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fundación de San Martín y San Juan de los Llanos, en el siglo XVI, impulsó la ocupación ganadera de las sabanas naturales, más no su colonización. Los jesuitas abrieron el camino sanjuanero que une estas poblaciones con lo que hoy es la ciudad de Villavicencio (fundada en 1870) y en sus alrededores se instalaron grandes empresas agropecuarias y haciendas. Hacia 1890 el Estado adjudicó, en el sur, entre los ríos Ariari y el Caguán, 10.000 ha de baldíos a la Hacienda Colombia, sucesora de la firma Montoya, Uribe y Lorenzana, a cambio de la construcción de una trocha entre estas regiones (CNMH-UARIV, 2015, p. 43).

      La colonización del Ariari, región donde se ubica el municipio El Dorado, fue producto de acciones tanto espontáneas como dirigidas. La colonización avanzó jalonada por empresas internacionales como Shell, Rubber, Union Oil of Nevada; por algunas compañías nacionales como el Incora o la Caja Agraria; también por colonos y terratenientes a través de la figura de la hacienda; así mismo, por la ocupación de las tierras por parte de los campesinos, por los desplazamientos de las Columnas de Marcha liderada por las guerrillas comunistas o por la presencia y la labor de la iglesia, pues el trabajo evangelizador de los padres jesuitas jugó un papel importante. Todos estos grupos y sectores, que progresivamente se instalaron en la región, fueron actores sociales que se transformaron en fuerzas sociales y políticas que hicieron de la colonización una historia enormemente conflictiva.

      Molano (1989) sintetiza y analiza de manera detallada la historia de la colonización de esta región en diversas grandes etapas: la economía extractiva (1900-1950), la primera violencia (1948-1953), la amnistía del año 1953, la segunda violencia y el movimiento comunista (1955-1962), el primer Plan Nacional de Rehabilitación (1959-1962) y la colonización social agraria (1962-1970). Recorriendo brevemente cada una de estas etapas encontramos pistas que contribuyen a hacernos entender los rastros de la historia en la configuración de lo que es hoy El Dorado.

      Si bien es cierto que desde el siglo XVI, por la expansión ganadera, apenas se avanzó tímidamente en la ocupación (y no colonización) del territorio, es en realidad a fines del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX cuando, en medio de grandes baldíos y trochas, el país se orientaba hacia la agroexportación y la economía extractiva, que impulsó la ocupación de los caminos que unían estas regiones de los llanos, desde Villavicencio (antes Gramalote) hasta Bogotá (Molano, 1989).

      Con el fin del siglo XIX, la fundación de la Hacienda Colombia cumpliría un papel importante. Su propósito era la extracción de quinas y cauchos, y posteriormente el cultivo de café y de cacao en las faldas de la cordillera Oriental, lo que estimuló la colonización y la transformación de algunos pueblos fundados antes, en epicentros de desarrollo regional (Molano, 1989). La Guerra de los Mil Días transformó los procesos de colonización. Terminada esta, se otorgaron concesiones a grandes compañías internacionales que empiezan a hacer carrera en la región.

      Con la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, ocurrida a mediados del siglo XX, se intensificó la persecución de liberales y la migración de muchos de ellos hacia esta región del Ariari, donde ya se encontraban algunos colonos conservadores (Londoño, 1989). Es el período de la violencia bipartidista, de hostilidades, levantamientos e insurgencias, en el que la figura de Guadalupe Salcedo adquirirá importancia.

      En general, la región del Casanare, y parte del Meta, se convirtieron en teatro de la guerra, por cuanto “fueron de las más afectadas por la reacción conservadora, lo que llevó al liberalismo a salir (casi por completo) de la vida pública, dejando sólo al movimiento guerrillero llanero que irrumpió como única alternativa liberal” (Molano, 1989, p. 284).

      Molano señala que en 1953, para aclimatar la paz, el gobierno cambió las armas de las guerrillas liberales por las tierras del Ariari y brindó un plan de ayuda a los excombatientes… La iniciativa del gobierno, no obstante, fue el punto de partida real de la colonización del Ariari. Entre 1953 y 1955 llegaron miles de campesinos, atraídos por el ambiente de paz, la fama del llano y los auxilios del gobierno. Unos habían combatido contra el conservatismo, no solo en Casanare o Meta, sino en Boyacá, Tolima o Valle; otros habían sido expulsados, económica o políticamente, de las cordilleras. El gobierno, a través del Instituto de Colonización y de la Caja de Crédito Agrario, inauguró programas de asentamiento y abrió líneas de crédito, que dicho sea de paso no duraron mucho tiempo (Molano, 1989, p. 285).

      Inicia cuando la región es abandonada a su propia suerte y tiene origen la llamada “segunda ola de violencia”. Esta viene con el avance del movimiento comunista. Molano (1989) afirma que esta nueva ola tiene su inicio con dos hechos: el rompimiento entre Rojas y el Partido Comunista, a raíz de la matanza de estudiantes ocurrida el ocho y nueve de junio de 1954, y el desamparo en que los partidos políticos dejaron a las organizaciones armadas que directa o indirectamente habían patrocinado.

      Estos sucesos desataron transformaciones que tuvieron grandes consecuencias y trazaron el camino futuro de la región: dos de esas consecuencias fueron el fortalecimiento de los grupos armados liderados por el comunismo en diversas regiones, entre ellas la de Sumapaz, y la anarquía y bandidaje desatado en las filas campesinas (Molano, 1989). Lo que se constata con estos hechos es la incapacidad del Estado para integrar dichas organizaciones a la vida económica y social del país.

      De igual modo, encontramos que las operaciones militares en algunas zonas de control de los comunistas dieron paso a un cambio de estrategia y de desplazamiento de estos mediante las llamadas Columnas de Marcha, cuyo “objetivo central fue proteger a cientos de familias campesinas de los ataques del ejército y refugiarse en zonas que, por su tradición, garantizaban su protección (Molano, 1989, p. 286), como ocurría con el piedemonte llanero.

      Estas Columnas de Marcha que arribaron a la región conformaron comunidades comunistas y se instalaron en la región del Duda y Guayabero, y luego siguieron hasta Medellín del Ariari, pero allí se detuvieron por las hostilidades manifiestas de Cubarral (hoy una parte de este municipio corresponde a El Dorado), cuyos habitantes se consideraban “conservadores y anticomunistas” (Molano, 1989, p. 287). Las comunidades “llegaron y se instalaron, atraídos por la riqueza hídrica, por la posibilidad de siembra de diferentes productos, pues lo propicio de los diversos pisos térmicos y la ubicación estratégica de la región lo favorecían” (Beltrán, Castro, Cifuentes & Urueña, 2016, p. 76).

      Como lo sostiene Molano (1989), la segunda ola de violencia está asociada estrechamente con el poblamiento del Ariari y en buena medida determinó el rumbo del proceso, una colonización basada en la autodefensa armada con un alto grado de cohesión ideológica y de organización social.

      De igual modo, se reitera así la tesis de varios autores, quienes señalan que la historia del poblamiento de la región es producto de una ola de colonización, pero también de una confrontación bipartidista (Mosquera Oviedo, 2015, p. 23). En el caso de El Dorado y Cubarral, arriban colonos con un pensamiento conservador; por el contrario, a la región de El Castillo arriban colonos de origen liberal con un proyecto de nación diferente, lo cual dio paso a la existencia de diferencias, tensiones y conflictos entre los dos municipios (Beltrán, Castro, Cifuentes & Urueña, 2016).

      Entre 1959 y 1962 se presenta el quinto período, el del Programa de Rehabilitación

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