el sueño no comienza, ni termina con el simple ruido que parcialmente lo despertó, sino que, frecuentemente, experimenta en su sueño una sucesión de acontecimientos, que suceden en el espacio de tiempo que ocupa el sonido, y que se atribuyen solamente a ese sonido. Generalmente, los sueños son inducidos por las asociaciones que preceden cuando uno está despierto. Algunas de ellas producen tal impresión, que la más pequeña idea relacionada con algún tema asociado con un sueño particular, puede traer su recurrencia años después. Tartini, el famoso violinista italiano, compuso su Sonata del Diablo bajo la inspiración de un sueño. Un día, soñó que el Diablo se le aparecía y lo retaba a un duelo de habilidades usando un instrumento que le había sido traído de las regiones infernales. Tartini aceptó el reto, y cuando despertó, la melodía estaba tan vívidamente impresa en su mente, que pudo anotarla en el momento; pero al llegar casi al final, todo recuerdo se le borró súbitamente, teniendo que guardar la pieza de música inconclusa. Dos años después, volvió a soñar con este duelo y trató, en su sueño, de recordar el final al despertar. El recuerdo de este sueño se activo por la música de un violinista que tocaba afuera de su casa . Coleridge, de misma manera, escribió en un sueño, su poema Kublai Khan, el cual, al despertar, lo encontró tan fresco en su cabeza, que escribió las famosas líneas que hasta la fecha podemos repetir. El sueño se hizo porque el poeta cayó dormido después de estar leyendo en la Peregrinación de Purcha las siguientes palabras: “Y aquí, el Khan Kublai ordenó que se construyera un palacio, rodeado por una muralla”.
La creencia popular que, de algunos sueños sin sentido, hay algunos en los que frecuentemente se dan visiones de acontecimientos por venir, es compartida por muchas personas bien informadas, pero nunca por la ciencia. Sin embargo, hay innumerables ejemplos de sueños que han sido confirmados por acontecimientos subsecuentes, y los cuales, por lo tanto, pueden ser denominados “proféticos”. Los clásicos griegos y latinos rebosan de registros de sueños extraordinarios, algunos de los cuales han llegado a ser históricos. La fe en la naturaleza espiritual del sueño estaba tan diseminada entre los filósofos paganos como entre los padres de la iglesia Cristiana; y la creencia en la adivinación e interpretaciones de los sueños (la oneiromancia) tampoco se limitó a las naciones paganas de Asia, puesto que la Biblia está llena de ellas. Esto es lo que Eliphas Levi, el gran Kabalista moderno, dice de las adivinaciones, visiones y sueños proféticos: “El sonambulismo, las premoniciones, el conocimiento del futuro, son sólo una disposición, ya sea accidental o habitual, para soñar, despierto, o durante un sueño voluntario, autoinducido, o hasta natural, para percibir (y suponer por intuición) los reflejos analógicos de la luz astral. Los adornos, atavíos e instrumentos de adivinación son simples medios para la comunicación (magnética) entre el adivinador y aquél que lo consulta; ellos sirven para fijar y concentrar dos voluntades (que se inclinan en la misma dirección) sobre el mismo signo u objeto; recogiendo los reflejos del fluido astral, con la ayuda de esas figuras extrañas y complicadas. Es así como uno es capaz de ver, a veces, en los restos de una taza de café, o en las nubes, formas fantásticas que sólo tienen su existencia, en la imaginación del quien lo ve. El tener visiones en el agua es producido por la fatiga del ojo deslumbrado, el cual termina por ceder sus funciones a lo translúcido, evocando una ilusión cerebral, haciendo como verdaderos, los simples reflejos de la luz astral. Es así, que las personas que sirven para esta clase de adivinación, son aquellas de temperamento nervioso cuya vista es débil y su imaginación vívida; como pueden ser los niños. Pero que nadie malinterprete la naturaleza de la función atribuida por nosotros a la imaginación en el arte de la adivinación. Indudablemente vemos a través de nuestra imaginación, y ese es el aspecto natural del milagro; pero nosotros vemos cosas reales y verdaderas, y es en esto en donde reside la maravilla del fenómeno natural. Apelamos para corroborar lo que decimos al testimonio de todos los adeptos”.
¿Son los sueños solo visiones inútiles?
La naturaleza humana es una incógnita que la psicología, y la ciencia en general, han investigado muy poco. Nunca están más perplejos los eminientes personajes de las sociedades científicas, que cuando son llevados, cara a cara, con ese misterio que parece difícil de resolver, la naturaleza interior del hombre. Sin embargo, la clave está en que el hombre es un ser dual. Clave que ellos rehúsan a aceptar, conscientes de que una vez se acepte esta verdad que no es ciencia, ellos estarán forzados a dejar caer, una a una, sus acariciadas teorías y conclusiones finales; habiéndose probado, más de una vez, que no habían sido nada mejor que falsos pasatiempos, como todo lo construido sobre premisas falsas e incompletas. Si debemos quedarnos satisfechos con las cuasi explicaciones que la psicología tiene para los sueños sin sentido, ¿cómo explicar los numerosos sueños que después se han cumplido? El decir que el hombre es un ser dual, que en él existen, para usar las palabras de Pablo: “Un cuerpo natural, y un cuerpo espiritual” y que, por lo tanto, debe, por necesidad, tener un doble conjunto de sentidos.
El hombre está dotado de un doble conjunto: con sentidos naturales o físicos, y que dejamos bajo la protección de la fisiología para que los estudie; y, con sentidos subnaturales o espirituales, los cuales pertenecen enteramente al dominio de la ciencia psicológica. Que quede bien entendido, que la palabra latina sub, se usa aquí en el sentido diametralmente opuesto al que, por ejemplo, se le da en química. En nuestro caso no es una preposición, sino un prefijo como en subatómico. En efecto, así como se ha demostrado que el sonido agregado de la naturaleza es un sólo tono definido, una nota tónica que vibra desde, y a través, de la eternidad; y que tiene, per se, una existencia inegable, aunque posea un tono que sólo puede ser apreciado por el oído refinadamente agudo; de misma manera, la precisa armonía o disonancia