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Mi lucha por la vida. Mi infancia. María del Carmen Piedad Herrera
Читать онлайн.Название Mi lucha por la vida. Mi infancia
Год выпуска 0
isbn 9788417845681
Автор произведения María del Carmen Piedad Herrera
Издательство Bookwire
MI LUCHA POR LA VIDA.
MI INFANCIA
CARMEN PIEDAD HERRERA
MI LUCHA POR LA VIDA.
MI INFANCIA
EXLIBRIC
ANTEQUERA 2019
MI LUCHA POR LA VIDA. MI INFANCIA
© Carmen Piedad Herrera
Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric
Iª edición
© ExLibric, 2019.
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ISBN: 978-84-17845-68-1
Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.
CARMEN PIEDAD HERRERA
MI LUCHA POR LA VIDA.
MI INFANCIA
Índice de contenido
Tendría yo poco más de seis años…
Del flamenco y otras formas de evasión
Un dolor de estómago insoportable
Por una sociedad donde el futuro de nuestros pequeños no esté en manos de violadores.
A la memoria de mi papá, mamá, hermanos, cuñadas y sobrinos/as.
A modo de introducción
La OMS, en 2002, definió el abuso sexual a menores como «una acción en la cual se involucra a un menor en una actividad sexual que él o ella no comprende completamente y para la cual no tiene capacidad de libre consentimiento o su desarrollo evolutivo (biológico, psicológico y social) no está preparado o, también, que viola las normas o preceptos sociales».
Por su parte, Loredo, en 2004, ante la National Center of Child Abuse and Neglect, contempló este tipo de abuso sexual del siguiente modo: «Contactos e interacciones entre un niño y un adulto (agresor), quien usa al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño o a otra persona».
Igualmente, el ICBSF colombiano, en la misma línea, planteó en 2007 que el abuso sexual sobre la infancia «va más allá del contacto físico e incluye las siguientes manifestaciones, que pueden perjudicar psicológicamente a un niño en lo que respecta a su temperamento y personalidad, además de aspectos psicosomáticos y psicopatológicos reflejados a nivel personal, familiar y social de forma inmediata y mediata: el incesto, la violación, el tocamiento o manoseo a un niño o niña, con ropa o sin ella, alentar o permitir a un niño o una niña que toque de manera inapropiada a un adulto y el abuso sexual sin contacto físico como seducción verbal, solicitud indecente, realizar actos sexuales en presencia de los niños o las niñas, la masturbación, la pornografía, la exhibición de los genitales o gestos sexuales para obtener gratificación sexual espiándolos mientras se visten, bañan o realizan sus necesidades en el baño».
Cualquiera de las prácticas descritas, pues, en los tres enunciados anteriores es constitutiva de abusos y debería ser desterrada de nuestra sociedad con el fin de preservar y garantizar el normal desarrollo emocional del estamento más débil y vulnerable de aquella: las niñas y los niños de cada país.
Los gobiernos y los Estados, a fecha de hoy, parecen haber tomado una mayor conciencia del problema y su importancia, articulando medidas y mecanismos para evitar, en lo posible, que se produzcan las situaciones que se denuncian.
Sin embargo, y por desgracia, hay algo que los Estados y los gobiernos no pueden cambiar por mucho que quieran: la mentalidad que, por edad, les corresponde a niñas y niños víctimas de abusos sexuales. Esa permanece invariable e indiferente a las leyes que se promulguen. Las víctimas no asumirán la realidad de los hechos en que su agresor les obligó a participar hasta pasados unos años. Será entonces cuando surgirá el verdadero problema.
No digo, como apunto en el último capítulo del libro, que la solución que yo di a mi situación fuera la correcta ni la aconsejable. Seguro que había otras, pero yo no las vi y fue la que fue. Y, como también afirmo al final del capítulo, no me arrepiento de ella en absoluto.
La autora
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