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e incluso por encima de los problemas derivados de la convivencia con los hijos. El vínculo del matrimonio —decía— está por encima de lo que puedan hacer o decir los hijos.

      En una ocasión, ya en los años 90, Rafael Domingo le preguntó acerca de lo que debería decir si alguien se interesaba por el divorcio de sus padres y cómo le había afectado a él. Su respuesta fue tan contundente como escueta: «Pues diga usted que Álvaro d’Ors nunca quiso hablar de este asunto».

      En marzo de 1936, poco antes de que terminara su curso, Álvaro d’Ors comenzó a usar unos cuadernos con tapas de hule negro del tamaño de un octavo. Muy probablemente los compró en una papelería de la Calle del Pez, donde habitualmente se surtía de este tipo de material. Es posible que empezara a escribir allí sin ser consciente de la trascendencia que tendría ese primer gesto que iba a convertirse en una parte muy importante de su personal sistema de trabajo durante más de 50 años.

      Apuntaba en estos cuadernos sus impresiones sobre cuestiones muy variadas: notas sobre lecturas que había hecho, pensamientos apenas esbozados, mínimas anotaciones de sucesos en los que había participado, reflexiones que eran producto de su oración personal y pequeños o larguísimos esbozos que después servirían para futuros trabajos científicos. No eran propiamente un diario, ni unos apuntes íntimos, ni un cuaderno de trabajo, pero tenían un poco de todo. En estos Cuadernos adelanta la esencia de bastantes de las obras que después desarrollará a lo largo de su vida intelectual.

      En el momento de la muerte de su autor, la colección de libretas de hule negro había llegado a ser de 77 tomos, sobrepasando la página 8.000 (correlativamente numeradas), a pesar de que apenas escribió en ellas durante los últimos años de su vida. También constituye una fuente de información esencial sobre su propia historia y su obra. Como él mismo no les puso título alguno, su denominación a posteriori resulta un poco complicada. Familiarmente se aludía a ellas como «los cuadernos de papá», «los cuadernos negros» o «los cuadernos de hule». A nuestros efectos, los venimos citando como Cuadernos Personales (C.P.).

      No resulta sorprendente que al final de este primer Cuaderno enumere los trabajos que le ocupan durante el mes de julio, que vienen a coincidir en gran medida con los temas de las anotaciones y, en parte, con las lecturas precedentes. Como se puede ver, predominan los asuntos filológicos:

      Trabajos en curso en el mes de Julio:

      Fabula togata

      Edición de las Epist. de Séneca (Sem. Univ.)

      Edición del Pro Caecina (Centro)

      Alejandro Severo, emperador civil.

      [1] Carta de Xènius a Juan Ramón Jiménez, Barcelona, 22 de abril de 1915. Publicada en “Correo Literario”, Punta Europa (104), 1964, p. 22. La revista reproduce tres cartas de Antonio Machado y Eugenio d’Ors a Juan Ramón Jiménez (Residencia de Estudiantes. Colina de los Chopos. Hipódromo. Madrid), cedidas por los herederos de este a Punta Europa. El «tómese nota de él como de un futuro residente» se refiere a la Residencia de Estudiantes. El juego de palabras con “Zenobita” hace referencia a Zenobia Camprubí, que se casaría con el poeta un año más tarde.

      [2] Álvaro d’ORS, Autoscopia [Original inédito, sin paginar]. La Casa de les Punxes era obra del arquitecto Josep Puig i Cadafalch, también conocida como Casa Terrades. Se levantó en el n.º 416 de la Avenida de la Diagonal en 1905. En esta casa vivieron los d’Ors Rovira-Pérez Peix entre 1910 y 1922.

      [3]

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