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extremo, aumento en el nivel del mar y mayor inestabilidad climática, con mayor probabilidad de eventos extremos con efectos adversos masivos sobre la población del mundo3. Se prevé que estos efectos serán aún mayores si el calentamiento global supera los 2°C, los que intensificarían la ya significativa pérdida de la biodiversidad del planeta, poniendo incluso en riesgo, eventualmente, la propia supervivencia de la especie humana4.

      Acuerdos Internacionales y Metas

      Dado que abordar este complejo problema supone la cooperación entre países, se han suscrito diversos compromisos internacionales que han tenido por objetivo contener el calentamiento global. El más importante de dichos compromisos es el Acuerdo de París (COP 21), del cual Chile fue uno de los 197 países signatarios. El acuerdo referido establece metas a largo plazo para limitar las emisiones de GEI y compromete a nuestro país, aunque de modo no vinculante y bajo ciertas condiciones, a lograr exigentes metas de reducción de GEI a largo plazo.

      Energías Renovables No Convencionales (ERNC)

      Los avances tecnológicos logrados por la generación eléctrica renovable no convencional, particularmente la eólica y solar, sugieren que las metas de reducción de GEI son factibles. En efecto, la generación fotovoltaica y eólica son actualmente las de menor costo total de largo plazo, lo que ha llevado a proyectos basados en estas tecnologías a adjudicarse licitaciones de suministro a precios sustancialmente inferiores a los que habrían permitido proyectos basados en energías convencionales.5 Durante los últimos años se han instalado en el mundo un total de 1.398 GW de generación en base a Energías Renovables No Convencionales (ERNC) y más de 7 millones de automóviles y buses eléctricos han comenzado a circular por las calles del mundo. Aunque la penetración de ambas tecnologías es aún incipiente (13% de la matriz de generación y sólo un 0,5% del parque automotriz), todos los antecedentes disponibles indican que se trata del inicio de un cambio tecnológico mayor que conducirá a matrices energéticas y sistemas de transporte eficientes y limpios en un plazo relativamente breve. Considerando el cambio climático y sus consecuencias para la vida y la economía mundial, continuar impulsando esta transformación resulta necesario y urgente.

      Desafíos Pendientes: Intermitencia y Almacenamiento

      No obstante lo anterior, estas tecnologías aún enfrentan barreras técnico-económicas para su expansión universal, a saber, su intermitencia y el elevado costo que representa en la actualidad el almacenamiento de energía. Ambos factores han impedido que la energía solar y eólica representen una alternativa económicamente viable para surtir necesidades estables (especialmente nocturnas), lo que en la práctica limita su participación en los sistemas eléctricos a la capacidad de respaldo que estos tienen, basada aún en energía convencional. Como resulta evidente, una solución competitiva para el almacenamiento de energía es la clave, toda vez que con ella se lograría superar la debilidad de la generación intermitente, propia de las ERNC como se conocen hoy.

      El almacenamiento de energía también tiene repercusiones en el sector transporte. A pesar de que el desarrollo tecnológico y las escalas de producción han reducido el costo de las baterías, su precio es aún muy elevado para permitir su masificación. Por ello, el despliegue de la electromovilidad se encuentra actualmente acotado a nichos de lujo, flotas de transporte de pasajeros (especialmente taxis) y, aún muy incipientemente, al mercado del transporte público en buses.

      Afortunadamente, sobre la madurez técnico-económica en el almacenamiento de energía, las posibles sendas de cambio tecnológico son amplias: no se trata de una apuesta por un único tipo de desarrollo. En el caso de la generación, las opciones van desde baterías y centrales hidroeléctricas reversibles hasta concentradores solares. En el caso de la electromovilidad, los desarrollos posibles comprenden distintos tipos de baterías de litio, además del desarrollo del mercado del hidrógeno.

      En cuanto a fechas tentativas, se ha indicado que la electromovilidad podría alcanzar costos comparables con los que representan las alternativas tradicionales en algún punto hacia finales de la década actual. En el caso del almacenamiento de energía eléctrica que se distribuye en redes, la madurez técnico-económica sería posterior, en algún punto entre 2030 y 20406. Ambos desarrollos son fundamentales para el cumplimiento último de las metas de reducción de GEI antes referidas, toda vez que la adopción universal de ERNC en generación eléctrica así como la adopción universal en electromovilidad requiere de un salto competitivo en los costos de almacenamiento de energía en uno y otro caso.

