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hoy se revela en toda su magnitud, no se trata de un hecho improvisado, sino de un paciente trabajo germinado en las condiciones históricas y sociales en que se ha ido desarrollando la política, la sociedad y la economía en los últimos años. Más precisamente, se trata, en las palabras del pastor evangélico brasileño Edir Macedo, de un “plan de poder” orientado a conquistar espacios de la sociedad y la política.

      En reiteradas ocasiones, el golpe militar representó la forma de expresión primordial de la derecha y las elites en la región para interrumpir procesos de expansión de derechos. Esto se produjo especialmente durante el período de los 60 y 70, cuando la región latinoamericana se pobló de dictaduras de las Fuerzas Armadas. Esto ocurrió como respuesta a los procesos de radicalización política, que incluyeron la lucha armada en la que participaron muchos jóvenes tras el influjo de la Revolución Cubana de 1959 y la experiencia y asesinato de Ernesto “Che” Guevara en 1967.

      En muchos casos, estos regímenes dictatoriales, conducidos por militares de las Fuerzas Armadas que habían sido formados en la Escuela de las Américas de Panamá, y articulados a través de la Operación Cóndor de intercambio de informaciones de inteligencia “antisubversiva”, encontraron una fuente de legitimidad en sectores conservadores de la derecha católica, que apoyaron a los gobiernos militares por su impronta conservadora en función de una coincidencia de valores. El caso chileno es representativo en este sentido, ya que el clero apoyó con beneplácito el golpe de Estado de 1973 perpetrado por Augusto Pinochet. Las dictaduras del Cono Sur justificaban su intervención militar en términos de una defensa de la “civilización occidental y cristiana”, que entendían amenazada por el “marxismo ateo” representado por la Unión Soviética.

      En este libro, el caso de Estados Unidos es considerado por la relevancia histórica que presenta con respecto a la relación entre los evangélicos y los grupos de la derecha política. Este modelo ha tenido influencia en América Latina, en términos de la entrada de los pastores evangélicos en la política entendida como un llamado de Dios y en la agenda de oposición al aborto y los derechos para las minorías sexuales, y como resistencia al “terror rojo”, un factor unificador de estos grupos.

      En este contexto, las visiones conservadoras que caracterizan a muchas de las iglesias evangélicas contrastan con una situación donde la máxima autoridad del Vaticano, el papa Francisco, ha quedado asociada a una búsqueda de reformar la Iglesia para adaptarla a una visión más progresista, que presenta ciertas afinidades con los gobiernos del “giro a la izquierda” en América Latina que transcurrieron entre fines de los 90 y la primera década del siglo xxi.

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