Скачать книгу

      Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

      Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

      www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2013 Debbie Macomber

      © 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Un mar de amor, n.º 300 - septiembre 2020

      Título original: Navy Baby

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

      I.S.B.N.: 978-84-1348-960-5

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Capítulo 13

       Capítulo 14

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      DE rodillas en el baño, Hannah Raymond sentía cómo su estómago se bamboleaba como una pequeña canoa en medio de un torrente. Gruesas gotas de sudor bañaban su frente. Cerró los ojos tratando de contener las náuseas.

      «Dios mío», oró en silencio. «Por favor, que no esté embarazada».

      No hizo más que terminar su ruego y no pudo aguantar más. Sintió cómo una oleada ácida le hacía devolver todo el desayuno.

      Dos meses habían transcurrido desde su última regla. Creyó que esta demora se debía al estrés y a la pena. Hacía cuatro meses que Jerry había muerto. Había sufrido mucho su pérdida y estaba segura de que así sería hasta el final de sus días. Lo había amado durante seis años y creyó que viviría siempre a su lado. Ahora no se celebraría la boda que habían planeado para principios de año. Jerry ya no existía.

      Cerró los ojos para contener las lágrimas. No sólo era el sufrimiento que sentía por la pérdida de Jerry, sino la certeza de que si estaba embarazada no era de él.

      El rostro del marinero se había grabado en su mente. Era alto, bien formado y fuerte. Trató de borrar su imagen, negándose a pensar en aquella noche de julio.

      —¿Hannah? —su padre tocó suavemente en la puerta del baño—. Querida, debes darte prisa o llegarás tarde a la escuela dominical.

      —No me siento muy bien, papá.

      Su estómago se revolvió y vomitó nuevamente.

      —Parece como si tuvieras gripe.

      Hannah lo bendijo por ofrecerle una disculpa.

      —Sí, creo que es eso —respondió.

      Rogó a Dios que fuera un virus intestinal. Hija de un predicador, siempre se había comportado como una buena chica con todo el mundo, así que había llegado el momento de hacer algo por ella misma.

      —Vuelve a la cama y si te mejoras, ven más tarde. Hoy voy a predicar sobre la Epístola a los Romanos y me gustaría saber tu opinión.

      —Seguro, papá.

      Pero lo cierto era que si se seguía sintiendo así, probablemente no saldría de la cama en una semana.

      —¿Podrás arreglártelas tú sola? —dijo el padre preocupado.

      —Estaré bien. No te preocupes.

      Sintió que su estómago atacaba de nuevo y volvió a vomitar.

      —¿Estás segura de que estarás bien?

      —Me pondré bien enseguida —respondió con un hilo de voz.

      —Si me necesitas —insistió George Raymond— llámame a la iglesia.

      —Por favor papá, no te preocupes por mí. Me pondré bien pronto.

      Hannah oyó los pasos de su padre alejándose por el pasillo y suspiró con alivio. No sabía qué iba a hacer si estaba embarazada. Pensó en desaparecer hasta que naciera el bebé. Era preferible antes que tener que decírselo a su padre frente a frente.

      George Raymond había dedicado toda su vida al servicio de Dios y de los demás. Hannah no podía soportar la idea de tener que confesarle lo que había hecho. Lo amaba profundamente y al pensar en que podía herirlo se le llenaron los ojos de lágrimas.

      Volvió a rogar a Dios para que su embarazo no fuera verdad y se incorporó lentamente. El cuarto de baño giraba a su alrededor. Se dirigió tambaleándose hacia su dormitorio y cayó pesadamente sobre la cama. El sueño la envolvió suavemente como si un mar en calma la acariciara con sus olas. Sintió que escapaba de la realidad y su alma atormentada lo agradeció.

      Había

Скачать книгу