      Esta dinámica, que nos entrega un horizonte factible para el cambio definitivo de la matriz energética global, nos plantea entonces un período de transición que se podría extender por 10 o 20 años. Durante este tiempo se continuará desplegando la ERNC en generación así como la electromovilidad, debiendo coexistir sin embargo con las soluciones convencionales que hasta ahora predominan, mientras no se superen del todo los desafíos pendientes de intermitencia y de almacenamiento de energía a costos competitivos.

      El Caso de Chile

      Nuestro país, por sus condiciones naturales —entre las que se cuenta una de las radiaciones solares más altas del mundo—, así como por su apertura económica y su sistema de asignación de recursos basado en el mercado, destaca como uno de los países que con más éxito ha incorporado estas nuevas tecnologías. Así, en 2020, las ERNC representaron un 25,4% de la matriz de energía y un 22% de la generación, convirtiendo a Chile en uno de los países con mayor penetración de este tipo de tecnologías7. En el caso de la electromovilidad, aunque el rezago es mayor, resulta destacable la reciente introducción de más de 676 buses eléctricos en el Transantiago (actual RED), lo que constituye la mayor flota de buses eléctricos en Latinoamérica.

      Así las cosas, Chile, en un grupo de países de avanzada en esta materia, está también en un proceso de modificación de su matriz de generación y transporte, sustituyendo paulatinamente a las fuentes tradicionales, responsables principales de las emisiones de GEI, por las ERNC. Como en el resto del mundo, sin embargo, la dinámica de esta transformación -cuán veloz o lenta sea- se verá influida por la velocidad del desarrollo del almacenamiento de energía a costos competitivos; hay relativa claridad en el equilibrio final, de aquí a 10-20 años más, pero es más incierto a qué velocidad ocurrirá la transición.

      El Desafío de la Transición

      Lo señalado plantea una pregunta: ¿Hay espacio para avanzar más rápidamente en las metas de reducción de emisión de GEI, sin ingentes esfuerzos fiscales, como no sea sencillamente “esperar” a que la tecnología de almacenamiento de energía alcance costos competitivos? Este estudio responde a la pregunta afirmativamente. En efecto, según se mostrará a lo largo del documento, Chile puede lograr significativos avances en la reducción de sus emisiones de GEI, adicionales a las ya logradas, con mínimo o incluso sin costo fiscal, aún antes que la tecnología de almacenamiento de energía alcance costos competitivos. La clave radica en el rol que el Gas Natural (GN) puede jugar en este proceso.

      El Rol del Gas Natural

      Para entender la oportunidad que representa el gas natural en la transición energética, debe señalarse, como primer antecedente, que Chile tuvo un desarrollo de enorme relevancia en su sector de GN entre los años 1998 y 2004, periodo en el cual nuestro país tuvo acceso a gas a bajo costo proveniente de Argentina. Durante dichos años se construyeron 4 gasoductos, sumándose cerca de 3.744 MW de capacidad instalada al sistema de generación eléctrica, la que hoy da cuenta de un 15% del sistema eléctrico nacional (SEN)8. Asimismo, cubriendo ocho ciudades del país, se desplegó una red de 5.100 kms de transmisión de gas, susceptible de atender a los sectores residenciales e industriales de las referidas ciudades. Posteriormente, y con motivo de las restricciones en los envíos de gas argentino, se construyeron dos puertos gasíferos: el de Quintero (en operación desde 2009) y el de Mejillones (desde 2010), con capacidades de regasificación de 15 y 5,5 millones de m3 al día, respectivamente, lo que ha permitido acceder al mercado internacional del Gas Natural Licuado (GNL), aunque el despacho de las centrales eléctricas a gas disminuyó significativamente porque sus costos variables comenzaron a superar sistemáticamente a los del carbón. También, aunque a menor ritmo, se continuó expandiendo la red de distribución de gas, la que hoy se estima alcanza

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