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      Osamu Dazai

dazai

      Más allá de su fama de enfant terrible y de su marcada inclinación por el suicidio, Osamu Dazai (1909-1948) es sin ninguna duda uno de los máximos exponentes de la moderna literatura japonesa. A contracorriente siempre de las normas preestablecidas en una sociedad tan rígida y conservadora como la japonesa, Dazai se convirtió, a pesar de su origen aristocrático, en un auténtico paria. Su existencia estuvo signada por la vergüenza, la perplejidad, el tormento y la ansiedad, lo que, paradójicamente, lo ha convertido en un perdurable icono de la rebeldía para muchas generaciones de jóvenes japoneses. Comparte con su maestro, el genial Ryunosuke Akutagawa, la predilección por las formas breves y unas magníficas dotes como cuentista. Se estima que escribió alrededor de doscientos relatos, muchos de ellos magníficos, como los que, traducidos directamente del japonés, ofrecemos en la presente antología. Desde los años sesenta, el incipiente reconocimiento a Osamu Dazai entre los jóvenes se ha convertido en un auténtico culto, representando Dazai no la figura de un santón laico sino la de un ídolo del rock como Jim Morrison. La popularidad de Dazai lo ha llevado a entronizarse entre los nuevos medios como el manga y el animé, inspirando entre otras la serie Bungo Stray Dogs en la que el protagonista es un apasionado del suicidio. Varios de sus cuentos así como su novela bandera Indigno de ser humano han sido adaptados al cine y también a versiones de manga, un género típicamente japonés en extremo popular. El 19 de junio, fecha del aniversario de Osamu Dazai, su tumba en el Zenrin-ji es visitada por centenares de sus seguidores.

      Candaya Narrativa, 41

      LA FELICIDAD DE LA FAMILIA (Ocho cuentos de Osamu Dazai)

      Osamu Dazai

      Primera edición: enero de 2017

      © Editorial Candaya S.L.

      Camí de l’Arboçar, 4 - Les Gunyoles

      08793 Avinyonet del Penedès (Barcelona)

       www.candaya.com

       facebook.com/edcandaya

      Traducción directa del japonés:

      Isami Romero Hoshino

      Colaboración en la traducción y prólogo:

      Ednodio Quintero

      Diseño de la colección:

      Francesc Fernández

      Imagen de la cubierta:

      Katagawa Utamaro (1753-1806)

      BIC: FA

      ISBN: 978-84-15934-99-8

      Depósito Legal: xxx

      Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier procedimiento, sin la previa autorización del editor.

      Índice

       EL EXTRAÑO O (CASO) DE OSAMU DAZAI

       La felicidad de la familia

       Promesa cumplida

       Hablemos de mujeres

       Fushin’an

       La estudiante

       La mujer de Villon

       El profesor Ôson y la salamandra

       Toka-ton-ton

      EL EXTRAÑO O (CASO) DE OSAMU DAZAI

      Prólogo de Ednodio Quintero

      1. Tras los pasos de Hiro Ukeda.

      A finales de octubre de 2006, recién llegado a Tokio, fui con mi amigo Ryukichi Terao hasta el tradicional barrio suburbano de Kichijôji. Allí, en un elegante café, conocí a Hiroyuki Ukeda, compañero de estudios de Ryukichi en Guadalajara. Hiro, especialista en Economía informal de los países en desarrollo, es hasta donde yo sé el único japonés que ha intentado convertirse en indio mexicano, para más señas: huichol. En algún momento de la animada conversación que sosteníamos nombré a Osamu Dazai, un escritor que siempre me había llamado la atención, debo reconocer que en parte a causa de su existencia extravagante que le había valido el sobrenombre de enfant terrible. Hiro saltó emocionado: ¡Dazai! ¡Dazai!, pues se trataba de su escritor predilecto. Yo había leído las dos únicas novelas de Dazai, El ocaso (Shayo) e Indigno de ser humano (Ningen Shikkaku), en la excelente traducción al español de Montse Watkins, y conocía el entusiasta y esclarecedor ensayo “El arte de Dazai Osamu” que le dedicara Donald Keene, de lejos el más destacado especialista en Literatura japonesa de Occidente y traductor de Dazai al inglés.

      Enseguida nos levantamos, atravesamos el bonito parque de Inokashira y siguiendo los pasos de Hiro nos dirigimos casi en volandas hasta el lugar donde Dazai, ¡Dazai! ¡Dazai!, se había lanzado a un canal crecido del río Tama, atado a su amante, una viuda de guerra, un día brumoso y lluvioso de mediados de junio de 1948. Los cadáveres de ambos amantes, que habían cumplido un pacto de doble suicidio (en japonés conocido como shinju), muy frecuente en el Japón desde el siglo XVII, fueron encontrados seis días después, el 19 de junio, justo el día en que Dazai hubiera cumplido treinta y nueve años. Yo conocía la anécdota e incluso había fantaseado con la imagen de Osamu Dazai y su amante lanzándose a un río de aguas turbulentas desde un majestuoso puente como el que cruza el lago de Maracaibo. Y no pude disimular mi decepción ante aquel canal tan parecido a una acequia atravesado por un puentecito de Lilliput. Luego me informaría mejor y sabría que sesenta años atrás el canal del Tama poseía un caudal mucho mayor y que para la fecha del salto mortal de Dazai, en el mes que arrecian los monzones, rugía como un enfurecido dragón.

      Como ocurre en algunas películas, o sin ir muy lejos en los avatares de la cotidianidad, siempre sucede lo inesperado. Así que después de visitar el sitio donde Dazai escenificara su acrobática zambullida emprendimos una larga marcha a pie que al cabo de una hora nos llevó hasta el lugar en el cual reposaban sus cenizas, que se encontraba por una de esas casualidades del destino, la segunda casualidad en un mismo día, ¡qué casualidad!, en un templo cercano, el Zenrin-ji, en el barrio de Mitaka. En Japón, los cementerios suelen estar al lado de algún templo budista y en ellos se guardan las cenizas y algunos huesos del difunto, pues la incineración, por tradición, no es total, y otro hueso o restos de las cenizas se reservan para el altar familiar. Ahí en el Zenrin-ji me aguardaba una nueva sorpresa. A escasos diez o doce metros de la tumba de Dazai estaba la tumba de otro gran escritor, un clásico de la Literatura Japonesa del siglo XX: Mori Ogai (1862-1922). Me extrañó que de los narradores japoneses que formaban mi top ten, dos reposaran en el mismo lugar, una posibilidad que la estadística habría negado y que seguramente J. L. Borges hubiera explicado con el axioma de un sabio de la China milenaria, inventado por él. La razón era más sencilla: Dazai, en su carta de despedida, había pedido que lo sepultaran lo más cerca posible de su admirado maestro Mori Ogai, a quien idolatraba con fervor.

      El 19 de junio, fecha del aniversario de Osamu Dazai, llamada por sus fans Outo (Cereza) en honor a un cuento homónimo suyo, se congregan en el Zenrin-ji, alrededor de su tumba

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